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"La dictadura argentina debió legalizar la tortura", afirma el ex general Suárez Mason

Juan Jesús Aznárez

Aún lamenta el general aquel descuido en la lucha contra el "enemigo comunista": debió haberse legalizado la picana para evitar la discrecionalidad en el uso de esa benemerita institución, pilar del Estado de derecho de la última dictadura argentina (1976-1983). "A algunos los eliminamos", admite Carlos Guilermo Suárez Mason, entonces jefe del I Cuerpo de Ejército, y encargado del mayor número de centros clandestinos de detención.

El destacado represor se explica por primera vez en casi 15 años: "Tal vez deberíamos haberla legalizado [la tortura] para cubrir algunos excesos, como hacen los judíos que dan varias palizas de muerte al día..., pero ellos tuvieron la audacia de incluirla en la ley. Claro que el poder judío es un poder mundial, por lo cual nadie lo critica. Es el único país que lo puso, ni Hitler, ni nosotros, nos atrevimos a legalizarla".

En una entrevista con la revista Noticias, Suárez Mason, de 72 años, advierte que "todavía hay subversivos sueltos. Muchos están en el Frepaso", coalición de centro-izquierda y tercera fuerza política nacional, dirigida por el ex peronista Carlos Álvarez.

Este general, que estuvo al mando de la zona más densamente poblada de Argentina entre los años 1976 y 1979, está incluido en la lista de militares citados por el juez español Baltasar Garzón en la causa de los españoles desaparecidos bajo la dictadura militar argentina. Fue extraditado desde Estados Unidos en 1988 para ser juzgado por 43 asesinatos y 24 secuestros. Le acusaron de 635 delitos. "Yo fui un general duro porque nunca admitía transacción, nunca fui un blando", asegura el ex militar.

Gana el más violento

"Y vinieron los decretos", recuerda, "esos decretos dicen 'aniquilar'... y además se crea el Consejo de Defensa Nacional para aniquilar la guerrilla. Y no dice 'aniquilar la guerrilla' sino 'aniquilar a sus componentes'. Así, y varias veces. Y eso es lo que hicieron [habla en tercera persona]. Ahora, usted me va a decir 'claro, pero hubo excesos'. La guerra no tiene excesos. La guerra es un juego en el que gana el más violento". "¿Y usted a que llama excesos?", le pregunta el entrevistador Darío Gallo. "Por ejemplo, al haber detenido gente sin comunicarlo. Hubo 10.000 presos que pasaron por las cárceles. Algunos quedaban y los largaron al final. Yo nunca mandé fusilar a nadie. A algunos, los eliminamos".Carlos Guillermo Suárez Mason, Pajarito, dado de baja en el Ejército en 1984, año en que burló la justicia huyendo a Estados Unidos, acompaña ahora a su esposa al supermercado, practica gimnasia tres veces al día, y fue peregrino con otros 150.000 devotos, el 25 de septiembre último, a San Nicolás para rezar a la Virgen del Rosario. "Quisiera trabajar en cualquier cosa, pero nadie me toma.

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Parece mentira. Nosotros salvamos a los empresarios de la muerte". El ex jefe militar resta importancia a la autocrítica Institucional efectuada por el general Martín Balza, jefe del Ejército, porque en ese período cumplió destino en Perú. "No tiene trascendencia [lo que dijo]". "Autocrítica personal no tengo porque actué dentro del Ejército". Entonces, ¿no se arrepiente de nada?: "No... todos los días uno comete errores".

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