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Reportaje:

Dime tu mote

Un jubilado colmenareño elabora un diccionario con los apodos de los vecinos del pueblo

Existe una calle en Colmenar en la que, antiguamente, sólo con las prendas de los motes de los vecinos que vivían en ella se podía vestir a una persona de los pies a la cabeza tan ricamente. Y es que por riguroso orden sucesivo, del principio al final de esta calle, residían El Tío Calzones, El Tío Pantalones, El Tío Chaleco y El Tío Levita; más allá, La Tía Sandalia y, al final, El Tío Chistera, El Tío Chapiri y El Gorra. La calle se llama Carretas, y la persona, que ha rescatado esta curiosidad, Juan Jusdado, un jubilado colmenareño de 71 años enamorado de su pueblo y de las tradiciones rurales.Durante un año, Juan, a la sazón el hijo del Tío Saturio, ha recopilado de aquí y de allá nada menos que 743 motes y apodos colmenareños desde los años treinta, y los ha dado a conocer impresos y ordenados alfabéticamente en un casero folleto grapado y divulgado a través de la Asociación Cultural Pico San Pedro.

"La base de este diccionario ha sido un viejo cuaderno en el que mi hermano Mariano iba apuntando los motes de los vecinos. Le gustaba mucho hacerlo, no sé por qué, y yo, por continuar esa labor y en recuerdo suyo, me puse a preguntar a la gente y a recopilarlos porque me pareció muy bonito dejar una cosa así escrita. Aunque sólo sea por curiosidad, andando los años, seguro que hará gracia leer la cantidad de sobrenombres que había en Colmenar", cuenta.

Aunque los ha ordenado alfabéticamente, Juan distingue varias categorías de motes. Los hay cariñosos -los impuestos normalmente por los padres con los diminutivos de los nombres o con apelativos farniliares-, como Caracola, Malva Real, Virgen, Recielo o Lucero; los hay referentes a la profesión, como Aguador, Capitán o Carpintero; alegóricos al algún rasgo de la personalidad o del físico, como Zahíno, Templá, Goloso o Generosa; irónicos en busca de algún defecto, como Verruga, Cabeza Larga, Cara Cortá, Malos Pelos o Peluca; ofensivos y vergonzantes, como Polla Rica, Sin Culo o Marica Tonta; los hay que no dicen nada y no se sabe de dónde han salido, como Facota, Ga, Fo o Fusique; y los hay tan pintorescos como Treinta Zorras, Estampa Fina, Tururú, Medio Millón, Nochebueno o Traga Arroz; amén de los relativos a la fauna -como Conejo, Becerro, Urraca, Mula, Palomo o Jilguero-, a los colores o a los alimentos.

Juan Jusdado cree que los apodos en Colmenar tienen tanto arraigo que son como títulos nobiliarios: "Han saltado de padres a hijos por herencia; son como nuestros signos heráldicos, como los escudos de nuestras casas, las banderas de nuestras familias y la grandeza de nuestra estirpe. Los colmenareños defendemos nuestros motes con mucha honra".

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