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Una historia sin digerir

El conflicto de Kosovo, que comienza en la Baja Edad Media, es el penúltimo atentado contra la paz en Europa

El problema de Kosovo comienza en la Baja Edad Media y cristaliza a fin del siglo XIX. El 28 de junio de 1389, el zar serbio Lazar muere derrotado por el Imperio Otomano en la batalla de Kosovo Polje, y con él desaparece el reino medieval serbio, que no recuperará su existencia hasta 1878. Una gran mayoría de la población de Kosovo era entonces serbia, aunque nunca había dejado de haber albaneses, que lucharon, como cristianos ortodoxos que eran, en las huestes del monarca serbio.Durante los siglos siguientes, el albanés es el único pueblo europeo, junto con el bosnio, que se convierte mayoritariamente al islam, y protegido por Constantinopla va acentuando su establecimiento en la zona. Tras una serie de guerras, Serbia obtiene la plena independencia del Imperio Otomano en 1878. Las tierras pobladas por albaneses siguen, sin embargo, fieles al poder islámico a cambio de que Constantinopla reúna ese mismo año, en una sola provincia, lo que hoy es Albania y Kosovo. Las penúltimas guerras balcánicas se libran en 1912-1913, y en ellas los albaneses combaten con los turcos contra Serbia y los otros poderes de la región. La derrota otomana lleva a Albania a la independencia y consolida las fronteras de Belgrado con el dominio sobre Kosovo. A comienzos de siglo ya hay una ligera mayoría de población albanesa en la provincia kosovar.

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En 1918, tras la destrucción del imperio de Constantinopla, en la Gran Guerra, se funda el reino de los serbios, croatas y eslovenos, que tomará el nombre de Yugoslavia en 1929, y cuyo centro hegemónico es la antigua Serbia. Al término de la II Guerra Mundial, Yugoslavia se convierte en un Estado federal integrado por seis repúblicas, de las que la mayor, Serbia, cuenta con dos regiones autónomas: Kosovo y Voivodina.

En marzo de 1945 estalla una primera revuelta kosovar, porque los albaneses se niegan a combatir en el Ejército yugoslavo, y el dictador comunista Tito impone el estado de sitio, que dura hasta 1966. Según datos oficiales, los albaneses son ya el 66% de la población, y en 1968 el líder yugoslavo, que es croata, eleva el status de Kosovo a república autónoma con Parlamento y Gobierno propios. Finalmente, en 1974, una nueva Constitución ahonda en esa lógica creando la República Socialista de Kosovo, pero siempre dentro del Estado federativo serbio. Las seis repúblicas yugoslavas -Serbia, Croacia, Montenegro, Eslovenia, Macedonia y Bosnia-Herzegovina- le niegan, sin embargo, a Kosovo el carácter de séptima república, dotada como ellas de un teórico derecho a la secesión.

Las autoridades de la república autónoma proceden entonces a una primera versión, bien que incruenta, de la limpieza étnica, provocando el éxodo serbio del territorio, de forma que a la muerte de Tito, en 1980, los albaneses son ya cerca del 80% de la población. En abril de 1981 hay cientos de muertos en la represión de Belgrado contra las nuevas exigencias populares de que se reconozca a Kosovo el status de séptima república yugoslava.

A fin de 1987, Slobodan Milosevic alcanza la presidencia del Partido Comunista Serbio y el 27 de mayo de 1989, para responder a una creciente agitación separatista, anula lo esencial de la autonomía kosovar; una nueva revuelta es reprimida con una limpieza étnica ya en toda regla, en la que mueren cientos -si no miles- de albaneses. El llamado otoño de los pueblos, con la caída del muro y la desintegración del bloque soviético, provoca ese mismo año la destrucción de la Yugoslavia de Tito, que entre 1990 y 1992 se divide en los Estados independientes de Eslovenia, Croacia, Macedonia, Bosnia y Yugoslavia (Serbia y la diminuta Montenegro). Milosevic, que ha hecho la fase poscomunista de su carrera como campeón del nacionalismo serbio, disuelve el 26 de junio de 1990 el Parlamento y el Gobierno de Kosovo, que sólo existían ya pro-forma. En julio siguiente, una reunión clandestina de la mayoría de los diputados albaneses proclama la soberanía del país, que posteriormente se convertirá en ilegal declaración de independencia.

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A comienzos de los noventa, de los dos millones de habitantes de Kosovo, menos de 200.000 son serbios, porque, pese a ejercer el poder, la presión popular y la crisis económica (Kosovo es la zona más pobre de Serbia) han ido obligándoles a emigrar de vuelta a su república madre.

El factor de equilibrio que constituía el Estado de Tito desapareció porque todos sus elementos componentes querían ventajas a la hora de compartir el rótulo común, especialmente el serbio Milosevic, que era quien empuñaba las armas. Por ello, Kosovo, al que es difícil no ver ya como país independiente, es el penúltimo atentado -en los Balcanes, ningún problema es jamás el último- contra la paz en Europa. Ya dijo Winston Churchill que la península balcánica generaba más historia que la que era capaz de digerir.

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