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Un futbolista con madera de buen 'pelotero' que no llegó a cuajar

Peter Dubovsky (Bratislava, 7 de mayo de 1972) llegó con 21 años y sin excesivo bombo al Real Madrid de Benito Floro. Venía de un fútbol, el eslovaco, que no llama demasiado la atención, por más que en su palmarés figurasen dos pichichis en su país. Su fichaje se alejó de los típicos culebrones de verano. El entonces presidente, Ramón Mendoza, puso 500 millones de pesetas en la mesa del Slovan de Bratislava y se lo trajo a Madrid. Dos temporadas después, con la misma discreción, se marchó al Oviedo, sin cumplir los cinco años de contrato firmados. Su paso por el Bernabéu fue como el de tantos. Todo el mundo coincidía en que allí había madera de buen pelotero, pero no acabó de cuajar. De hecho, el punto culminante de su historial blanco llegó al protagonizar una ilegalidad, ya que con su entrada el Real Madrid jugó con cuatro extranjeros frente al Compostela, cuando sólo se permitían tres. Fue el primer lapsus de Valdano, que sólo le alineó en cinco ocasiones en aquella Liga ganada por el Real Madrid.

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En el Oviedo, Dubovsky acentuó su fama de jugador Guadiana. Todos los entrenadores de su última etapa futbolística le reconocían su calidad, pero ponían en duda su compromiso con el conjunto. Sólo Juan Manuel Lillo le sacó todo el jugo, pero cuando estaba en su mejor momento sufrió una lesión que metió al equipo en un bache y le costó el puesto a su valedor. Dubovsky ha tragado bastante banquillo en el Oviedo, pero a la hora de la verdad, cuando la cosa se ponía realmente fea -sobre todo en la promoción de permanencia de 1998- aparecía el gran Dubovsky, aquel que había llenado el ojo de Ramón Mendoza.

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