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La envidia

Deberíamos releer, de cuando en cuando , el libro de Max Scheler El resentimiento en la moral, que publicó el filósofo alemán por los años veinte y, casi simultáneamente, lo pudieron leer los españoles en la traducción que hizo José Gaos para la Revista de Occidente. Porque su explicación de la envidia, nuestro defecto más nacional, parece que describe puntualmente, como si fuera una crónica de actualidad, los ataques que se han emprendido por la plataforma digital -todavía técnicamente inexistente- promovida por el Gobierno, contra la plataforma digital -ya en servicio- del grupo promovido por PRISA. "La envidia", nos dice Scheler, "surge del sentimiento de impotencia que se opone a la aspiración hacia un bien por el hecho de que otro lo posee. Y el conflicto entre esta aspiración y esa impotencia se descarga en una actitud de odio contra el poseedor de aquel bien, al parecernos que el otro y su posesión son la causa de que no poseamos el bien". Una envidia que puede llevar conexos "sentimientos de venganza, de odio, de maldad, de ojeriza o de perfidia".Este defecto de la envidia viene de lejos en nuestras tierras ibéricas, porque ya Ibn Hazan, el autor de El collar de la paloma, tan bellamente traducido por Emilio García Gómez, decía en tiempos del califato: "Los habitantes de España sienten envidia por el sabio que entre ellos surge y alcanza maestría en su arte. Tienen en poco lo mucho que puede hacer, rebajan sus aciertos y se ensañan, en cambio, con sus caídas y tropiezos, sobre todo mientras vive, y con doble animosidad que en cualquier otro país. Y si la suerte le lleva luego a descollar claramente sobre ellos o le hace abrir una senda que no es la que ellos frecuentan, entonces se declara la guerra al desgraciado, convertido en pasto de murmuraciones, cebo de calumnias, imán de censuras, presa de lenguas y blanco de ataques contra su honor. Le atribuirán lo que no ha dicho, le colgarán lo que no ha hecho, le imputarán lo que no ha proferido ni ha creído su corazón...".

Esto es lo que pretenden hacer todas esas fuinas político-periodísticas, que claman en orquestada algarabía, desde medios de comunicación diversos -alguno de los cuales debería respetar más su largo y noble pasado-, contra Jesús de Polanco y sus realizaciones empresariales que, entre otras cosas, han creado cerca de 4.000 puestos de trabajo directos más los numerosos inducidos. Los que emprendimos esta Promotora de Informaciones, SA, cuyo buque, insignia sigue siendo EL PAÍS, estamos orgullosos de las ampliaciones que logró nuestro presidente hacia otros medios de comunicación -en momentos en que no estaba claro su porvenir- como la SER, Canal+ y ahora el Canal Satélite Digital.

Pero, como decía Alain, "nada es más peligroso que una idea, cuando sólo se tiene una", y esos envidiosos tienen la idea fija y única de acabar con esta empresa de comunicación. A veces los descubrimos porque, como decía un personaje de Cunqueiro, "conocerás que es el zorro el que salta en la noche en que salta de lado. El can y el lobo saltan de frente". Felizmente, nuestros lectores siguen haciendo de EL PAÍS el líder -en auge, por cierto- de la prensa nacional y nuestros oyentes y televidentes sitúan a las empresas correspondientes en cuotas de muy notable competencia.

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Yo lamento que la política del Gobierno apoye y fomente esos ataques tan personales -a una persona física y a una persona jurídica- creyendo, sin duda, que con ello gana poder en la sociedad. Sería preferible que animase a todos los españoles, en estas horas difíciles que se avecinan, con una política a la altura de los tiempos y de la tarea que a España debe incumbirle en la nueva Europa. Sino parece como si en la aldea el energúmeno de turno entrara en la sala de baile y con su bate de béisbol -porque es muy moderno y ya no usa garrote- rompiera las luces y dejase a oscuras la reunión.

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