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Prodi amenaza con dimitir si la Eurocámara le somete a dos votaciones

Xavier Vidal-Folch

Ay, ay, ay, que estas comparecencias parlamentarias están liando el ovillo. El presidente designado de la Comisión Europea, Romano Prodi, incurrió ayer en un error de colegial al responder con disparos de cañón a un tiro de cerbatana. Amenazó solemnemente con dimitir si la Eurocámara obliga a su equipo a pasar por una doble votación, ahora y en enero, como había sugerido el portavoz del Partido Popular Europeo (PPE), el alemán Hans Gert Pöttering.

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Cuando el souflé de la tensión parecía haber bajado en las cansinas comparecencias de los candidatos a comisario del martes, Prodi volvió a aumentarlo. Entró al trapo de una sugerencia -ni siquiera una decisión- del PPE, según la cual el nuevo colegio debería someterse a un doble voto, porque el que ahora se fragua sólo cubriría el mandato hasta diciembre, en sustitución del equipo de Jacques Santer, y en enero se le votaría por los cinco años del mandato completo. Pöttering lanzó la sugerencia como mecanismo de presión sobre el nuevo Ejecutivo, para obtener de él un nuevo código de conducta que regule de forma más exigente para aquél, y más favorable para la Cámara, las relaciones entre ambas instituciones.Aunque tanto la votación única como la doble son jurídicamente posibles, optar por un segundo examen "debe interpretarse como una opción política, es decir, como una decisión de no conceder a la Comisión un mandato completo", opinó el profesor boloñés. "En esas circunstancias", podría "no aceptar ese mandato limitado", añadió.

La amenaza de dimisión es comprensible si se tienen en cuenta los largos meses que Prodi lleva en el banquillo. Pero parecía una respuesta exagerada a una sugerencia que ni siquiera cuenta con el consenso de la totalidad del PPE. "Una nueva reválida en enero no contaría con la mayoría del grupo, porque se opondrían varias delegaciones, entre ellas la española", declaró el portavoz de ésta, Gerardo Galeote.

Además, si pretendía atajar las especulaciones, podría haber recurrido a un portavoz, o a su vicepresidenta para las relaciones con el Parlamento, Loyola de Palacio, sin mojarse tanto personalmente en un rifirrafe táctico. De forma que quizá la amenaza haya sido contraproducente. Ya el líder liberal Pat Cox y el coordinador conservador británico (adscrito al PPE), Roy Perry -que trata de pescar en río revuelto-, compararon la presión de Prodi con el ultimátum al hemiciclo que su predecesor Jacques Santer lanzó en diciembre, cuando se votaba la rendición de cuentas presupuestarias de 1996. Irritó con ello a la Cámara y constituyó el principio de su debacle.

La venganza conservadora

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La tensión subió también ayer de tono, presagiando nuevos problemas para Prodi, cuando los eurodiputados populares se vengaron -destacando el español Alejo Vidal-Quadras- de las críticas socialistas a De Palacio en la persona del candidato belga, Phillippe Busquin. Le acorrolaron desde el principio con preguntas sobre el escándalo de los helicópteros Agusta, las finanzas irregulares de su partido, la adquisición de su vivienda y su desconocimiento del holandés. "La Comisión no debe ser el basurero de la política belga", llegó a decir un conservador. Sólo los socialistas apoyaron a Busquin, quien difícilmente obtendrá el aprobado.

No sería un caso insólito, porque también varios miembros del equipo Santer obtuvieron hace cinco años un suspenso. Entonces se salvó el drama por la vía de que el presidente se comprometió a vigilarles estrechamente y suplir así la falta de confianza. Pero los tiempos se han hecho más duros, los parlamentarios se han crecido, y cualquier error o fallo tiende a traducirse aquí en una factura muy alta.

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