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El narcotraficante Pablo Escobar, abatido a tiros por la policía colombiana en Medellín

El 'cartel de Medellín' mató a más de 120 agentes desde la huida de su jefe, en julio de 1992

El cadáver de Pablo Escobar, en el techo de la casa donde murió.
El cadáver de Pablo Escobar, en el techo de la casa donde murió.EPA2

De acuerdo con su ley, respondiendo a las balas e intentando huir del asedio policial, Pablo Escobar Gaviria, el hombre más buscado del mundo, murió ayer abatido por 15 agentes en un barrio situado al oeste de la ciudad colombiana de Medellín. El cuerpo perforado por los proyectiles del legendario rey de la cocaína quedó tendido en el tejado de la casa en donde se había refugiado con su lugarteniente, Álvaro de León Agudelo, El Limón, también muerto en el cerco.

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El narcotraficante más buscado cayó tras haber cometido el error de efectuar en los últimos días varias llamadas telefónicas, a su familia y a una emisora de radio, que fueron interceptadas por la policía. La última imagen que vieron ayer de Pablo Escobar los vecinos del barrio de La América fue un cadáver con barba y los pies descalzos. Una especie de distante cortejo fúnebre, bajo un aguacero torrencial, siguió desde los balcones y ventanas de las casas próximas al refugio el traslado de los restos del narcotraficante hasta el depósito de cadáveres. Algunos expresaron alivio y otros callaron.

"Ninguna nación ha hecho tantos sacrificio en esta lucha ni puede dar tantos resultados. Los colombianos no nos rendimos frente al mal. Hemos demostrado al mundo que ningún delincuente, por poderoso que sea, puede derrotar la voluntad mayoritaria de una nación digna y valiente", afirmó el presidente, César Gavíria, al dar parte oficial de la operación, que para el Gobierno significa un gran triunfo político. "Se trata de un paso definitivo en la dirección correcta", añadió.

Los 15 agentes que pusieron fin a la azarosa y convulsionada vida de Pablo Escobar fueron seleccionados entre los más expertos en operaciones de comando del Bloque de Búsqueda, contingente de 1.500 hombres, entre soldados y policías de élite, constituido en agosto de 1992 con el propósito de capturar al jefe del cartel de Medellin, un mes después de que se fugara, la madrugada del 22 de julio de ese año, de la cárcel de Envigado.

Tras la fuga de Pablo Escobar, el Bloque de Búsqueda, apoyado por la agencia antidroga de Estados Unidos (DEA), realizó unos 15.000 allanamientos, abatió a más de 20 lugartenientes de Escobar, condujo a otros tantos a la rendición, decomisó 4.358 kilos de dinamita y se incautó de 323 armas y 74 vehículos, según el recuento que hizo anoche el director de la policía, general Miguel Antonio Gómez Padilla.

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En el último año, la guerra abierta entre el aparato militar del narcotraficante y la policía se cobró la vida de tres oficiales, siete suboficiales, 103 agentes y seis miembros de la policía secreta de acuerdo con la estadística oficial. Desde 1984, Escobar, acumuló 20 procesos judiciales por narcotráfico, secuestro, terrorismo y autoría intelectual de los crímenes del ministro de Justicia Rodrigo Lara, del periodista Guillermo Cano y del candidato presidencial por el Partido Liberal, Luis Carlos Galán. A su aparato militar se le atribuye la muerte de más de 1.000 personas por la explosión de coches bomba en Medellín, Bogotá y Cali, y de un avión en vuelo.

Una semana bajo vigilancia

El director de la policía reveló que la presencia de Escobar en la casa donde fue sorprendido se había detectado desde hacía una semana, pero se actuó con cautela, a diferencia de operaciones anteriores, en las que el despliegue por tierra y aire y la complicidad de una extensa red de apoyo con la que contaba el capo le facilitaron la huida.

Unas versiones afirman que fue una llamada telefónica, desde un país extranjero, a esa residencia del barrio América la que permitió a los cuerpos de inteligencia rastrear y localizar el paradero de Escobar. Otras indican que el operativo fue determinado por la llamada de un confidente que aspira a cobrar los siete millones de dólares que como recompensa ofrecían los Gobiernos de Colombia y Estados Unidos. Pero las más fiables parecen ser las del director de la policía, Miguel Gómez Padilla, y el fiscal general, Gustavo Greiff, según los cuales fueron varias llamadas telefónicas efectuadas en los últimos días por Escobar a su familia y una emisora de radio las que se convirtieron en el error fatal que permitió a la policía localizar su guarida.

Lo que sí es cierto es que Escobar nunca salió del valle de Aburrá, donde se ubica Medellín y su periferia industrial de cinco municipios; tal vez ése fue el único punto de coincidencia con la policía. Así lo afirmó Escobar hace 15 días en una carta que hizo llegar al corregidor de Río de Janeiro, Luis Pinto, y anoche lo verificó el propio general Gómez Padilla.

Más allá de la eficacia de los cuerpos policiales que ahora reivindica el Gobierno, pero que en su momento cuestionó De Greiff, la presión psicológica por su familia amenazada, y el errático itinerario de fuga en busca de asilo en un país europeo, iniciado el sábado 27 de noviembre, por su esposa María Victoria Henao, y sus hijos, Juan Pablo y Manuela, pudo ser decisiva en la captura y muerte del jefe del cartel de Medellín.

La misma noche que los Escobar Henao retornaron desde Francfort como deportados, porque el Gobierno alemán les negó el asilo por su condición de parientes de un mafioso, la voz de Escobar irrumpió en una emisora de radio de Medellín para decir al embajador de Alemania, Herbert Wockel, que esa actitud era "repugnante".

El miércoles, después de que el grupo paramilitar Perseguidos por Pablo Escobar (Pepes) emitiera un comunicado en el que afirmaba que nunca había atentado contra esposa e hijos del narcotraficante, pero que lo haría si éste ponía en marcha un plan de secuestro a hijos de políticos y notables, Escobar divulgó su última carta. Con su firma y la huella dactilar que acompañó a todos sus pronunciamientos, se dirigió a sus eternos enemigos, los sindicados jefes del cartel de Cali, los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, José Santa Cruz Londoño y Helmer Herrera, así como al brigadier Hugo Martínez Poveda y a la dirección de la Policía Judicial de Medellín.

A todos los llamó señores Pepes, atribuyéndoles su futura muerte al pasar recuento de los atentados de que fueron objeto él y su familia desde 1984.

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