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Entrevista:

"En este país nos atan los genios

Las comedias bárbaras es, de momento, la guinda que corona una carrera empezada a los cinco años, cuando le regalaron un teatro de marionetas, que se convirtió en su obsesión. "Mis padres nunca se han arrepentido lo suficiente", reconoce.Pregunta. ¿Por qué le eligieron como director del Centro Dramático Nacional?

Respuesta. Yo creo que llevo una trayectoria bastante seria. Yo soy un hombre serio. No enormemente talentudo, pero sí muy trabajador. Creo que soy un buen profesional y me harto de decir que en este país nos matan los genios. Porque genios hay pocos, y a todos los demás, que no lo somos, nos hacen polvo. A mí me eligieron porque me preguntaron si podía proponer una especie de concepto estético, en el mejor sentido de la palabra, al teatro de este país. Contesté que sí gracias a José Manuel Garrido, que confió en mí desde el punto de vista del rigor en el teatro.

P. Un hombre que viene del teatro dependiente, ¿cómo entiende el CDN?

R. Como un centro que impulse las producciones, como hacen todos los demás países del mundo. No tiene que ser un mero exhibidor de obras, sino que lo ideal sería que cada espectáculo que aquí se produjera pudiera luego tener vida propia. Esa es mi meta.

P. Desde que se hizo cargo del Centro hasta hoy, ¿qué ha cambiado? ¿Siguen siendo los objetivos los mismos?

R. Básicamente, sí. No ha habido grandes sorpresas. Los inconvenientes son los que se encuentra cualquier persona que está intentando hacer, como puede, una labor a gran escala. Y el mayor problema, que muchas veces se pide más el éxito inmediato que el éxito a largo plazo. Es un poco duro. Como considerar que lo más importante fuera el Hamlet o Las comedias, como si eso fuera el Centro Dramático. Pero el CDN no es eso, es gente que está visitando colegios día a día, explicando lo que es el hecho teatral; son nuestras relaciones con los sindicatos; son los seminarios que se dan para la formación y entrenamiento de la profesión; son los contactos con el extranjero; es traernos a Bob Wilson; es coger a profesores de literatura y explicarles cuál es la diferencia entre enseñar a Calderón de una forma literaria y de una forma teatral... Ésa es la gran labor del CDN.

P. ¿Y sus grandes frustraciones?

R. Pues que quisiera dar trabajo a todo el mundo. La mayor frustración es cuando te viene un actor, un director, alguien del teatro y te dice: "Tengo que trabajar y yo quiero trabajar aquí". Y no hay sitio para todo el mundo. Eso es muy doloroso y ocurre todas las mañanas. Lo pasas fatal, fatal. Otra frustración enorme es cuando tienes un éxito, porque ese éxito te bloquea el teatro. Tienes una programación hecha y pasa lo que ha pasado con Las comedias bárbaras, que los domingos, a las cinco de la tarde, con 40 grados a la sombra, no hay localidades desde que se estrenó para ver siete horas de función. Y después de esas siete horas, a las doce de la noche, el patio de butacas se pone en pie a gritarles ¡bravo! a los actores todos los días. Y, claro, ¿qué haces?, ¿las quitas cuando está llamando todo el mundo para venir? Pues nada, la programación del año que viene se tiene que ir abajo porque yo tengo que reponer Las comedias bárbaras. Es decir, que la mayor frustración es pensar que yo quisiera hacer más de lo que hago, pero que no puedo.

P. ¿Se ha arrepentido alguna vez de haber aceptado?

R. A nivel personal, sí. No quiero ponerme sentimental, pero hay algo que me duele. Y es que despiertas mucha frustración en la gente. Y la gente te deja de querer. Porque piensan que estás ocupando un lugar que podrían ocupar ellos, porque no les das entrada, porque a veces no tienes tiempo para explicar las decisiones... Y te sientes un poco aislado.

P. ¿De dónde le viene su obsesión por Valle-Inclán?

R. Yo aprendí muchísimo de Valle gracias a unos alumnos que me llegaban tarde a clase todos los días. Las clases eran en Pamplona y se venían después del trabajo de San Sebastián. Aquello me emocionó tanto que montamos juntos Divinas palabras y fue una experiencia fabulosa. Ensayábamos desde las nueve de la mañana en un local donde yo me bebía una botella de coñac diaria para combatir el frío y no me emborrachaba nunca. Es lo mejor que he hecho en mi vida. Valle es el gran olvidado del teatro español, y habría que ponerlo todos los días. Es como nuestro Shakespeare, y en esa afirmación no me corto un pelo. Las comedias bárbaras es uno de los grandes picos del teatro mundial, como el Hamlet, como el Fausto, como La vida es sueño. Valle hace el gran mosaico de lo que debe ser el teatro: el reflejo de una sociedad.

P. ¿Cree que el teatro actual sigue siendo el reflejo de la sociedad?

R. No. Creo que estamos atravesando un periodo de adaptación. Creo que los autores españoles han sido las mayores víctimas de la censura y de la autocensura. Y va a tardar en desaparecer. La mayor censura es la económica, porque tienen que dar una respuesta a la sociedad con una calidad y una técnica que no se contraprestan con los ingresos que obtiene el teatro. El teatro debería ser tan servicio público como lo es una farmacia.

P. O sea, que ahora no escriben porque no es rentable.

R. Exacto. Y además, la puesta en escena es muy difícil, es como un gran elefante, y eso el público no lo sabe. Por eso, en estos momentos el teatro no da dinero. El Estado debería conseguir que estuviera mucho más apoyado, crear infraestructuras donde la empresa privada pudiera trabajar con menos cargos, ayudar a la ley de sponsors, y potenciar el teatro público. Y prestar atención a los teatros de autonomías, y crear escuelas, porque si no formamos profesionales, lo tenemos muy difícil. Igual que la carencia de directores, que es otro problemón. Pero es todo muy lento, hay muy poco dinero.

P. El futuro se presenta negro.

R. Podría parecerlo, pero yo estoy con una gran ilusión. Creo que el teatro va a convertirse en el gran evento social de minorías, de muchas minorías. Y renacerán los autores. Creo que sólo faltan unos años para que surjan as grandes obras de teatro. Están ya muchos escritores jóvenes campeando, pero hay que esperar un poquito. Yo soy, optimista.

P. ¿No estará rezando para que el teatro se ponga de moda como la ópera?

R. No, por fávor, de moda no. El teatro mal hecho hay que quemarlo. El teatro regular hecho es insoportable. El teatro medianarnente bien hecho, horroroso. Pero no hay nada igual que el teatro bien hecho. El problema es ése, que hay que hacerlo muy bien. Es como hacer el amor. O es un placer del copón, o si hay algo que no funciona ya no vale de nada. Yo veo las caras del público todos los días, y veo que cuando reciben lo que ocurre encima del escenario sonríen con un placer incomparable. Y cuando es malo, porque no funciona, se echan para atrás y se quieren marchar. Por eso creo que es mucho mejor una película mala que una obra de teatro regular. Porque el cine lo contemplas, está ahí colocado, pero no se produce eso maravilloso. Por eso el teatro existe desde que el hombre existe.

P. Porque la vida es un teatro...

R. Claro, todos representamos un papel. Y eso no va a acabar nunca. Cada vez irá a mejor. Habrá grandes espectáculos de masa, pero dentro de poco habrá una gran eclosión de los grandes textos españoles de hoy, por autores de hoy, para gente de hoy.

P. ¿Sigue hablendo más espectáculo en la calle que en los escenarios?

R. Sí, la calle nos ha pegado un vapuleo... Ahora la cosa está empezando a aburrirse, pero estos últimos años había de todo, estaba la calle que hervía. La fuente del teatro es la vida diaria, pero la gran suerte del teatro es que la vída diaria se abre, se escapa, porque es inmensa, pero el teatro hace de ella una síntesis. Y si la tenemos ahí misino, ¿cómo no vamos a poder hacerla?, ¿cómo no vamos a superar esta situación? Ese pensamiento es lo que me pone optimista.

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