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Reportaje:BIOLOGÍA: NEUROLOGÍA

La sensación de que el tiempo vuela se relaciona con el envejecimiento del cerebro

, ¿Es posible que ya sea Semana Santa? Parece como si con cada año que pasa, los días y las semanas se fueran volando a mayor velocidad. Si alguna vez ha tenido esta impresión, no crea que son imaginaciones suyas. Los estudios sobre la percepción del tiempo por los humanos demuestran que los cambios en el sistema nervioso relacionados con la edad modifican el sentido del tiempo, que realmente parece pasar más deprisa a medida que se envejece.

En una reciente reunión de la Sociedad Americana para la Neurociencia un psicólogo, Peter A. Mangan, informó acerca de un estudio en el que había pedido a gente de diversas edades que calcularan cuándo habían pasado tres minutos, contando en silencio los segundos. La gente con poco más de 20 años tuvo un margen de error de tres segundos, y algunos fueron de una precisión total. Los sexagenarios calcularon los 3 minutos cuando habían pasado 3 minutos y 40 segundos. La gente de mediana edad estaba entre medias, pero, al igual que los mayores, todos subestimaron el paso del tiempo.

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Este fenómeno ha llevado a los investigadores a sospechar que el cerebro contiene un reloj especial que registra los intervalos de tiempo en el radio de segundos a minutos. Un neurólogo de la Universidad de Duke, Warren Meck, y su colega Mathew Matell han propuesto ahora un modelo de este reloj basado en estudios de la anatomía del cerebro humano.

Neuronas

De acuerdo con su teoría, un grupo de neuronas en el cerebro medio recoge las señales referentes al tiempo de todo el cerebro y coordina las que se producen simultáneamente y se refieren a acontecimientos o percepciones singulares. Las neuronas determinan también el comienzo y fin de diversos intervalos de tiempo que al cerebro le interesa medir, como cuánto tiempo va a tardar en ponerse verde un semáforo en rojo. Más aún, un compuesto químico del cerebro llamado dopamina regula este reloj. Si se añade dopamina, el reloj va más deprisa; si se elimina, el reloj se hace más lento.Los defectos de este reloj podrían ayudar a explicar dolencias humanas como la dislexia, la hiperactividad, la enfermedad de Parkinson y la esquizofrenia. Podrían ayudar a explicar por qué en un accidente de automóvil tres segundos pueden parecernos tres minutos, por qué los ancianos de una residencia se confunden a veces con el tiempo, e incluso de qué manera algunas drogas como cocaína y anfetamina producen una sensación de "velocidad", mientras otras, como la marihuana, ralentizan subjetivamente el paso del tiempo.

Un psicólogo estadounidense, Hudson Hoagland, adivinó por primera vez la existencia de un ritmómetro en los años 30, cuando su mujer padeció una fiebre intensa. La señora Hoagland se quejó de que su marido se había marchado de la habitación durante mucho tiempo, cuando en realidad había salido sólo un momento. Lleno de curiosidad, Hoagland pidió a su mujer que le dijera cuándo había pasado un minuto. Después de 37 segundos ella dijo que ya había pasado el tiempo. Y a medida que subía su temperatura su cómputo era aún más rápido. En experimentos posteriores, Hoagland descubrió que podía producir un retraso del 20% en el sentido del tiempo de un individuo, aplicando calor al cerebro de esa persona. Otros investigadores descubrieron posteriormente que haciendo descender la temperatura del cuerpo de una persona en dos o tres grados se podía acelerar el sentido subjetivo del tiempo.

La idea de que existe un reloj que mide los intervalos en el ámbito de segundos a minutos (además de los circuitos, que miden décimas y centésimas de segundos y el reloj circadiano que controla la longitud del día) tiene mucho sentido. La capacidad de valorar breves duraciones de tiempo es de enorme importancia para el aprendizaje y la supervivencia, según John Gibbon, de la Universidad de Columbia.

Meck y su ayudante creen que esta función de coordinación la realiza una estructura del cerebro medio, el estriado, cargada de neuronas espinosas, llamadas así porque sus ramificaciones poseen abundantes espinas. Tales neuronas están bien conectadas en cuanto que cada una de ellas -y hay mies- está relacionada con decenas de millares de otras células por medio de las dendritas, que proceden de otras partes del cerebro. Las dendritas son las finas ramificaciones que ayudan a las células del cerebro a comunicarse. Detectan las oscilaciones o ritmos de los impulsos e las células que se producen en todo el cerebro, dice Meck, "y el problema ha sido ¿qué demonios hacen con ellos?".

La clave para el funcionaiento -o los fallos de funcionamiento- de este reloj es la dopamina. Cuando el cerebro advierte algo nuevo o apetecible, la dopamina producida en una zona cercana, la sustancia negra, se libera sobre las neuronas espinosas, que reciben un impulso y comienzan a integrar las señales temporales. De esta forma, el cerebro aprende a adelantarse segundos o minutos a los acontecimientos.

Ratas

Según Meck, los experimentos con animales y con humanos apoyan la existencia del circuito de intervalos cortos. Por ejemplo, las ratas entrenadas para pulsar una palanca a intervalos regulares para obtener comida, pierden esta capacidad cuando se les extraen las células que producen, dopamina. Cuando se les proporciona una forma sintética de dopamina, recuperan esta capacidad.Los investigadores están de acuerdo en que las drogas afectan al sentido del tiempo del cerebro y en que al envejecer, la mayoría de la gente experimentará las veleidades del ritmómetro. Los estudios demuestran que los niveles de dopamina empiezan a reducirse gradualmente cuando la gente llega a la veintena y descienden a lo largo de la vejez, afirma Mangan. Cuando los niveles de dopamina decrecen de modo natural con la edad, el sistema nervioso y su ritmómetro se hacen más lentos. Por eso, según Mangan, los ancianos de las residencias, cuando se les aparta de las rutinas y relojes de casa, a menudo confunden el tiempo. Cuando los niveles de dopamina son altos, como sucede en la juventud, el sistema nervioso es extremadamente activo y el ritmómetro funciona con mayor rapidez. Como demuestran los experimentos, cuanto más viejo se hace uno, más se tiene la impresión de que el tiempo vuela. Lo bueno es que la primavera llega cada vez más pronto.

NYT News Service.

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