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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Viraje

Uno de los problemas importantes del Gobierno y del Partido Popular (PP) era hasta ahora la escasa rentabilidad, en términos de imagen ante la opinión pública, que estaba obteniendo de las excelentes condiciones de la economía española y de la sensación de prosperidad que se difunde entre los ciudadanos. Es una cuestión muy debatida ya, pero los cambios cíclicos de situación se trasladan siempre con lentitud a la conciencia de la sociedad. Pesaban también otros factores que explicaban la incapacidad del Gobierno para despegarse de la oposición en las encuestas sobre intención de voto. Como la actitud excesivamente crispante de una parte del Gobierno, que se traducía en un clima de confrontación permanente con el primer partido de la oposición o la percepción que tiene del PP la sociedad como un partido netamente derechista. Esta percepción no ha variado a pesar de la intensa campaña centrista del Gobierno, pero al mismo tiempo el barómetro de otoño que hoy publicamos muestra una clara ventaja del PP sobre el PSOE de 3,7 puntos en intención directa de voto, frente al empate técnico de julio (1,4 puntos de diferencia).Este afianzamiento del voto hacia el PP puede tener una explicación al menos parcial en que los ciudadanos aprecian, casi por primera vez, un clima económico satisfactorio. El 36% de los encuestados considera que la situación de la economía es buena o muy buena, frente a un 23% que la califica de mala o muy mala. Nunca antes se había establecido tal margen de 13 puntos, que define la profundidad con la que ha calado en los ciudadanos la bonanza económica, la mejora del empleo y la certeza de la integración en el espacio monetario europeo. Salvando incluso las incertidumbres que se derivan de la crisis financiera mundial.

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El clima político también ha mejorado de forma espectacular. El 33% asegura que la situación política es buena o muy buena; el 26%, mala o muy mala. Tres meses atrás, las cifras estaban invertidas con un 28% y un 34%, respectivamente. No es posible explicar este giro copernicano sin la aparición en escena de dos nuevos factores políticos: el viaje al centro que dice haber emprendido el PP y que pretende corregir precisamente uno de los handicaps del grupo popular en su relación con los electores. Empieza a apreciarse una tímida reacción en los ciudadanos sobre este particular. Si en el barómetro de julio situaban al PP en 6,9 puntos en una escala ideológica entre cero (extrema izquierda) y 10 (extrema derecha), ahora lo mueven una décima hacia el centro, a 6,8 puntos. Un pálido comienzo.

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El barómetro recoge dos efectos derivados de la tregua de ETA. Por una parte, aumenta la divergencia de opinión entre los ciudadanos vascos, partidarios de inmediatos gestos de distensión, y los del conjunto de España, que los condicionan a un cese definitivo de la violencia. Un argumento más para que el Gobierno dosifique sus decisiones, pero, sobre todo, para que lo haga con claridad. El segundo efecto es el convencimiento de que la tregua aumentará la participación en las próximas elecciones autonómicas vascas y que beneficiará a los nacionalistas.

Es un momento dulce para el Gobierno, que puede consolidarse o no en función de sus respuestas inmediatas a problemas como el de la crisis financiera o la propia tregua. Aznar aparece por primera vez como el líder más valorado (5,1 puntos), por delante de Pasqual Maragall y José Borrell. Pero la consolidación de esa tendencia no se dará por añadidura. Los ciudadanos mantienen todavía serias reticencias sobre el viaje al centro de Aznar: el 48% de los encuestados considera que el giro es oportunista. Y el 39% entiende que el Gobierno se está mostrando muy pasivo al afrontar la crisis financiera. Si el PP quiere mantener distancias tendrá que confirmar que se desplaza hacia el centro con medidas de centro, no sólo con palabras. Una piedra de toque fue su actuación ante la ley del aborto.

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