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Kuwait, una bomba de relojería

Arsenales ocultos, en manos de una sociedad cansada de los privilegios de la monarquía

Cinco meses después de la expulsión del Ejército iraquí, el rico emirato petrolero está plagado de tensiones y armas de todo calibre. El emir, jeque Jaber al Ahmad al Sabaj, quiere que Kuwait vuelva a ser lo que fue. Pero con tanto descontento muchos temen que la capital del emirato pueda más bien convertirse en otro Beirut. En Kuwait se dice que, aunque Sadam Husein ha perdido la guerra, ha logrado al menos un objefivo: dejar armas al alcance de una sociedad. cansada de los privilegios y la indiferencia de la monarquía. Para muchos, una bomba de relojería.

A menudo, en las calles de Kuwait, el poder emana del cañón de una pistola. Disputas personales se dirimen a tiros, al igual que los accidentes de tráfico. Para ser éstos tiempos de paz, son demasiados los heridos de bala que llegan diariamente a los hospitales."Es una situación explosiva", dice un funcionario del Gobierno que pide que no se publique su nombre. "Vivimos como en el salvaje Oeste. Prácticamente no hay una sola casa que no oculte un fusil, una ametralladora, un lanzagranadas... Kuwait está sentado sobre un polvorín".

La rápida militarización de los kuwaitíes es, comprensible mente, uno de los problemas que más preocupa al Gobierno. Lo peor es que el emir Jaber al Ahmad al Sabaj ha descubierto que su policía está maniatada. Los dos ultimatos para que la ciudadanía entregara al Gobierno las armas que los militares iraquíes abandonaron en su retirada el 28 de febrero dieron sólo resultados risibles: en una de las más recientes redadas, los agentes policiales del emir sólo se incautaron de algunas escopetas viejas y dos fusiles inutilizados. El chiste que circula hoy en Kuwait es el de un joven kuwaití que se niega a entregar su pistola en un puesto de control militar. El centinela le pregunta para qué necesita un arma. El hombre responde: "Para defender a mi familia por si te vuelves a escapar cuando regresen los iraquíes...".

A pesar de los esfuerzos gubernamentales por crear el temor de una nueva amenaza iraquí, nadie cree que Sadam Husein pueda siquiera soñar en una nueva aventura.

Muchos de los arsenales escondidos bajo los colchones de los kuwaitíes son francamente impresionantes. Por ejemplo, Salim y Nayi son dos universitarlos que podrían armar una patrulla con lo que han recolectado en los campos de batalla en los últimos tres meses.

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Un arsenal en el garaje

En dos garajes, Salim, de 23 años, y Nay1, de 22, dicen tener dos ametralladoras pesadas Doshka extirpadas de la torreta de un tanque iraquí averiado; siete fusiles de asalto Kaláshmkov hallados en un basurero cercano al Ministerio de Obras Públicas, en el céntrico barrio de Um Seda; 12 pistolas automáticas checoslovacas de siete milímetros; dos lanzagranadas RPG-7 con dos cajas repletas de cohetes y un amplio lote de municiones que incluye balas de 50 milímetros, morteros de 82 milímetros y, por supuesto, granadas de mano.

Los jóvenes muestran orgullosos algunas fotografias de su colección privada de armas, pero se abstienen de decir si piensan derrocar al emir o defenderlo con ellas.

De momento, sus preocupaciones son esencialmente logísticas. Salim y Nayi van casi todos los días a las colinas de Mutla, a hora y media de coche al este de Ciudad de Kuwait, donde el Ejército norteamerlcano despedazó la columna iraquí en fuga hacia Basora. el día de la liberación.

En lo que hoy se conoce más como la ruta de la muerte basta apearse del coche para recoger la más amplia variedad de armas y munición. El policía más cercano está a unos 10 kilómetros de distancia y se pasa el día tomando té y bostezando en una caseta a la vera del camino. Este corresponsal lo vio dejar pasar dos camionetas repletas de material militar rumbo a la capital del pequeño emirato petrolero.

"La situación es como para asustarse declaró reciente mente Ganein al Najar, un miembro de la oposición. "Si caes mal a alguien estás listo. Es sólo cuestión de una bala".

Políticos de todas las tendencias le dan la razón y no ocultan sus propios temores. Al fin y al cabo, la guerra del Golfo ha roto el equilibrio más o menos armónico de una sociedad compuesta por nacionalidades y grupos étnicos diferentes, cuyo desarrollo fue demasiado rápido, y a la que ahora sólo parece unir un profundo sentido de incertidumbre y recelo hacia todos y hacia todo.

Nuevos rencores

Las principales víctimas de los nuevos rencores en la zona han sido los palestinos. La actitud proiraquí de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) durante el conflicto ha generado odio y el gran éxodo de palestinos hacia Jordania ante la horror que sufren. Grupos de kuwaitíes armados sig uen aterrorizando a los palestinos -y a quienquiera que sea tomado por un palestino-.

Y lo que es mucho más peligroso para el emir, la guerra ha agudizado tensiones entre los suníes y la combativa minoría de musulmanes shiíes, entre la poderosá comunidad de comerciantes, que abrigaba esperanzas de un cambio tras la guerra, y la familia Al Sabaj.

A pesar de la estricta censura de prensa, se filtran simpatías de algunos periodistas por las demandas de una mejor distribución de la riqueza, la restauración de la Asamblea Nacíonal, disuelta por el emir en 1986, y la. convocatoria de elecciones parlamentarias antes del próximo año.

En algunos medios se opina que Sadam, voluntariamente o no, ha logrado sembrar la semilla de una guerra civil al dejar armas al alcance de todos. Un día podrían vengar su derrota con la caída de los Al Sabaj.

Reflejando la opinión de numerosos diplomáticos consultados por EL PAÍS, un veterano embajador europeo descartó, sin embargo, la posibilidad de una rebelión armada. Con todo, existen grandes riesgos de una erupción de violencia.

"Los kuvialtíes se están dan do cuenta de que fue una ilu sión pensar que el drama de Kuwait pudo haber generado un giro hacia una democratiza ción, por más tímida que fuese. Están decepcionados, se sien ten defraudados. Ven que todo comienza a ser igual", dijo. Excepto, que ahora muchos de los desencantados duermen sobre su pequeño arsenal.

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