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De la jungla al edén

R. M. DE R., "Nada está quieto en esta ciudad", declaró hace un par de años George Shultz ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes norteamericana. "Esto no es como dirigir una compañía o incluso una universidad. Es una sociedad que ansía el debate, en la que la discusión nunca acaba, en la que la gente nunca se rinde, incluido yo, y en esa atmósfera hay que gobernar". Shultz ha dejado la jungla de Washington por el edénico campus de la californiana universidad de Stanford, una de las grandes de Estados Unidos, de la que ya era profesor antes de trabajar junto a Ronald Reagan y en la que ahora enseña Economía Internacional.

Este hombre corpulento, de apariencia plácida, discurso monocorde y mirada azul que busca la del interlocutor con la intención de adivinar el pensamiento no parece echar de menos la capital. "Fue un gran honor trabajar como secretario de Estado y, antes, del Tesoro" con Richard Nixon, "pero son trabajos que se hacen por un tiempo y luego se dejan a otros. Ahora también tengo muchas cosas interesantes que hacer".

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Lo que hace es impartir sus clases y atender los requerimientos que recibe de los alumnos. O participar como estrella en algunos de los acontecimientos preparados por la universidad para celebrar su primer centenario en 1991, razón por la que anduvo durante el fin de semana por Londres. Para más adelante quedan las memorias. "Por el momento no estoy escribiendo nada, aunque estoy viendo cómo podría expresar mis impresiones; no sé si serán una serie de ensayos sobre el modo de gobernar o qué".

Un hombre de fiar

Nadie debe esperar de Shultz unas memorias tan agresivas hacia su presidente como las de David Stockman, quien estuviera al frente del presupuesto en la primera Administración de Ronald Reagan, o Donald Regan, el jefe de Gabinete de la Casa Blanca, famoso por sus discrepancias con Nancy Reagan. Shultz es hombre de fiar y en Washington hay intriga por saber cómo abordará el fiasco del Irangate, del que él se distanció desde el principio.

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"Cuando se mira desde lejos hay más perspectiva, aunque menos información", responde al preguntársele por la diferente visión del mundo desde el Gobierno y desde la Universidad. "Una de las cosas que he aprendido es la dificultad de apreciar desde fuera los movimientos de los que están dentro tratando de resolver problemas. Por eso trato de evitar pronunciarme sobre lo que mis sucesores están haciendo".

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