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OFENSIVA ALIADA CONTRA SERBIA

Un inmenso vertedero humano

50.000 refugiados albanokosovares se apiñan en los campos de Macedonia bajo el frío, la lluvia y el hambre

Enric González

ENVIADO ESPECIALLas masas de refugiados, el hambre, el frío y la muerte han vuelto a adueñarse, medio siglo después, del corazón de Europa. Los barrancos de Blace, en la frontera entre la región yugoslava de Kosovo y la República de Macedonia, eran ayer un inmenso vertedero de seres humanos que chapoteaban en el barro y gemían como espectros entre la humareda negra de las hogueras. Unas 50.000 personas, quizá más, se aglomeraban en tierra de nadie, junto a la vía férrea que los serbios utilizan para expulsar a los albaneses de Kosovo. Informaciones sin confirmar, procedentes de organizaciones humanitarias, indicaban que entre 10 y 20 personas podían haber muerto ya durante las dos últimas noches, lluviosas y gélidas, en Blace. El Gobierno macedonio, que ha movilizado a los reservistas para hacer frente a la crisis, dice que no puede aceptar ni un refugiado más.

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"Estamos ante una catástrofe humanitaria, ante una cúspide de la miseria humana", dijo el general Michael Jackson, máximo oficial de las fuerzas de la OTAN estacionadas en Macedonia. El Gobierno de la pequeña república balcánica ha pedido auxilio humanitario a la OTAN, que se encargará de centralizar los alimentos enviados desde numerosos países y preparar paquetes para que la ONU los distribuya entre los refugiados. Sacos de arroz paquistaní, pollo congelado danés y agua embotellada griega empezaban a amontonarse en el campamento británico de la carretera hacia Pristina.

El Gobierno macedonio, sin embargo, se negaba ayer a que las Naciones Unidas participaran en el reparto directo de comida. Sólo los tractores de la organización albanesa Al Hilal, financiada con aportaciones locales y donaciones del extranjero, principalmente saudíes, podían acercarse a la tragedia de Blace con paquetes de agua y alimentos y algunas mantas y plásticos. "La comida sólo resuelve una parte del problema. Esta gente se muere de frío y, si no cambia el tiempo, será pasto de epidemias", afirmó un técnico estadounidense de la Cruz Roja Internacional. El viento frío y la lluvia calaban cualquier abrigo. Abajo, en el barranco, casi impracticable por el barro, la situación era dantesca. Los refugiados, muchos de los cuales disponían hasta hace unos días de calefacción, ordenador o teléfono portátil, quemaban cualquier cosa en pequeñas hogueras para calentarse. La humareda y la indistinguible masa humana se extendían desde el paso fronterizo hacia el interior de Kosovo, sin que se divisara el final. El río Vardar, que marca en ese punto el límite del territorio yugoslavo, se había convertido en una inmensa letrina.

Ésta era una catástrofe anunciada. Y, sin embargo, no se preparó nada. Un pequeño contingente de la OTAN construye en estos momentos, a marchas forzadas, cuatro pequeños campos de refugiados en Bojane, Neprostino, Radusa y Cegrana, zonas próximas a la frontera. Pero los campos, cuya capacidad total apenas superará las 3.000 plazas, solamente servirán para los enfermos y los más frágiles. Uno solo de los trenes que los serbios despachan con fría regularidad -cuatro al día- hacia Blace transporta a casi 5.000 personas. Hacia finales de la semana próxima debería llegar un envío danés de tiendas de campaña que podrían alojar hasta a 5.000 refugiados. Demasiado poco, demasiado tarde.

No ha existido imprevisión, sino desidia. Una desidia impuesta por el difícil, y ya casi roto, equilibrio de la sociedad macedonia. Los macedonios se llevan muy bien con su minoría serbia y han soportado mal a su minoría albanesa, 22% de la población, mientras ha sido minoría. Pero ahora, con la masiva aportación de albanokosovares (al menos 100.000 han entrado en la última semana), los albaneses pueden convertirse en mayoría. Éste es un país con sólo 2,2 millones de habitantes que durante siglos ha pasado de mano en mano entre sus vecinos (Grecia, Serbia, Turquía, Bulgaria, Albania) y que sólo floreció precariamente tras la II Guerra Mundial, dentro de la federación yugoslava. La independencia, conseguida en 1991, carece de garantías. Y el bloqueo internacional contra la vecina Serbia ha frenado la actividad económica y ha exacerbado las tensiones internas. Por eso, el Gobierno macedonio ha tratado de evitar hasta el último momento la construcción de campos e impide que la televisión nacional emita imágenes de la masa albanesa procedente del norte. Los macedonios se niegan a aceptar la presencia de "extranjeros albaneses" en su territorio.

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La vicepresidenta del país, Radmila Kiprijanova, hizo ayer un llamamiento "a todos los partidos y organizaciones" para que desconvocaran las grandes manifestaciones previstas a partir del lunes contra la llegada de albaneses. "Necesitamos a toda la policía en la frontera y en los campos; por favor, evitemos los desórdenes en las ciudades", imploró.

El Gobierno macedonio ha recurrido a una artimaña administrativa para concentrar a los refugiados en la frontera. Pese a la masiva afluencia de albanokosovares, sólo dos policías se ocupan de registrarlos y prepararles una documentación provisional. Casi todos los refugiados han debido entregar sus pasaportes a la policía serbia antes de abandonar Yugoslavia, por lo que los trámites se eternizan.

Las familias procedentes de Kosovo emergen una a una, muy lentamente, de la espantosa hondonada. Y no tienen otra opción que la existente desde el principio de la crisis: la hospitalidad de las familias albanesas de Macedonia. En algunas casas de Skopje y Tetovo se acumulan siete, ocho, nueve familias, cada una de ellas con unos diez miembros. En las habitaciones se instalan plataformas, a modo de grandes literas, para aumentar la capacidad. Al acoger a los desplazados, la pobreza de los albaneses de Macedonia se ha multiplicado.

Tanto macedonios como albaneses hablan ya de empuñar las armas. Los macedonios, porque temen verse marginados y finalmente expulsados de un país que consideran propio. Los albaneses, porque se sienten humillados y porque su situación es casi insostenible. El Gobierno macedonio se ha declarado incapaz de afrontar la crisis y ha pedido ayuda internacional. La presencia del contingente de la OTAN que espera, en teoría, un acuerdo de paz sobre Kosovo para cruzar la frontera y garantizar su aplicación es considerada por las autoridades como el último dique contra la revuelta y, probablemente, la guerra civil.

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