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Lealtades lingüísticas

La mayor parte de las personas que hablan valenciano ha dejado de percibir su lengua como un estigma social y mantiene un alto grado de lealtad lingüística. Cierto es que hay menos hablantes de valenciano, que hay más personas que lo entienden, y que los que son impermeables a esta lengua se mantienen alrededor del 11% desde 1979. Pero las personas que se declaran competentes en valenciano (un 40% de la población) presentan pautas de comportamiento lingüístico que pueden garantizar la reproducción de la lengua en varias generaciones. Puede que, en gran medida, el fenómeno de autoodio esté siendo superado.El autoodio es un fenómeno social agudamente estudiado en Valencia por intelectuales pioneros de la talla del sociolingüista Rafael Ll. Ninyoles. Se basa en la percepción de que la población valencianoparlante abandona la transmisión de su lengua al percibirla como un estigma que asimila al hablante con la incultura, el retraso, el localismo, la premodernidad. En la medida en que estas características son barreras para la movilidad social la población afectada reacciona intentando deshacerse del estigma y adoptando pautas de comportamiento características de aquellos grupos que percibe por encima suyo en términos de prestigio, poder, influencia, riqueza, al objeto de aproximarse a ellos simbólicamente. Como el valenciano no forma parte de las pautas de comportamiento de los grupos sociales de referencia, esta lengua tiende a eliminarse del repertorio comunicativo y deja de transmitirse de padres a hijos.

Las políticas lingüísticas tienen como objetivo prestigiar la lengua estigmatizada y a sus hablantes. Es decir, persiguen enderezar el fenómeno de abandono. Los efectos de estas políticas pueden evaluarse de maneras diversas. Una de ellas es analizar los resultados de encuestas sobre el uso social y la transmisión del valenciano. La encuesta 2299 del Centro de Investigaciones Sociológicas (realizada en 1998) permite elaborar una fotografía de este tema.

Alrededor de un 39% de los encuestados indica que al menos puede leer en valenciano, de los cuales un 19% lo escribe. Un 17% adicional indica que lo habla pero que ni lo escribe ni lo lee. Un poco más de un tercio de los encuestados (34%) declara que tan sólo entiende el valenciano mientras que un 11% señala que ni tan siquiera lo entiende. En comparación con otros datos del CIS de 1979 elaborados por el profesor Manuel García Ferrando, se concluye que aunque el número de valencianohablantes disminuye (se pasa del 71% al 56% en 20 años), la proporción de personas competentes en esta lengua aumenta en un 13% (se pasa del 27% al 39%). Hay menos personas que hablan valenciano, pero las que dicen leerlo y escribirlo son más.

¿Es posible que el valenciano, lejos de ser visto como una lengua precarizada, haya comenzado a ser vista por amplias capas de ciudadanos como un elemento de comunicación suficientemente útil como para aprenderlo y transmitirlo? ¿Entre qué grupos de ciudadanos se observa este fenómeno? Una forma de responder a esta pregunta es analizar las pautas de transmisión lingüística intergeneracional. Si la lengua que se recibe de los padres se transmite también a los hijos, quiere decir que esta lengua suscita lealtad. Deslealtad lingüística significa que la lengua abandonada no es considerada útil para la vida social de los individuos bien sea por efecto del autoodio o por otras causas que habría que analizar.

Según los datos del CIS, entre los encuestados nativos que se declaran competentes en valenciano el nivel de lealtad lingüística es mayor entre los valencianoparlantes que entre los castellanoparlantes. Entre los primeros, un 80% recibe el valenciano de sus padres y transmite la misma lengua a sus hijos, un 11% se pasa al castellano y un 9% usa las dos lenguas. Entre los segundos, un 67% recibe el castellano y transmite el castellano, un 15% transmite el valenciano y un 19% ambos idiomas. Cuando no hay lealtad lingüística, los cambios de lengua se producen más frecuentemente del castellano hacia el valenciano que al revés. Un 11% de las personas que reciben valenciano de sus padres hablan a sus hijos en castellano, mientras que aquellos que hablan en castellano con sus padres lo hacen en valenciano con sus hijos en un 15% de los casos.

Aquellas personas que reciben el valenciano de sus padres, se declaran competentes en valenciano, pero hablan con sus hijos en castellano, comparten más a menudo las siguientes características: tienen un nivel educativo superior, ingresos altos, se sitúan entre los 35 y los 55 años, tienen profesión liberal o son propietarios-directivos de empresas, son varones, suelen vivir más frecuentemente en Alicante, tienen padres valencianos de nacimiento y se suelen ubicar en el centro o el centro derecha del espectro político. Por contra, las personas que suelen permanecer leales al valenciano tienden a compartir más a menudo las características siguientes: niveles educativos inferiores, ingresos bajos, grupos de edad de jóvenes y ancianos, principalmente trabajadores (especialmente agrícolas), mujeres, con residencia en las provincias de Castellón y Valencia, de padres valencianos de nacimiento, y con una ubicación ideológica en el centro izquierda.

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Existe deslealtad lingüística en un grupo muy determinado de valencianos de nacimiento que, por sus características sociales, parece formar parte de los estratos privilegiados de la sociedad, los más móviles social y profesionalmente. Este grupo, a pesar de su relevancia social, es minoritario. La gran mayoría de personas que hablan valenciano con sus padres y son competentes en esa lengua la usan también para hablar con sus hijos. Para este grupo mayoritario, el valenciano parece no ser un estigma sino una herramienta útil y valorada.

Este fenómeno de lealtad lingüística tiene dos características. Primera, tiene lugar sin detrimento del castellano. A diferencia de lo que ocurre en otras comunidades, la competencia en valenciano no está relacionada con una disminución del conocimiento del castellano. Esta habilidad para combinar ambas lenguas es paralela a la dualización de la identidad colectiva de los valencianos, un fenómeno poco estudiado y que interesa a algunos investigadores extranjeros. Segunda, aunque se observa una mayor presencia del valenciano en la vida pública, la mayor parte de valencianohablantes usa su lengua en entornos conocidos y familiares y prefiere el castellano cuando desconoce a su interlocutor o se encuentra en un entorno con el que no está familiarizado. Podemos estar frente a la paradoja de que las políticas lingüísticas desarrolladas han ahuyentado a algunos hablantes, ha robustecido la competencia de otros, ha facilitado la presencia del valenciano en la esfera pública (aunque hay quien discutiría este asunto), pero los hablantes manifiestan usarlo más a menudo en ámbitos privados y conocidos que en espacios públicos.

Xavier Coller pertenece al departamento de Sociología de la Yale University y la Universidad de Alicante.

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