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Reir para no llorar

Muere José Escobar, creador de los "antihéroes" Carpanta y Zipi y Zape

El dibujante José Escobar, uno de los más veteranos autores de historietas españoles, fallecido el jueves a los 85 años, fue incinerado ayer en Barcelona. Escobar, que empezó a dibujar en los años 20, creó personajes como los hermanos Zipi y Zape o Carpanta, a los que definió como "antihéroes" porque "a pesar de las buenas intenciones que albergan, las cosas les salen mal". Escobar comenzó como dibujante a los 12 años, en una pared de Granollers, y dos años después publicó su primera historieta en la revista Virulet. En los años treinta colaboró en revistas como Papitu y Pocholo, junto a dibujantes como Cornet, Llarías o Mallol. Tras la guerra civil fue procesado por el franquismo, que le acusó de haber colaborado en L'Esquella de la Torratxa, y condenado a seis años y un día de prisión, de los que cumplió un ano y medio. "Si algo tengo que agradecerle a Franco", manifestaba el dibujante a este diario en 1988, "es que me expulsara del Cuerpo de Correos porque entonces no me quedó más remedio que dedicarme enteramente a las historietas".

El humor español siempre se ha decantado por los aspectos más sórdidos, ridículos y esperpénticos de la existencia. La realidad española de los años cincuenta y sesenta no era precisamrente para dar saltos de alegría. Si además de ser español, uno se ganaba la vida dibujando tebeos ya podía despedirse de hacer fortuna y de ser respetado por la sociedad. Y si esos tebeos los publicaba la hoy difunta editorial Bruguera -especialista en tratar a los dibujantes a patadas, en convertir las redacciones en campos de esclavos del profundo sur norteamericano- uno tenía todo el derecho a considerarse el último mono.

Comer caliente

La mezcla de una realidad hostil y de nuestro tradicional sentido tragicómico de la vida hizo posible la creación de una serie de personajes que, bajo una apariencia humorística, llenaban semanalmente las cabezas de niños y adultos de imágenes y conceptos absolutamente disolventes.Cada autor se las apañó para agarrar unos cuantos caracteres humanos y arrancarles las tripas. Pensemos en Vázquez, creador de la repugnante familia Cebolleta o de las ódiosas hermanas Gilda. O de Segura, fabricante de aunténticas obras maestras del horror contemporáneo como Rigoberto Picaporte, solterón de mucho porte (un infeliz permanentemente hostigado por su novia, su futura suegra y su fámula) o Los señores de Alcorcón y el holgazán de Pepón (joven matrimonio sometido a la tiranía de un pariente indeseable). O en ese Escobar que acaba de fallecer y que legó a la posteridad personajes tan colosales como Carpanta y los gemelos Zipi y Zape.

Una de las pocas ventajas de la censura franquista consistía en la potente miopía de sus representantes. En la España de Franco no se pasaba hambre, decían, pero uno de sus héroes dibujados era un tipo que se las veía y deseaba para comer caliente. Desde que se despertaba hasta que se iba a dormir, sólo pensaba -como él mismo decía- en "menear el bigote". A solas o en compañía de su amigo Protasio, Carpanta empleaba todo su tiempo en intentar comer. Y cuando dormía, soñaba con pollos asados.

La familia también era uno de los pilares del régimen. Pues ahí estaba el amigo Escobar para reírse de ella y tomar partido por esos dos pequeños terroristas. llamados Zipi y Zape. Aunque sus padres nos eran presentados como personas respetables, cualquiera se daba cuenta de que doña Jaimita era tonta del bote y don Pantuflo Zapatilla, de profesión sus conferencias, un plomo decimonónico, que se merecía todas las trastadas que le gasta ban sus retoños.

Aunque hoy día los tebeos no gocen de la popularidad de otros tiempos, lo cierto es que la huella del estilo Bruguera se mantiene: Personajes de Ivá como Maki Navaja o el sargento Arensivia nacen de esa misma mezcla de risa y horror que forma parte del carácter nacional. Lo mismo puede decirse de esas piltrafas del dibujante Vallés que son los hermanos Aguirre, Javi, el hijo de la portera, o Paco Container o el estúpido reportero Perico Carambola. Escobar, como Vázquez, Ibáñez, Segura y el resto de galeotes del acreditado presidio Bruguera, supo verle la gracia a una realidad lamentable.

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