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Tribuna
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La Cerezal

Escribió Pavese: "El hombre que ha estado en la cárcel vuelve a la cárcel cada vez que muerde un pedazo de pan". Gerardo Iglesias nació en una aldea minera que todavía se llama La Cerezal. Y digo todavía se llama porque las explotaciones a cielo abierto pueden borrarla del mapa, y tal vez en el futuro la memoria del pueblo cuna del ex secretario general del PCE se refugie en la tasca restaurante que ha abierto en Gijón, que se llama necesariamente La Cerezal. Y yo, que he hablado con este hombre en varias ocasiones de la Historia, me sorprendo si me describe con entusiasmo las tapas y platos que sirve en su establecimiento. Ojo: escalopines al Cabrales, lomo a la cerveza negra, revueltos de berenjenas y bonito, sardinas rellenas.Durante largos meses he estado persiguiendo el origen y la finalidad de la obsesión por la cotidianeidad que tuvieron los neomarxistas seguidores de Henri Lefevbre y Agnes Heller en el comienzo del fin de la gran esperanza del socialismo real. Conectaban con la consigna del mayo francés: cambiar la Historia como pedía Marx, pero también la Vida como pedía Rimbaud, poeta y activista emocional en torno a la Comuna de París. De vez en cuando Gerardo Iglesias vuelve a la Historia y dice lo que piensa, lo que siempre ha pensado, sobre izquierdas, derechas y todo lo contrario, pero su vida cotidiana se mueve ahora entre sardinas rellenas y lomos a la cerveza negra, desde el placer inocente de dar de comer bien y barato dentro de lo que cabe.

La cocina era una metáfora de la vida, con todas sus máscaras y autoengaños, pero gracias a la fracción gastronómica de la izquierda, la cocina puede ser también metáfora de la Historia. Sobre todo si el restaurante tiene nombre de aldea minera amenazada y el restaurador ha sido secretario general del PCE.

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