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Un cuarto de hora de locura

Francesc Valls

"El cuarto de hora de locura" que vivió Juan XXIII cuando convocó el Concilio Vaticano II, según un monseñor romano, ha traído muchos quebraderos de cabeza a la iglesia española. El primero se dio, en palabras del teólogo José María Díez Alegría, "entre muchos católicos no proclives a la democracia". "Porque el Vaticano II supuso para España" añade, "un reforzamiento para todos aquellos que defen dían las libertades políticas".Ahora el espíritu de ese cuarto de hora de locura permanece vivo, a juicio de Diez Alegría, "en las comunidades populares, que viven un poco en las catacumbas". No obstante, de acuerdo con el que fuera profesor de Doctrina Social de la Iglesia en la Universidad Greaoriana de Roma, "fructificó en actitudes como la del cardenal Tarancón y se ha plasmado en hechos como el que no se haya formado una democracia cristiana al estilo italiano, ya que el Concilio quiso dejar claro que en las cosas discutibles nadie puede presentarse como representante en exclusivad de la iglesia".

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La misma opinión es compartida por Casiano Floristán consultor del Vaticano II, profesor de Teología Práctica de la Universidad Pontificia de Salamanca y autor del libro El Vaticano II, un concilio pastoral. Para Floristán, en la actualidad existe una cierta nostalgia del régimen de cristiandad -alianza entre el poder político y el poder eclesiástico- motivada porque la jerarquía eclesiástica española no ha cambiado lo suficiente. "Además", agrega el profesor de la Pontificia de Salamanca, "existe una larvada y no confesada nostalgia de un Gobierno más cercano a la confesionalidad que el actual".

Todos coinciden en afirmar que en este momento se vive un frenazo del Concilio, un acontecimiento que sacó a la superficie a muchos teólogos hasta entonces considerados como malditos. Este fue el caso de José María González Ruiz, cuyas aportaciones fueron recogidas por el Sínodo. Para este teólogo andaluz, "más que frenazo se da un no cumplimiento". Aunque el Concilio ha traído muchas cosas positivas, a juicio de González Ruiz, entre ellas la desacralización y desmitificación del papado. "La iglesia", concluye el teólogo, "no es la Conferencia Episcopal, y hay muchos grupos en los que el Concillo sigue vivo aunque quede mucho por cumplirse".

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