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GUERRA CONTRA EL TERRORISMO

La Casa Blanca raciona la información

Sólo ocho políticos del Congreso reciben los detalles secretos de la campaña militar

George W. Bush, en un gesto de desconfianza que ha despertado indignación entre algunos congresistas y senadores, ha decidido limitar el flujo de información confidencial que facilita a los miembros del Congreso. Sólo los ocho políticos de mayor peso en el Capitolio recibirán los detalles secretos de la campaña militar y diplomática de EE UU. Al mismo tiempo, la Casa Blanca trata de 'normalizar' la situación ante la sociedad con una operación de relaciones públicas. Bush pidió a las cadenas de televisión que mantuvieran su programación convencional a pesar del comienzo de los ataques.

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Bush se quedó atónito al leer en los periódicos comentarios que se habían hecho el jueves pasado en una reunión confidencial con líderes del Senado y la Cámara de Representantes. En aquel encuentro, los responsables de la CIA y el FBI transmitieron su impresión de que hay 'un 100% de posibilidades' de nuevos ataques terroristas en EE UU, especialmente si se producía una intervención militar en Afganistán. Esa valoración apareció de manera textual en la prensa del día siguiente y dio a algunas cadenas de televisión una excusa perfecta para ahondar aún más en el sensacionalismo bélico.

Enojado por la filtración, Bush redactó un documento interno que ha repartido entre los miembros de su Gabinete y entre los responsables de las agencias de investigación. El título del informe, firmado por el presidente, es de interpretación inequívoca: se llama Revelaciones al Congreso.

Escribe Bush: 'Tenemos la obligación de proteger la seguridad de las operaciones militares, los métodos y las fuentes de los servicios de inteligencia y las investigaciones'. Pide 'confidencialidad absoluta' en las informaciones secretas y apunta enseguida a los supuestos culpables de las filtraciones al establecer restricciones al acceso a la información para los miembros del Congreso.

Históricamente, el presidente informa de manera constante a un nutrido grupo de legisladores cuando hay asuntos relativos a la seguridad nacional. A partir de ahora -'y hasta que no recibáis de mí una notificación en contra', escribe Bush-, la asistencia a las sesiones informativas estará limitada a ocho miembros del Congreso: el presidente de la Cámara de Representantes, el líder de la minoría, los líderes de la mayoría y la minoría en el Senado y los dos miembros de mayor rango en los comités de información de ambas cámaras.

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Según Bush, 'esta política será más efectiva en nuestro objetivo de proteger vidas estadounidenses y mantener un nivel adecuado de confidencialidad para lograr el éxito en las operaciones militares y de inteligencia'.

El equipo de Bush en la Casa Blanca presume de su capacidad para mantener secretos. El sábado por la noche, Bush sólo informó a los cuatro principales miembros del Congreso sobre su intención de ordenar un ataque al día siguiente. Ninguno filtró la noticia. Varios políticos del Capitolio mostraron ayer un enfado moderado por el contenido del informe.

La senadora demócrata Dianne Feinsten llegó a decir que la decisión era 'una reacción exagerada'. Según la senadora, 'si hemos hecho algo que no ha gustado a Bush, que nos lo diga'.

El portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, bromeó cuando los periodistas le preguntaban por las limitaciones a congresistas: 'Sé que, para ustedes, cuanta más gente tenga acceso a la información secreta, mejor', dijo sonriente en referencia a las filtraciones.

Al mismo tiempo, la retórica de Fleischer ha sufrido una metamorfosis similar a la del presidente: se acabaron en sus comparecencias de prensa expresiones tan virulentas como la que empleó Bush cuando dijo que quería a Osama Bin Laden 'vivo o muerto'. En primer lugar, el Gobierno no quiere identificar al terrorista saudí como objetivo único, porque eso condiciona la victoria a su captura. Bush no ha mencionado a Bin Laden desde hace varios días.Además, el equipo presidencial presionó -y convenció- a las grandes cadenas de televisión para que mantuvieran sus programaciones convencionales después de dar la noticia del comienzo de los ataques el pasado domingo. La Casa Blanca quiere transmitir de ese modo una impresión de normalidad y, sobre todo, reforzar la idea de que ésta es una guerra cuyo final es todo menos inminente.

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