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Unas píldoras de papel 'milagrosas' dividen a la Iglesia de Brasil

Juan Arias

Cuando hace apenas un mes, Juan Pablo II regaló a Brasil el primer beato de su historia, Fray Galvao, los católicos exultaron porque, a pesar de que este país cuenta con la tercera parte de los católicos de toda Iberoamérica, no tenía ni un candidato a santo. Pero lo que nadie imaginaba es que el nuevo beato iba a levantar una división entre la Iglesia progresista y la conservadora. Y todo por culpa de unas píldoras de papel, que llevan una invocación a la Virgen y que, según los fieles, hacen milagros. Se llaman píldoras de Fray Galvao y las fabrican a millares las monjas del monasterio de la Inmaculada Concepción, en Guaratinguetá, ciudad natal del nuevo beato.El problema es que fue el Vaticano el primero que atribuyó a estas píldoras de papel, que los fieles se tragan como una medicina, y les atribuyó poderes milagrosos. Se trató precisamente del milagro reconocido por el Papa para la beatificación de Fray Galvao. En 1990, 168 años después de la muerte del nuevo beato, la niña Daniela Cristina de Silva fue internada en estado muy grave a causa de una hepatitis. La familia hizo la novena a Fray Galvao y le hizo tragar las píldoras milagrosas a la niña, que se curó enseguida. Dado que dicho milagro había sido reconocido por el Vaticano, los fieles y devotos del nuevo beato se han lanzado en masa a adquirir las píldoras milagrosas.

Se calcula que más de tres mil personas se acercan cada día al monasterio para conseguir las píldoras del beato, que se distribuyen gratis. El cardenal de la diócesis de la Aparecida, Aloisio Lorscheider, donde está ubicado el convento de las monjas que fabrican los cartuchitos de papel que la gente se traga pidiendo todo tipo de gracias y milagros, ha prohibido la distribución de la medicina milagrosa. Lorscheider pertenece al ala progresista de la Iglesia de Brasil y ha dado dos motivaciones para la prohibición: que el hecho está distrayendo a las monjas de sus deberes de oración y meditación, pues no hacen otra cosa en todo el día que fabricar las píldoras de papel, y porque el fenómeno podría acabar en pura superstición. Los fieles devotos de Fray Galvao se han levantado en armas contra el cardenal progresista. "Prohibir la píldora", dicen, "es matar la fe".

El arzobispo de São Paulo, Claudio Hummes, del ala conservadora, ha pedido un compromiso: que se permita la fabricación de las píldoras milagrosas en el santuario de la Luz, de su diócesis, a condición de que se entregue a los fieles una aclaración en la que se explique que "las píldoras solas no curan", que es preciso que quien las trague tenga conciencia de que lo que cura es la fe. Para evitar el trastorno de las monjas, el arzobispo de São Paulo ha aconsejado a los fieles que se construyan ellos mismos la píldora del milagro y las monjitas han tenido que revelar la fórmula que escribían en el papelito que se convertía en píldora. Es una frase en latín que dice: Post partum Virgo inviolata permansisti. Dei Genitrix, intercede pro nobis.

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