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La escuela de los trabajadores

Permitir a todos los trabajadores y a las clases menos favorecidas el acceso a la cultura ha sido una constante de todo movimiento sindical. Para conseguir este propósito, CC OO montó en Barcelona, en 1991, la Escuela de Adultos Manuel Sacristán, que se ha ido consolidando con los años. La escuela, que parte del viejo ideario del pedagogo anarquista Francisco Ferrer i Guàrdia, y del comunista y profesor universitario Manuel Sacristán, que da nombre al centro, ha intentado conseguir que los trabajadores, especialmente los afiliados al propio sindicato, pudieran ampliar sus conocimientos o bien conseguir una educación que se vio truncada por motivos de trabajo.El coordinador de la escuela, Miquel Fitó, comenta con orgullo que tuvo como alumnos a autodidactas que, pese a las adversidades de su entorno, nunca habían perdido las ganas de aprender cosas nuevas. "Eran gente con un sentido común ejemplar y con gran capacidad comprensiva para adaptarse a su medio", recuerda.

Con los años, la escuela cada vez ha ido recibiendo gente más joven con más oportunidades, pero todavía hay alumnos que tuvieron que abandonar los estudios para ponerse a trabajar. Es el caso de Ofelia López, que explica cómo se apuntó a la escuela para sacarse el graduado escolar: "No pude hacerlo cuando era niña, porque estuve en una escuela rural donde no daban notas. A los 12 años emigré con mis padres y tuve que hacer de niñera".

En sus inicios, la escuela nació con la voluntad de atender las necesidades educativas básicas de los sectores más cercanos al sindicato: delegados y afiliados. Pero, curso tras curso, esta base social se fue ampliando a otros sectores que nada tenían que ver con el sindicato: amas de casa, parados, jóvenes procedentes del fracaso escolar o trabajadores no afiliados. Entre estos colectivos, destacan las personas que quieren sacarse un título para poder encontrar un trabajo o para mejorar el que ya tienen.

El responsable de Formación Sindical y Cultural del sindicato, Xesús González, destaca la importancia que la escuela ha tenido para el sindicato. Y pone como ejemplo el caso de un delegado que, pese a su valía como negociador, no sabía escribir correctamente. "Sin decir nada a nadie, se apuntó a la escuela y desapareció por un tiempo de la escena sindical, hasta que volvió con el título bajo el brazo y con más ganas de seguir luchando por los derechos de los trabajadores", explica. González subraya que nada hay más humillante para un sindicalista que tener que sufrir las burlas del patrón por hacer faltas de ortografía o expresarse de forma incorrecta.

Por la escuela han pasado ya casi 2.000 personas. La gran demanda de plazas le ha permitido ser uno de los dos centros de Barcelona que imparte el Graduado Escolar de Secundaria, que es el título que sustituye al antiguo graduado escolar. Uno de los colectivos que se ha ido incorporando al proyecto educativo de la escuela es el de los inmigrantes, que suelen ir al centro para aprender castellano. Este colectivo ha ido aumentando con los años y actualmente forma el 20% del alumnado de la escuela. El coordinador del centro destaca como un logro la asistencia a las clases de un grupo de alumnos chinos, puesto que, a su juicio, son el colectivo inmigrante que más cuesta integrar socialmente.

El carácter de la escuela, pese a ser fundada por un sindicato, es público y está financiada por CC OO y la Generalitat, que también paga el sueldo del profesorado. Esto ha provocado en ocasiones algún que otro roce con Bienestar Social, el departamento encargado de la gestión de las escuelas de adultos. CC OO ha formado parte de plataformas donde se criticaba su gestión y se reclamaban mejoras en los centros de adultos. "Siempre hemos tratado de separar las dos cosas", señala González. "Una cosa es la labor del sindicato y otra la de la escuela", añade.

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Entre sus proyectos, la escuela quiere potenciar el uso de las nuevas tecnologías y coordinar la formación de adultos con la formación ocupacional. "Cada vez más habrá analfabetos en las nuevas tecnologías y tenemos que estar preparados", dice Fitó.

Joan Guerrero

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