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La sombra de una esfinge sobre la "dama de hierro'

Michael Heseltine guarda silencio mientras se erige como gran alternativa conservadora a Thatcher

La sombra de Michael Heseltine crece por momentos sobre una Margaret Thatcher asediada por una inagotable batería de sondeos negativos. Cada semana, nuevas encuestas incrementan la diferencia del favor popular por los laboristas mientras en las desoladas filas conservadoras se buscan salidas al desastre. El nombre de Heseltine aparece una y otra vez con la etiqueta de salvador, reforzado por un sondeo que indica que con él la presente diferencia de casi 30 puntos en favor de la oposición quedaría reducida a un nimio 7%. A Heseltine se le ha pedido que apoye claramente a la primera ministra, pero el ex ministro, cuya actitud es la de una esfinge, ha respondido con evasivas.

Michael Heseltine -su actitud, sus movimientos, sus posibilidades- está en el punto de mira de la Prensa y de la opinión pública británicas. Desde que el ex ministro de Medio Ambiente y de Defensa abandonara el Gabinete con un espectacular portazo hace ya cuatro años, Tarzán o Ricitos de Oro, como algunos le llaman por su físico, ha estado atravesando el desierto político y trabajándose las bases del partido con vistas a llegar algún día a la meta que, conforme quiere la leyenda, se fijó cuando sólo era estudiante de Oxford: en los años noventa, Downing Street.Su omnipresente y fantasmagórica presencia -sin pronunciarse contra Thatcher, pero haciendo bien visible su alternativa- sirve de banderín de enganche a todos los discrepantes con las políticas ultraliberales de la primera ministra, contra las que el electorado lleva clamando más de un año. Heseltine sirve de elemento divisorio en un partido que necesita desesperadamante la unión y Geoffrey Howe, en su calidad de viceprimer ministro, se ha visto forzado a perdirle públicamente que apoye al Gobierno.

La respuesita de Heseltine no ha podido ser más pobre: "Creo que Thatcher encabezará el Partido Conservador en las próximas elecciones y que el Partido Conservador las ganará", letanía que viene repitiendo monótonamente desde hace meses cada vez que se le inquiere sobre sus intenciones políticas con respecto a la primera ministra. Al poco de reiterar el soniquete, el aspirante se ha abstenido de votar a favor del Ejecutivo en una propuesta sobre el poll-tax, el más agudo de los presentes problemas de Thatcher, el impuesto municipal contra el que él siempre se pronunció por considerarlo suicida.

La ambigüedad

Esta ambigüedad tiene crispados a los thatcherianos al tiempo que mantiene las esperanzas de sus fieles: Heseltine, que ha de hacer un esfuerzo soberano para referirse a la primera ministra por su nombre, no puede mostrar abiertamente su puñal porque entre los tories tamaña traición se castiga con la muerte política.

Michael Heseltine -accionista mayoritario del grupo editorial Haymarket de revistas especializadas, que fundara hace tres décadas y hoy rinde más de mil millones de pesetas de beneficios anuales con los que financiar sus ambiciones políticas- acaba de cumplir 57 años y tiene prisa por ver rendir frutos a sus últimos cuatro años de dramáticos esfuerzos, dedicados, según sus fieles, a pronunciar 250 discursos anuales por todo el país y a celebrar centenares de reuniones, almuerzos y cenas de trabajo con todo aquel que le pudiera servir de plataforma para el futuro, muy en particular los parlamentarios conservadores, cuya interesada amistad ahora cultiva tras largos años de desinterés que él atribuye a Ias absorbentes responsabilidades de Gobierno".

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Las ideas políticas de Heseltine -una versión suave de los ex remismos thatcherianos- tambien han quedado reflejadas en libros y artículos de prensa en los que predica un entendimiento entre Gobierno e industria basado en un moderado intervencionismo económico, una fuerte in versión en educación y un resuelto europeísmo. Japón y la República Federal de Alemania son los modelos en que Heseltine pone todas sus complacencias.

El aparato del Partido Conservador está buscando vías para asimilarle y la última de las ideas ha sido la de hacerle presidente del partido. Vana ilusión. La desconfianza y aversión política que se profesan Thatcher y Heseltine es insuperable y ninguno sería capaz de ceder ante el otro. El ex ministro lo demostró llamativamente cuando en 1986 abandonó el Gobierno ante las cámaras de televisión apostadas en Downing Street al ser derrotado en su defensa de una opción europea para el fabricante de helicópteros Westland. Las espectaculares imágenes de un Heseltine alejándose a pie por Downing Street son hoy un preciado activo de indomabilidad política.

Heseltine insiste en que nunca se presentará como candidato al liderazgo conservador contra la primera ministra, pero sus seguidores hacen cábalas y calculan que si los sondeos no mejoran de aquí a finales de años será factible encontrar un mecanismo que haga posible el desafío. La Prensa y los comentaristas políticos más afectos al thatcherismo se han movilizado contra el aspirante sin parar en barras: le han tachado de disléxico, de tener poco juicio político, de ser un demagogo, de tener un carácter maniático... Los más moderados simplemente le han pedido que se lance definitivamente a la arena o que deje de jugar. Heseltine sigue hecho una esfinge, pronunciando discursos de los que nadie puede decir que ataca a la primera ministra y repitiendo: "No veo las circunstancias en las que pueda desafiarla. Llevará a los conservadores hasta la próxima elección y ganaremos".

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