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Inteligente campaña de Gregor Gysi, último heredero del comunismo alemán oriental

Gregor Gysi, el joven abogado de 41 años que recibió la pesada herencia de 40 años de poder omnímodo del desprestigiado Partido Socialista Unificado (SED), ha llevado a cabo una de las campañas más inteligentes y brillantes de las elecciones alemanas de mañana. Gysi se ha batido por la supervivencia del Partido del Socialismo Democrático (PDS), acosado por Bonn y plagado de escándalos financieros.

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Gracias a la aplicación por separado en los dos antiguos Estados alemanes de la cláusula del 5%, los comunistas renovados tienen casi asegurada su presencia en el futuro Bundestag.Para el PDS, sin embargo, los últimos días se han parecido a un combate de boxeo en el que uno de los contendientes, golpeado y al borde del KO, espera la salvadora campana que indica el final. Los esfuerzos de Gysi y su gente en el Oeste, en unos mítines electorales en los que, además de música y atracciones, se enfrentaba a periodistas y presentadores que le acosaban a preguntas a cual más comprometida, no han servido de mucho. Pocos de los asistentes a sus mítines indicaban que le iban a dar su voto aunque reconocían su valor y su capacidad de revulsivo en un futuro Parlamento. Finalmente las últimas encuestas no le conceden más que un 1% de los votos en la antigua RFA.

En el Este, donde no hace ni un año su predecesor, el SED, contaba sus militantes por millones y ganaba las elecciones con un 99,9% de los votos, sus ganancias electorales han ido decreciendo paulatinamente. Desde el 16% que obtuvo en las elecciones del pasado 18 de marzo, ha descendido por debajo del 10% en las últimas encuestas, e incluso más abajo en alguna de ellas, como la última del Instituto Allensbach, que no le concede más que un 7,9%.

El escándalo Financiero protagonizado por su tesorero, que intentó sacar más de 100 millones de marcos del país, ha tenido la culpa, junto con la enorme agresividad implacablemente desplegada por los grandes partidos de Bonn, no sólo por la derecha, sino también, y en mayor medida, por la socialdemocracia, que lo considera como su peor enemigo.

En sus mítines, Gysi se desmarca claramente del comunismo practicado en la antigua RDA. "El que el comunismo haya dejado de existir en Alemania", asegura, "es una liberación porque ya no puede ser comparado con un sistema que no representa". Pero, más que en aspectos Ideológicos, Gysi busca la complicidad de los elementos más progresistas de Alemania. "Escupamos un poquito en la cara de Kohl", cuenta maliciosamente, "si se ha anexionado Alemania Oriental tiene que tragarse al PDS con ella". Los numerosos asistentes a sus mítines ríen desaforadamente, se identifican con este pequeño personaje calvo de origen judío, de cara redonda, con gafas metálicas redondas al estilo de los viejos revolucionarios y que siempre viste discretos trajes grises y nunca se abrocha el botón del cuello de la camisa, que deja reposar sobre el enorme nudo de la corbata.

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Privados de los incalculables fondos acumulados durante 40 años en el poder, reducidos casi a la marginalidad, la meta principal de los comunistas renovados es conseguir llegar al Bundestag como sea. Una vez allí, sus posibilidades de supervivencia aumentan considerablemente, pese

a que tan sólo tienen cuatro años para conseguir implantarse en la parte occidental del país. Su trabajo futuro, apoyado por las arcas del Estado, que pagarán los salarlos de sus diputados y los gastos derivados de su actividad política, se dirigirá hacia ese sector de votantes de los Verdes, e incluso del SPD, que considera que hace falta una auténtica izquierda en la gran Alemania.

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