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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Navidad en Cuba

LAS DOS partes tienen el máximo interés en que la operación salga bien. Pero tienen visiones distintas de lo que eso significa. La Cuba castrista necesita que la visita del Papa en enero sea un éxito de propaganda, pero no forzosamente un llenazo de público. El Vaticano desearía, sin duda, un desbordamiento popular de aquellos a los que está acostumbrado el Pontífice en sus visitas a la pobreza del mundo. No sólo por el bien del catolicismo en Cuba. También como parte de su contraofensiva ante el avance del protestantismo en América Latina. De momento, Fidel Castro ha hecho un gesto amistoso declarando de nuevo la Navidad como fiesta oficial.Castro es, con Gaddafi, Sadam Husein y el ayatolismo iraní, uno de los cuatro jinetes del apocalipsis para Estados Unidos. Y su situación no es mejor que la de los otros citados. Necesita, tanto como la ayuda económica, un balón de oxígeno internacional de ese calibre. Por ello aprovechará la estancia del Papa para mostrar al mundo una imagen de razonable libertad religiosa.

El Papa es consciente de que se le invita por razones escasamente pastorales, pero, al igual que los soberanos, de los que se decía que su mayor preocupación era preservar la dinastía, está dispuesto a pagar un precio político para restaurar una cierta posición de la Iglesia en Cuba tras cuatro décadas de comunismo. El Vaticano siempre estuvo en contra del embargo norteamericano. En este sentido, nadie puede tachar de incoherente el viaje. El Vaticano no está ni mucho menos solo cuando considera que la actitud norteamericana hacia la isla, con el corolario de guerra comercial de la ley Helms-Burton contra la inversión en Cuba, es absurda y contraproducente.

Para España también es positivo el viaje porque, dadas las malas relaciones del Gobierno de Aznar con La Habana, y en vísperas de la celebración del centenario del 98, todo lo que impulse a Castro a no aprovechar esta conmemoración para despacharse a gusto con la antigua potencia colonial es conveniente para la política exterior española en América Latina.

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Hay que felicitarse, por tanto, de que Cuba recupere con un amplio significado político una de sus históricas tradiciones y vuelva a celebrar oficialmente la Navidad. Y es de esperar que no sea un hecho aislado para contentar circunstancialmente a, Juan Pablo II. El éxito cubano y el pontificio son perfectamente compatibles en esta visita. Y el pluralismo y la tolerancia oficial en Cuba sólo pueden ganar con este acontecimiento.

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