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México: la travésia del desierto

Joaquín Estefanía

Esta semana, seis meses justos después del crash de su moneda, México volvió a los mercados de capitales. El secretario de Estado de Hacienda mexicano, Guillermo Ortiz, cerró en Madrid la emisión de 300 millones de dólares en eurobonos de Bancomex, la primera que protagoniza México desde el desdichado mes de diciembre de 1994, cuando los mexicanos se despertaron sabiendo que su dinero no valía casi nada.Ana Patricia Botín, consejera delegada del Banco Santander de Negocios, ha declarado (véase el programa de televisión Plusvalía de hoy, en Canal +,a las 14.30) que "somos el banco que está liderando la vuelta de México a los mercados voluntarios de capitales". Además de Emilio Botín -que firmaba el acuerdo con México el mismo día en que su entidad se convertía en el primer accionista del sexto banco más importante de Estados Unidos-, Guillermo Ortiz se entrevistaba con otros banqueros españoles como Emilio Ibarra (Banco Bilbao Vizcaya) o José María Amusátegui (Banco, Central Hispano), con políticos como Carlos Solchaga (viejos amigos, viejos colegas), visitaba la Bolsa de Madrid y conversaba con la prensa, tratando de convencer a todos de que México ya está en movimiento, en plena travesía del desierto desde las profundidades más abismales hacia la recuperación.

La coyuntura es especialmente mala, según Ortiz, porque este trimestre habrá sido, el peor en cuanto a la disminución de la actividad económica, el cumplimiento de plazos de la deuda y la depresión del consumo, pero la economía mexicana da indicios de recomposición, aprovechando los instrumentos de la modernización implantados en el sexenio anterior: la herencia positiva de Salinas de Gortari.

Para el secretario de Hacienda, el plan de emergencia está dando resultados ya, apenas un trimestre después de su implantación, y el brutal ajuste será intenso pero corto; las entidades financieras mexicanas están recuperando la confianza de los inversores internacionales, mientras que en la crisis anterior (la de la deuda externa), se tardaron siete años en recobrarla.

La crisis de 1982 fue preavisada por los mercados; la de diciembre último llegó de improviso. Recordemos lo que pasó entonces: el milagro económico mexicano se vino abajo; con el nuevo sexenio, uno de los países para digma de la apertura comercial y financiera entró en sospecha. El peso se devaluó un 100% y, en su fragilidad, arrastró a muchas de las economías emergentes de la zona; en pocas semanas se produjo la flotación del peso, su devaluación, el hundimiento de la Bolsa, el desplome de las acciones mexicanas en Nueva York, la cólera de los empresarios endeudados en dólares que se sentían es tafados (la paridad peso / dólar, con un pequeño deslizamiento calculado, fue el eje de las promesas de Salinas de Gortari), las alzas continuas de los precios, el desbaratamiento de las previsiones económicas, las durísimas críticas de los inversores externos sobre el manejo que el primer equipo económico del nuevo presidente, Ernesto Zedillo, hizo de la crisis, etcétera.... El modelo mexicano se disolvió como un azucarillo.

La causa técnica del desastre fue el abultado déficit por cuenta corriente, que representaba el 8% del PIB, causado por los efectos más perniciosos de la avalancha de capitales en los primeros años de la década de los noventa: el capital extranjero inyectó- una enorme liquidez en el sistema que dificultó la política monetaria restrictiva de México e indujo a una fuerte sobrevaloración del peso. El pasado 20 de diciembre comenzó la pesadilla de la que ahora el presidente Ernesto Zedillo intenta sacar al país.

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