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Tribuna
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La retirada de Georges Marchais

No me parece muy justo atribuir a Georges Marchais el proceso de decadencia que el Partido Comunista Francés (PCF) está viviendo desde hace varios años. En la etapa en que el comunismo se ha hundido prácticamente en todo el mundo, él ha conservado, en un país de alta cultura como Francia, un espacio comunista -que sin duda se ha ido estrechando más y más- pero dentro del cual siguen rigiendo los principios tradicionales; y sobre todo el sistema del centralismo democrático, canonizado por Stalin para el funcionamiento de los partidos comunistas. En los 20 años de mando de Marchais, el descenso de los Votos comunistas ha sido permanente y muy acusado: desde un 22% de votos a un 6,7% en la Última elección presidencial. En cambio, la cifra de sus afiliados sigue siendo respetable, incluso teniendo en cuenta que suele sufrir manipulaciones antes de ser publicada.Desde el eurocomunismo de los años 70 era evidente que los partidos comunistas en Europa Occidental necesitaban una refundación radical si querían desempeñar un papel en la vida dernocrática. Pero sólo los italianos, con Berlinguer y sobre todo con Occhetto, han sabido hacerlo. La personalidad de Marchais era la más reacia a un paso de ese género. Es sobre todo un ejecutivo, con una intuición política superficial y escaso interés por los temas teóricos. Su fuerza ha sido siempre la disciplina, disponer de una oganización en la que los escalones inferiores obedecen siempre a lo que se decide en los órganos superiores. Y con la decisión final en manos sel secretario general cuando se trata de asuntos importantes. Con esos métodos el PCF ha preservado los viejos mitos y el cariño a la URSS más allá de lo previsible. Cuando ya todos los partidos comunistas de Europa occidental se apresuraban a enterrar los viejos amores y a criticar a la URSS, Marchais sacó su famosa frase: "El balance de la URSS es globalmente positivo". Con el adverbio globalmente reducía a pocacosa los horrores de los gulags, el Estado policíaco, la negación de la, libertad y la ruina del país.

En el actual 280 congreso, en que Marchais se retira, el PCF va a renunciar también al centralismo democrático. Sincronía significativa. Pero esa retirada no se ha reflejado en el procedimiento aplicado para la sucesión de Marchais. Ésta se ha preparado en las condiciones menos democráticos que cabe imaginar. El economista Herzog presentó hace tiempo su candidatura para la secretaría general con el objetivo, que él mismo proclamó, de provocar en el comité central una discusión abierta sobre el tema. Pero su intento fracasó, ya que se impuso un silencio total, en los órganos comunistas, sobre la misma propuesta de Herzog. Sólo el círculo cerrado que rodea a Marchais ha preparado en secreto el nombre que será propuesto al comité central para que éste lo apruebe como todo lo que viene de arriba.

Por otra parte, el congreso del PCF ofrece una ocasión para conocer el estado actual del movimiento comunista. De China, Cuba y Vietnam han acudido las delegaciones más oficiales. En cambio, el PDS de Italia -miembro de la Internacional Socialista- no ha enviado a ninguno de sus dirigentes. Se considera a años luz del partido comunista francés. No es algo nuevo. Ya en tiempos de Togliatti, Marchais era muy receloso hacia el PCI, protector de heterodoxias que penetraban en Francia y podían agrietar esa disciplina tan bien estructurada por Marchais.

Quizá el secreto de Marchais sea que, como buen ejecutivo, ha sabido rodearse de medianías, a las que ha ofrecido una carrera política brillante. Así les ataba a su persona, mientras los militantes inteligentes quedaban alejados de los puestos de poder. En el PCF las tendencias renovadoras han sido siempre un fenómeno esporádico y periférico. Hoy no parecen tener ninguna posibilidad de influir en estos momentos en que se juega la sucesión.

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