_
_
_
_
_

Se sientan en el banquillo los 2 niños de 11 años acusados de matar a otro de dos en Liverpool

El juicio a los dos menores que conmovieron la sociedad británica durará un mes

Enric González

El jurado, nueve hombres y tres mujeres, decidirá sobre culpabilidad o inocencia. Pero la pregunta fundamental quedará tal vez sin respuesta: ¿Por qué? Dos niños, de 11 años se sentaron ayer en el banquillo de los acusados de un juzgado de Preston, cerca de Liverpool, en el Reino Unido. Sobre ambos pesan los cargos de asesinato, secuestro y secuestro frustrado. La víctima fue Jarnes Bulger, un bebé de dos años, muerto a golpes el pasado 12 de febrero. El caso ha horrorizado a la sociedad británica, que no entiende cómo fueron capaces de cometer semejante atrocidad.

Quien ha visto las imágenes, difícilmente podrá olvidarlas. Las cámaras de seguridad del centro comercial Strand, en Bootle (Liverpool), captaron la trágica secuencia. El pequeño James Bulger se había alejado unos pasos de su madre y, envuelto en abrigo y bufanda, trotaba entre escaparates. Aparecieron en pantalla otros dos críos, mayores, y uno de ellos cogió a James de la mano. Sucesivas cámaras grabaron cómo el trío salía del centro y se alejaba hacia un descampado. Mientras la búsqueda de la madre, cada vez más alarmada, se agregaba al blanco y negro del vídeo, casi cien testigos presenciaron los últimos pasos de James. Casi cuatro kilómetros, durante los cuales el crío lloró casi continuamente. En varias ocasiones, los dos muchachos le golpearon en la cabeza. Nadie hizo nada.Dos días más tarde, el cadáver de James fue hallado junto a una vía férrea. El resultado de la autopsia no se hizo público, pero el fiscal ofreció ayer detalles espeluznantes. Según su versión de los hechos, James murió "tras una larga y violenta tortura". Los asesinos utilizaron ladrillos y una barra metálica para acabar con su vida, después de haberle pateado repetidamente. Abandonaron el cadáver, desnudo de cintura para abajo, sobre la vía del tren. Cuando el cuerpo fue descubierto, estaba partido en dos por la cintura y era prácticamente irreconocible.

Las imágenes grabadas en el centro comercial permitieron identificar a sus presuntos asesinos. Eran dos críos de 10 años. Un testigo les vio poco antes del asesinato. El pequeño lloraba, los dos mayores reían. El horror sobre el horror.

El detective que interrogó por primera vez a los detenidos contó luego: "Estaban con sus padres y con varios asistentes sociales. Todos los trámites previos se resolvieron con los adultos. Intenté tomármelo profesionalmente: había tratado ya con muchos delincuentes juveniles. Pero algo se nos rompió dentro cuando uno de ellos abrió la boca. Era una voz infantil, preadolescente. La voz nos hizo comprender lo espantoso de la situación".

La declaración de los dos críos no se hizo pública, pero la policía dio por cerrado el caso y presentó acusaciones. En la ropa de ambos se encontraron manchas de sangre perteneciente a la víctima. Al principio se había buscado a algún adulto, alguien que les hubiera convencido, algún culpable más digerible que ambos niños. No lo hubo. Según la policía, actuaron solos. Había incluso indicios de premeditación: poco antes de llevarse a James, habían intentado secuestrar a otro pequeño.

Los cargos presentados ante el juez fueron de la máxima gravedad: asesinato, secuestro e intento de secuestro. Para un adulto, un veredicto de culpabilidad implicaría cárcel de por vida. Tratándose de niños, la situación es mucho más incierta. Son técnicamente condenables, pero habrían de quedar en libertad a los 18 años.

Vestidos con corbata

Los dos niños no pueden ser nombrados. El juez Morland ordenó ayer que, en adelante, serían conocidos como A y B. Tampoco se podría nombrar a ninguno de los casi 100 testigos, ni hacerles entrevistas ni publicar dato alguno que pudiera facilitar la identificación. El juez advirtió igualmente al jurado sobre la enorme publicidad del caso: "Si han escuchado algo por la radio, visto algo en televisión o leído algo en la prensa, suprímanlo de su mente. Tendrán que decidir exclusivamente sobre la información que reciban en esta sala".

A y B, ambos de 11 años ahora, comparecieron a juicio vestidos con chaqueta y corbata. Bajo el banquillo se había colocado una tarima, para que, a pesar de su baja estatura, pudieran ver el desarrollo del proceso. Cuando el juez leyó sus nombres, asintieron con la cabeza. Inmediatamente después, a través de sus abogados, se declararon no culpables. Sus padres se sentaban tras ellos, cabizbajos. Ralph Bulger, padre del niño asesinado, compareció en la sala por la tarde. La madre, Denise, embarazada de ocho meses, prefirió no asistir.

Los niños están al cuidado de asistentes sociales en un domicilio especial, proporcionado por el Ministerio de Sanidad. Su vigilancia ha sido asignada a policías femeninos, y su traslado a la sala de juicios se efectúa a través de una puerta especial, para que no se mezclen con acusados adultos. El juicio durará tres o cuatro semanas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_