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¿Dejaremos cerrar más teatros?

Ante la posibilidad de una nueva desaparición de un espacio teatral en esta ciudad llamada Madrid, por otra parte, y en un tiempo lejano una de las capitales fundamentales del teatro vivo, los profesionales de esta antigua y denostada práctica cultural nos hemos lanzado una vez más a ejercer la protesta ciudadana ante un hecho que consideramos un atropello a nuestros derechos.Por supuesto que esta respuesta ante el caso Cuarta Pared, como en otro tiempo el caso Alfil, era justa y necesaria, pero quizás habría que analizar más profundamente cómo ante la cruel realidad de la lenta y paulatina desaparición de los espacios teatrales madrileños en los últimos años hemos respondido siempre con tibias protestas y manifiestos.

La auténtica, única y más emblemática política teatral del flamante Ayuntamiento derechista de una ciudad en otro tiempo abierta y hospitalaria con la cultura viva, ha sido los cierres de espacios ciudadanos; cierre de teatros; privatización de otros; desarticulación sistemática de las casas de cultura de barrios, ahora convertidas en templos del macrarné y el dominó; reconversión de los teatros municipales en morgues o clínicas embalsamatorias de repertorios cadavéricos; agonía de unos Veranos de la Villa convertidos en un canto a la horterada madrileñista del botijo y la gallineja; la ausencia casi total a la auténtica creación contemporánea y, por tanto, polémica... y todo esto en una ciudad en la que nací en un año en que desaparecía la cartilla de racionamiento, en la que su vitalidad siempre me fascinó más allá de ser un reducto del funcionariado franquista, de grises ministerios y celebraciones del Primero de Mayo, manchando un estadio de fútbol en el que un equipo maravilloso hacía arte domingo tras domingo... Por tanto, que nadie piense que el actual pensamiento del falso casticismo soberbio-chulesco de los Matanzo de tumo va a demostramos a los otros madrileños, que nos negamos a creer en la vaciedad de su discurso populista-liberal, que no es posible volver a hacer de esta ciudad un lugar imprescindible de encuentro para una cultura de mestizaje.

Esta ciudad, "rompeolas de todas las Españas", tiene que ser muy pronto, y una vez más, urbe cosmopolita, libertaria, tolerante, vital, divertida, profunda, democrática, abierta al progreso y amante de su tradición sin demagogias ni mal gusto... y para ello es fundamental que nuestros teatros sigan en pie, y más si son de nueva planta y rescatados por unas gentes ejemplares como los integrantes de Cuarta Pared. Lo peor de todo lo que ha pasado en estos días de amenaza de cierre es que uno sienta vergüenza de los gobernantes que le toca padecer. De su ceguera, de su manipulación ante la opinión pública de las llamadas medidas de seguridad. ¿Es que las iglesias están inifugadas, tienen puertas antipánico y salidas de emergencia? Ellos que son tan católicos deberían empezar por dar ejemplo. Pero por qué no hablamos de las goteras y los incendios del Español, de esa cavida faraénica que es el Centro Cultural de la Villa, de los negocios de aparcamientos a los que ciertos ediles dan licencias ante el estupor de los ciudadanos... No, la vara de medir no es la misma. En un lado están los que, según su lenguaje reduccionista y sus particulares fantasmas del pasado, son los rojos y, por tanto, sus herederos en una curiosa mezcolanza que haría feliz a cualquier sesudo analista de la modernidad, y, en otro lado, el glamour y los perfumes de nuestra ecológica concejala de Cultura, Esperanza Aguirre, como todos sabemos de largo currículo en su conocimiento de las actividades relacionadas con la cultura como bien público.

Ella está muy contenta porque se presentan muchos empresarios a gestionar el teatro Madrid pidiendo a cambio 100 millones de subvención, y por eso ya piensan en privatizar las noches del Español, primer paso para una operación similar al teatro de Madrid. Creo que al menos podían dejar de ser tan cínicos y no llamar a estos teatros con nombres vacíos de contenido, ya que no serárini de Madrid, ni Español... sino de un empresario privado.

Mientras, a la modesta pero imprescindible sala Cuarta Pared se le exige satisfacer unas medidas de seguridad cuya única seguridad es la de hacerla desaparecer... y aquí si que el asunto es grave, porque detrás de ella pueden venir muchas más de las que se han constituido en torno al circuito de Salas Alternativas, y si esto ocurre, y haciendo mención a un refrán popular para ponernos al mismo rasero de la exquisita cultura de nuestros ediles populares, los profesionales teatrales quedaremos "además de comudos, apaleados". ¿Cerrando teatros cree el partido del señor Aznar que se puede cumplir su teoría de no repartir el trabajo, ya que lo que había que hacer es trabajar mucho más? Porque dejémosnos de tonterías, el señor Aznar, sus barbies y su alcalde ya han descubierto un nuevo sistema para poner al país al borde de la catástrofe, cosa que tanto ansían, para luego salvamos adecuadamente: mandar a gran parte de la profesión escénica al paro, para de ese modo aumentar las estadísticas del desastre.

Si no tenemos locales donde representar, menos molestias y más ansiedad social. Maquiavélica receta que obviamente no pienso que hayan sido capaces de urdir, pues creo que por carecer, carecen hasta del sentido del humor.

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Defender la Cuarta Pared es hoy una tarea de militancia y compromiso que todos los profesionales y aficionados que creamos en esta práctica artística como algo más que un salto a la fama debemos llevar hasta sus últimas consecuencias: lograr que la sala siga trabajando con normalidad y dejando que sean los ciudadanos, democráticamente, los que decidan su futuro. Todo lo demás será un nuevo fracaso y un granito de arena para añadir a este túnel del tiempo en que se está convirtiendo nuestra cartelera habitual: La muralla, Don Juan Tenorio, La venganza de la Petra, Las de Caín... puros años cuarenta, y, de este modo, ¡viva el estraperlo!

Guillermo Heras es director del Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas.

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