_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

RU 486, una alternativa al aborto quirùrgico

El medicamente RU 486 es un descubrimiento médico de tanta trascendencia en el contexto de la interrupción del embarazo como lo pudo ser la píldora anticonceptiva en el área de la contracepción, afirma el autor. Por ello, agrega, las instituciones con posibilidad de decisión deben vencer las dificultades para su comercialización.

Los doctores D. Philibert y E. Baulieu no podían ni siquiera imaginar que aquella molécula RU 38.486, sintetizada a caballo entre los últimos años de los setenta y comienzo de los ochenta, y posteriormente simplificada en su nomenclatura y conocida como RU 486, iba a despertar tanta polémica en los años venideros.Como en muchos aspectos de la vida, y la investigación básica no es una excepción, el azar determinó que en el centro de investigación que el laboratorio descubridor de la sustancia tiene en Romainville (Francia), y mientras estudiaban moléculas para oponerse a la acción de los glucocorticoides, les surgió entre las manos la RU 486, que es un potente inhibidor de la progesterona, hormona llave para el embarazo y considerada fundamental en las primeras semanas de gestación.

A partir de entonces todo fue rápido. Se fueron cubriendo las etapas que toda sustancia recorre hasta utilizarse en clínica médica: ensayos en laboratorio, en animales y finalmente en humanos. Los resultados fueron concluyentes. La RU 486 es un medicamento que utilizado en una sola toma (tres comprimidos de 200 miligramos cada uno) y dentro de las primeras siete semanas de gestación, produce un alto índice de interrupciones de embarazo y la mujer, salvo un sangrado superior a una menstruación habitual, no sufre efectos secundarios de importancia; esto ocurría en los primeros años de la década de los ochenta. Los sucesivos ensayos clínicos fueron perfeccionando el método y es a partir de 1987 cuando se comienza a utilizar RU 486, y a las 48 horas, prostaglandinas -sustancias que producen un aumento de la contractilidad del músculo uterino- La eficacia aumentó considerablemente situándose entre el 94% y el 97% de abortos completos y menos del 1% de embarazos evolutivos, los efectos secundarios son algo mayores -dolor, náuseas, diarreas- y cerca del 50% de las mujeres debe tomar algún analgésico.

El médico estaba listo, la alternativa al aborto quirúrgico en las primeras semanas de gestación era una realidad y fue precisamente en este momento cuando surgió la gran polémica.

La RU 486 asociada a las prostaglandinas es objetivamente, y desde un punto de vista médico, una buena solución frente al aborto quirúrgico, siempre que: se respeten sus indicaciones en cuanto a embarazos precoces y se, descarten a mujeres que padecen enfermedades muy concretas. La mujer asume menos riesgos, los efectos secundarios son menores y el trauma físico no es comparable a un aborto quirúrgico con o sin anestesia general. Siendo así, ¿por qué las grandes dificultades que está soportando la RU para su comercialización?

Matices novedosos

La RU añade matices novedosos en los esquemas tradicionales del aborto y quizá sean estas diferencias las que provoquen tantas reacciones en contra. Aunque generalmente en las diferentes legislaciones de aborto la decisión de la interrupción del embarazo corresponde a la mujer, el aborto quirúrgico necesita una infraestructura sanitaria que asume el protagonismo tanto en la acción como en la tutela, de un modo práctico, a la mujer la realizan un aborto. Con la RU todo se simplifica, la mujer toma los comprimidos con un vaso de agua; bien es cierto que con la RU también existe un control, fundamentalmente en la vigilancia de todo el proceso, aunque la cobertura sanitaria es mínima y poco intervencionista. Se podría decir que con la RU el aborto se simplifica, es más íntimo, y en la medida en que la mujer asume la decisión y el protagonismo -físicamente es ella la que toma los comprimidos y los traga con un poco de agua-, el médico y sus medios técnicos lo ceden.

Admitamos como legítima desde un punto de vista ideológico la lucha que desarrollan los colectivos que se oponen al aborto, aunque a veces cuesta cuando recordamos su comportamiento violento ante las clínicas de aborto. Las batallas legales, campañas, manifestaciones, van dirigidas en una primera etapa a dificultar la Ley del Aborto, pero, una vez legislado, su presión fundamentalmente se dirige a la estructura médica necesaria para realizar abortos: clínicas, personal sanitario, etcétera.

A un observador poco atento le puede extrañar que se realicen pocas acciones dirigidas contra las mujeres que deciden interrumpir su gestación; estas organizaciones saben que una mujer que libremente decida interrumpir su embarazo suele tener las ideas bastante claras y es poco permeable a las consignas de las asociaciones contra el aborto.

Cuando la RU 486 se legaliza en un país, la lucha de las organizaciones contra el aborto pierde una parte de su virulencia porque las clínicas y los médicos no son fundamentales en el proceso, ya que cualquier centro de planificación puede ser autorizado para dispensar RU; en Francia existen más de 700 centros donde la mujer puede solicitar la píldora.

Resistencias

En nuestro país existen colectivos militantes contra el aborto que reciben muestras de simpatía de otras organizaciones con una gran capacidad de maniobra, como lo demuestra la última sentencia sobre la campana Póntelo, Pónselo, o su respuesta ya hace unos meses ante la posible modificación liberalizadora de la vigente Ley del Aborto; en este contexto, la comercialización de la RU 486 por el laboratorio que tiene la patente puede suponer una violenta campaña, y sólo así podemos comprender las resistencias del laboratorio ante un riesgo comercial difícil de cuantificar.

Me gustaría que los colectivos aludidos reconociesen algún día que cuando en su país el aborto no es legal éste se realiza clandestinamente y aproximadamente en el mismo número, pero eso si, con un mayor riesgo para la mujer: mortalidad por aborto legal menor de 12 semanas, 2-3 por 100.000; aborto clandestino, 100-150 por 100.000.

Cuando luchan para que la RU no se legalice tampoco van a evitar los abortos, pero pueden retrasar la comercialización, y con ello varios miles de mujeres tendrán que optar obligatoriamente por un método más agresivo para ellas como el aborto quirúrgico; quizás en el fondo lo que busquen es el castigo, el sufrimiento y el aumento del riesgo para las mujeres que, acogiéndose a una ley, han decidido interrumpir su gestación.

El laboratorio, en esta situación, debería reflexionar sobre el flaco servicio que un retraso en la comercialización de la RU está haciendo a la mujer española y, respetando sus legítimas inquietudes comerciales, tuviera la suficiente clarividencia para ver, a través de una futura campaña dirigida al colectivo médico, que puede ser ampliamente contestada por el sentir de la mayoría de este país, que camina por la tolerancia y el respeto; en este contexto, el riesgo que puede suponer la comercialización de la RU puede ser valorado muy positivamente por esta sociedad si el laboratorio decide solicitar el registro del medicamento, sin olvidar el apoyo inicial recibido en recientes declaraciones del ministro de Sanidad.

En la actualidad, la RU 486 se utiliza regularmente en Francia, Reino Unido, Holanda, Suecia... Sólo en Francia, y desde 1990, 30.000 mujeres abortan cada año con este método, los resultados son excelentes y el grado de satisfacción tras el aborto se acerca al 90% en comparación al aborto quirúrgico.

Estos datos son concluyentes, y al margen de la polémica, la RU 486 es un descubrimiento médico de tanta trascendencia en el contexto de la interrupción del embarazo como lo pudo ser la píldora anticonceptiva en el área de la contracepción en la década de los sesenta; por todo ello, las instituciones con posibilidad de decisión deben ser capaces de vencer las dificultades y permitir la comercialización a corto plazo de la RU 486.

Javier Martínez Salmeán es jefe del servicio de obstetricia y ginecología del hospital Severo Ochoa, de Leganés, Madrid.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_