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Demasiados humos

"Yo soy la madre de todos los niños de Israel, afirmó un día Sara Netanyahu dirigiéndose a sus hijos Auner y Yair, de dos y seis años de edad, mientras trataba de justificar con estas palabras los largos periodos de ausencia de su hogar y no lograba otra cosa que provocar la perplejidad de los pequeños y la hilaridad de unos ciudadanos que se mofan de cómo se le han subido los humos a la cabeza a la primera ministra.En otra ocasión, Sara Netanyahu espetó a una empleada del hogar: "Tienes que ser refinada, como yo". La mujer se había echado a llorar en medio del salón de la casa, después de haber recibido por parte de la esposa del primer ministro una escandalosa reprimenda. Su delito había sido el haber traído a destiempo unos vestidos que tenía que planchar.

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La lista de perlas generada por las ínfulas de Sara Netanyahu es inagotable y reiterativa como lo demuestra aquel novelón inagotable que empezó a ser publicado en julio de 1996, cuando la prensa israelí descubrió el llamado nanigate, la historia de las peripecias de Tanya Shaw, la niñera de 21 años, originaria de Suráfrica, despedida con cajas destempladas por dejarse quemar una sopa en la lumbre.

"¡Odias a mis hijos, vete inmediatamente de esta casa!", gritó en aquella oportunidad la iracunda señora de Netanyahu, mientras llamaba al policía que custodiaba el domicilio para que sacara inmediatamente de la vivienda a la criada, orden que el agente se negó en redondo a cumplir. Entonces acudió en ayuda de la airada patrona un miembro de los servicios de su seguridad personal, que sacó a la joven a empujones de la vivienda y la dejó durante tres horas llorando sola y sentada en la acera.

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