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Entrevista:

"EI proyecto de Juan Pablo II ha fracasado"

Tuvo tiempos de reconocimiento por parte de la jerarquía vaticana: fue consultor del Concilio Vaticano II. Pero no tardó en caer en desgracia. Giulio Girardi, teólogo salesiano, fue expulsado de la congregación y suspendido a divinis en 1977. Es un marxista declarado y autor, entre otros libros, del titulado Marxismo y cristianismo, que le hizo famoso. Girardi ha visitado recientemente Valencia para participar en un seminario organizado por la revista Saó para homenajear a la Universidad Centroamericana de El Salvador, donde fue asesinado el jesuita Ignacio Ellacuría.Pregunta. Las aspiraciones de Cristianos por el Socialismo, movimiento que sigue vivo en España, ¿continúan vigentes?

Respuesta. Sí, sobre todo sigue vigente el análisis crítico del sistema capitalista, la denuncia ética del sistema, la exigencia política de una alternativa global y la convicción de que el cristianismo está en contradicción con la lógica genocida del sistema. Las ideas fundamentales del movimiento son aún válidas, y creo que encuentran en la coyuntura mundial una confirmación muy fuerte, porque el derrumbre del comunismo ha tenido una consecuencia: el capitalismo está manifestando en toda su crueldad su lógica.

P. ¿La Iglesia ha actuado como motor en el desmoronamiento del Este?

R. Sí, fundamentalmente en Polonia, donde la Iglesia ha sido una fuerza moral que, al lado de la burguesía y las multinacionales, ha contribuido mucho a derrotar al comunismo. Pero creo que, en este momento, la Iglesia se está dando cuenta de que su opción anticomunista y procapitalista es extremadamente problemática. Se está dando cuenta de que ha respaldado por décadas un sistema que está manifestando toda su esencia criminal, de que la inspiración de sus opciones no fue tanto la defensa de la persona y de los pobres, sino la defensa de su propia autoridad, de su propia hegemonía. Y todo esto está estallando ahora, cuando el sistema capitalista manifiesta su naturaleza profundamente anticristiana.

P. Quizá por ello Juan Pablo II dijo en las repúblicas bálticas que el comunismo también tiene simientes de verdad.

R. Sí. Puede ser el signo de un nuevo clima de su reflexión, antes dominada por la preocupación anticomunista. Entonces nunca hubiera dicho que el comunismo tiene algo bueno; era intrínsecamente perverso. Pero creo que llega demasiado tarde en su valoración.

P. Caído el Este, el magisterio pontificio insiste en que el capitalismo ha de tener rostro humano, que no ha de estar sujeto exclusivamente a las leyes del mercado.

R. Pero la encíclica Centesimus annus, de Juan Pablo II, fue una consagración del sistema capitalista, de su coherencia con el pensamiento cristiano. Fue al mismo tiempo la propuesta de una distinción clara entre el capitalismo como sistema técnico y económico y el liberalismo como sistema moral. La Iglesia reconoce la validez técnica y económica del sistema, pero siente la necesidad de proponerse a sí misma como fundamento ético. Es decir, que el capitalismo tendría que coincidir con el proyecto de Juan Pablo II: la Iglesia católica tendría que ser la inspiradora moral del sistema.

P. Mientras, en Polonia, los comunistas, ya en democracia, ganan unas elecciones.

R. Polonia era para Juan Pablo Il el modelo para su proyecto de restauración en toda la Iglesia y, hasta el desmoronamiento del Este, podía considerar que estaba triunfando. En el poscomunismo se verifica el fracaso de este proyecto, porque la caída del comunismo no conlleva la restauración de la cristiandad. Ahora será muy importante comprobar en qué medida reconoce este fracaso. Quizá los primeros signos de esta toma de conciencia son esos reconocimientos de que en el sistema comunista había aspectos positivos que están faltando en el sistema capitalista. Por lo tanto, el proyecto de alianza entre la Iglesia y el capitalismo está atravesando una fase de crisis.

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