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Un juicio destapa secretos de Hearst

San Francisco es un escenario ideal para el cine y fértil terreno para la novela negra. También acoge a dos históricos periódicos: el matutino Chronicle y el vespertino Examiner, notarios de la peculiar vida ciudadana, unidos ahora en una conflictiva operación en torno al nombre de Hearst, la compañía creada por el legendario empresario periodístico que tuvo por primer diario al Examiner. El editor de esta cabecera, Timothy White, ha sido despedido por el Grupo Hearst, tras declarar en un juicio que ofreció sostener editorialmente la reelección del alcalde de San Francisco, Willie Brown, si éste apoyaba la compra del Chronicle por su empresa.La revelación de White se ha producido en un juicio que amenaza con sacar a la luz trapos sucios acumulados a lo largo de muchos años. William Randolph Hearst, inventor del estilo que dio origen a que se acuñara el término "prensa amarilla" -fue el gran incitador de la guerra hispano-cubana de 1898-, empezó su andadura periodística con el Examiner. Su apellido da ahora nombre al decimotercer grupo de comunicación de Estados Unidos, que reúne la mayor editorial mundial de revistas (Cosmopolitan, entre otras), 26 estaciones de televisión y una docena de diarios.

La operación de Hearst en San Francisco no es brillante. El vespertino Examiner es el menor de los dos periódicos de esa ciudad: con una circulación justo por encima de los 100.000 ejemplares, no llega a la cuarta parte de los 450.000 del más influyente y saneado Chronicle. Ambos periódicos mantienen, desde 1965, una singular relación: son intensos rivales informativos, pero comparten edificio (las redacciones están separadas por la sala de montaje conjunta), además del resto de la estructura empresarial y la cuenta de resultados. Este peculiar acuerdo expira en el año 2005.

El Grupo Hearst, con sus oficinas centrales en Nueva York, quiso adquirir el Chronicle de San Francisco, lo cual generó oposición en muchos frentes, desde el alcalde Brown al Departamento de Justicia de Estados Unidos. El alcalde se opuso por temor a los efectos que pueda tener una ciudad con un solo periódico, cuya línea no le sería favorable; y el Departamento de Justicia, por las facultades que la Ley Sherman (la misma por la que se ha juzgado a Microsoft) le da ante la posibilidad de obstáculos a la libre competencia.

También se mostró en contra Clint Reilly, acaudalado constructor y antiguo aspirante a la alcaldía de San Francico, que querría comprar el Examiner.

La oferta de 660 millones de dólares (118.000 millones de pesetas) que Hearst hizo por el Chronicle fue aceptada finalmente por el Departamento de Justicia, sólo después de que Hearst decidiera desprenderse del Examiner. Para esta última cabecera, el grupo neoyorquino encontró en marzo un comprador en Ted Fang, un editor de origen chino, amigo del alcalde de San Francisco, que publica varios diarios de distribución gratuita en el área de esa ciudad. A cambio de quedarse con el Examiner, Hearst ofreció a Fang una ayuda de 66 millones de dólares para los próximos tres años.

La transacción no gustó nada al empresario Clint Reilly, que ha llevado a juicio a Hearst, acusando a este grupo de violar la ley antimonopolio. Su tesis es que la venta del Examiner a Fang sólo es un montaje, porque el vespertino no puede sobrevivir sin estar vinculado al Chronicle; de modo que cuando en 2005 concluya el actual acuerdo de cooperación, el Examiner cerrará (lo que ya ha estado a punto de ocurrir en el pasado) y San Francisco se quedará con un solo periódico, el Chronicle, en manos de Hearst.

Al alcalde, Willie Brown, tampoco le gustaba la operación porque Hearst le hace la vida imposible desde el Examiner y pensaba que continuaría haciendo lo mismo desde el Chronicle, una vez convertido en el único rotativo de la ciudad.

Así estaban las cosas cuando el pasado 1 de septiembre, Brown almorzó con el director del Examiner, Phil Bronstein, que calza botas vaqueras, acude al periódico en una Harley-Davidson y es ridiculizado en la prensa de Ted Fang con el nombre de Mr. Sharon Stone, en virtud de su matrimonio con la actriz. A la reunión se sumó su jefe, el editor Timothy White. A preguntas sobre esa reunión en el juicio promovido ahora por Reilly, el editor del Examiner admitió haber insinuado al alcalde que el periódico podía dejar de apretarle las clavijas si se mostraba comprensivo con la compra del Chronicle por parte del Grupo Hearst.

Ahí ardió Troya. Las dos redacciones -la del Examiner, con 200 periodistas, por la venalidad de su propietario, y la del Chronicle, con 315 redactores, por lo que se les viene encima- pusieron el grito en el cielo. Hearst obligó a White a desdecirse de lo declarado en el juicio, con el argumento de que estaba "cansado y confundido" durante la vista; y le dio un "permiso indefinido", eufemismo de un despido.

Los otros dos testigos de la conversación aludida hacen gracias con lo sucedido. El alcalde dice no recordar nada y desde el ayuntamiento se asegura que, si acaso, "el Examiner no cumplió su parte del acuerdo: no nos ha dado respiro". Bronstein, el director del Examiner, mantiene que la oferta de buen entendimiento hecha por White "fue una broma". James Finefrock, responsable de las páginas editoriales del rotativo, ha enviado un mensaje para aplacar a la redacción, enfurecida por las sospechas vertidas sobre su ética y profesionalidad: "No sé lo que Tim White dijo o qué quiso decir en su conversación con Willie Brown, pero sí puedo decir que Tim nunca me pidió que tratara bien a Brown, ni lo hubiera conseguido aunque lo hubiera intentado".

Los periodistas continuaron sacando sapos para el desayuno del alcalde; pero el periódico acabó publicando un editorial que apoyaba su reelección. El jefe de las páginas editoriales asegura que esto se hizo sólo porque así se decidió en una reunión de los cinco miembros del consejo editorial.

La vista promete nuevos momentos de emoción. El abogado de Reilly es Joseph Alioto, hijo de un antiguo alcalde de San Francisco, para quien la ciudad no tiene secretos. Alioto presentó en el juicio un e-mail enviado por White a George Irish, presidente del Grupo Hearst, tras la reunión de septiembre: "Pregunté a Willie cómo iba a justificar ante mis superiores en Nueva York que le íbamos a apoyar y a cooperar con él si estaba haciendo lo posible y lo imposible por crearnos problemas".

Los próximos testigos convocados a juicio son Frank Bennack, consejero delegado, y James Asher, jefe del departamento jurídico. Temeroso del efecto que el "permiso indefinido" dado al editor White pueda tener sobre los testimonios previstos de Bennack y Asher, Reilly ha pedido al juez que niegue a Hearst la potestad de despedir a los empleados que revelan secretos de la casa. El juez se lo ha denegado.

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