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"Fidelio' es mi símbolo del fin de la guerra"

Se mascaba ya el ambiente en vísperas de la premiere. Los comentarios que se filtraban de los asistentes a los ensayos no podían ser más elogiosos. "Es el espectáculo del festival", se decían unos a otros, y así los rezagado buscaban una entrada a cualquier precio, con lo que la locura que a veces transmite la ópera se difundía por un boca a boca contagioso. No era suficiente para calmar la inquietud que el anuncio de que la ópera se iba a transmitir en pantalla gigante por circuito cerrado de televisión al aire libre en la plaza de la Catedral. Había que ser testigo directo, pero ¿cómo?, si no había una entrada ni recurriendo a las más altas influencias.Georg Solti se presentó a la cita en su camerino de la Grosses Festpielhaus como un obús. Faltaban 24 horas para el estreno, pero tras los resultados artísticos del ensayo general sabía que tenía oro puro en sus manos. "Tengo una relación muy especial de amor por Fidelio. No sé si sabe que dirigí esta ópera en 1946 en Sttutgart y Múnich, en unos momentos muy complicados tras el final de la II Guerra Mundial. Es una larga historia que para mí tiene un significado muy simbólico, pues suponía el arranque de mi carrera operística tras la contienda. La invitación de Múnich venía del Gobierno militar de Estados Unidos, pero, imagínese, yo era húngaro e iba a, dirigir en Alemania una obra sobre la libertad y la reconciliación en aquella situación. Por eso es muy emotivo este reencuentro en Salzburgo 50 años después".

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Los grandes amores

Hace 16 años, Georg Solti grabó Fidelio para Decca con la Orquesta Sinfónica de Chicago. Desde entonces no ha frecuentado este título en su repertorio. "Sí, es cierto, pero los grandes amores siempre permanecen, aunque en algún período desaparezcan", declara. "Fidelio es además una obra de gran modernidad, no solamente por la orquestación, que eso es muy evidente, sino por la construcción en diferentes piezas cortas. Es una ópera muy especial".La producción escénica que se pone en pie estos días en Salzburgo está dirigida por el alemán Herbert Wernicke, producción con la que Solti se siente identificado. "Le diré por qué. Todo está en función de la música. Hasta el escenario y la colocación de los cantantes favorecen la acústica de las voces. Es, además, un montaje sencillo y claro, en que las dificultades de la proposición plástica son compensadas por el protagonismo teatral de la música. Hay diálogo, escena y guión, y eso es importante".

Tiene ya 84 años Georg Solti, con lo que, se ha corrido estos días por Salzburgo el rumor de que tal vez sea la última ópera que dirija aquí. "¡Oh! Todo el mundo dice esto. La verdad es que no sé si dirigiré o no más óperas en el Festival de Salzburgo. En versiones de concierto, desde luego, no tengo ningún problema. Lo que más me cuesta es tener que estar seis semanas en la ciudad con los ensayos de escena. Y es que cada vez me gusta más disfrutar del verano y del buen tiempo". Solti tiene alquilada una casa en Aigen, a las afueras de Salzburgo en las montañas situadas al noroeste de la ciudad, donde practica la natación y el reposo.

"Es muy bonita. Llevo ya allí desde hace cinco años. Desde que dejé América mi vida ha cambiado. Aquel trasiego de Chicago, Cleveland, Nueva York y San Francisco ha pasado ya a la historia. Ahora me lo tomo todo con más calma. Dirijo ópera en Londres, sobre todo. Los conciertos no tienen tanta parafernalia". Cuando le es posible Solti se desplaza a su casa de la Toscana italiana para gozar de la naturaleza. Se cuida, desde luego, pero sigue sorprendiendo su extraordinaria vitalidad. "No sé de dónde saco las energías, se lo aseguro. Tal vez es que amo mucho mi profesión. No puedo vivir sin la música: seguramente sea la música la que me dé esa fuerza que usted dice".

¿Le gustaría dirigir en el Teatro Real de Madrid? Su respuesta es contundente. "No. Me gusta mucho Madrid o Barcelona, pero no soporto estancias prolongadas en un hotel. El mejor hotel del mundo, no sé, es el Ritz de Madrid. No aguanto una estancia sana de más de seis días. Ahora voy a ir a Madrid en octubre con la Filarmónica de Londres para un concierto sinfónico, pero eso es distinto. Llegas, tocas pasas una noche o dos y te vas. La ópera sin embargo requiere una atención y una entrega solamente soportable si tienes tu entorno familiar al lado del teatro".

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