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El 68, veinte años después

Se me invita, y acepto la invitación con sumo gusto, a que inaugure un posible debate, así que han pasado 20 años, sobre la significación de 1968, tanto para los jóvenes de entonces como para quienes ahora lo son.Para los jóvenes... y para los viejos. Yo no era joven ya cuando, en el otoño de 1965, separado de la cátedra, salí de España para vivir la mayor parte de aquel tiempo en California, e incluso, viniendo de Dinamarca y ya en Bruselas, intentar sin éxito, pues la frontera estaba cerrada, trasladarme a París, donde estaba invitado por el profesor Goldinan, precisamente en mayo de 1968. Y fue una experiencia, la de aquellos años, de espiritual y psíquico rejuvenecimiento, por el cual, lo he confesado muchas veces, debo estar agradecido al régimen político que me la facilitó.

Pero vayamos a los protagonistas de entonces. Por primeravez en la historia, los jóvenes, en cuanto tales, subieron a la escena pública. Es verdad que, desde poco después del final de la guerra mundial, y a lo largo de los años cincuenta, el estilo juvenil de vida fue, ciertamente, imponiéndose; pero el espectáculo que ellos empezaron a ofrecer, sustituyendo algrand monde anterior, se mantenía en la esfera de los usos y maneras de la vida privada. Los años sesenta fueron los de lapublicación de la vida juvenil: los jóvenes americanos, rechazando el ideal de la privapy, comenzaron a hacer pública su vida entera, comenzando por la del sexo -comunas, love-in, colocación de la cama en el centro mismo del cuarto de estar- por considerar inseparables la revolución sexual, y en general de los mores, de la revolución política; y también, tomada la expresión en un sentido amplio, de la revolución juvenil del espectáculo, desde los Beatles a Woodstock y, entre nosotros, Raimon. Deliberadamente he usado la palabra publicación para oponerla a privatización, que define la tendencia actual, y no sólo de las industrias y empresas y hasta, como he subrayado aquí mismo en otra ocasión, de la educación, sino la de la reclusión de los jóvenes actuales en la vida privada- Y gracias a que los jóvenes, entonces, empezaron a protagonizar la vida pública, los relativamente jóvenes que son, siguen siendo ellos mismos ahora, pueden ocupar los más altos cargos políticos hoy. Antes de los años sesenta, la política era siempre tarea encomendada a hombres, cuando no viejos, maduros de edad, aunque a veces su estilo -Mussolini, Hitler- fuera aventurero y peligroso. Como consecuencia del vuelco de entonces, hasta un país como España, que tan insuficientemente pudo participar del espíritu de los años sesenta, es gobernado hoy por los jóvenes de entonces, y hasta el partido conservador ha sustituido a Fraga, quedesde luego no sufrió el menor contagio del 68, por un joven políticamente impensable, Hernández Mancha.

Y es que, como ya he dicho, la evolución juvenil comenzó por la del estilo de vida. Pensemos, por ejemplo, en los Kennedy, que parecieron mucho más avanzados de lo que en realidad eran simplemente porque era avanzado, llamémoslo así, su estilo de vivir y de hablar. Y, a la inversa, a nuestros jóvenes avanzados de entonces y políticos gobernantes ahora no les queda, cuando les queda, caso de Guerra, más que el lenguaje; pero véase el caso de Felipe González como ejemplo de cambio total. Y es que, como he repetido en diversas ocasiones,no sé con seguridad si el poder corrompe siempre, pero estoy cierto de que siempre envejece.

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Los jóvenes de hoy, decía antes, han regresado a la vida privada, pero los mejores de ellos han heredado algo, y mucho, de los años sesenta. Así, el asambleismo de entonces en la Universidad ha trascendido a una voluntad de democracia en lo posible directa y, desde luego, verdaderamente participatoria. Pensemos asimismo en la importancia que cobró la objeción de conciencia en los Estados Unidos de la guerra de Vietnam, y en la importancia creciente que la objeción de conciencia al servicio militar está adquiriendo hoy. En fin, aqueflos jóvenes no se llamaban todavía verdes y ni siquiera ecologistas, pero vivían o querían vivir en comunas, en medio del campo, cultivándolo, o dedicados a tareas artesanales.Por otra parte, también es verdad que algunos jóvenes de hoy han adulterado actitudes que fueron positivas: entonces se fue libertario, pero a la vez, e ínseparablemente, solidario; los libertarians actuales lo son del minirnal State, al servicio de los negocios de la que llaman sociedad civil, incivil para los parados, los marginados, los que están de más. En sentido semejante, lo que en los años sesenta se quiso que fuera la droga, rito de convivialidad la blanda, y la dura, experiencia única de éxtasis psicodéfico, se ha convertido en plaga consumista de drogadicción y entrega a la delincuencia y la muerte. En tercer lugar, los años sesenta fueron, en principio, de exaltación de la no violencia, de presentarflores frente a las armas de la represión. Es verdad que también fácilmente se pasaba de ella a la violencia expresiva. Luego, pronto, a la violencia instrumental, cuyo heredero es el terrorismo de hoy. El estudio de la evolución de los métodos de ETA ilustraría bien este punto.

Todo lo cual significa que en la década de los sesenta y en 1968 hubo, como tantas veces ocurre, buenas intenciones, generadoras de malos resultados. ¿Por qué? Fue una década utópica, rayana en lo quimérico. Muy autocrítica, con razón, para Amérika -debe tenersepresente que la contracultura surgió allí, aunque el moviffliento culminara, y fracasara, en el París de Mayo del 68-; y muy poco heterocrítica para Mao, Fidel y el símbolo del Che Guevara, figura en muchos aspectos admirable y en otros, empezando por el estratégico y táctico, lamentable.

Sí, Mayo del 68 fue una utopía vivida, paradójicamente -Marcuse-, como "el final de la utopía". ¿Cómo pudo sel así? Porque, en definitiva, surgió como un lujo de la affluent society, del bienestar económicosocial de la época, el cual permitió ver en la sociedad posindustrial que se anunció como inminente por entonces la marxianamente prometida felicidad intramundana, la de la desaparición o reducción a un mínimum del trabajo, y la entrega al disfrute del ocio creador.

Utopía de entonces que no debe transmutarse hoy en leyenda, leyenda dorada, ideafizadora, arcádica. Pero que necesitamos recordar porque se está cayendo en el extremo opuesto, el del más cerrado y corto pragmatismo. Algunos jóvenes de hoy saben cuál es el buencamino aquí y ahora, lejos de uno y otro extremo: el de la utopía negativa, como la he llamado, el del decir no a todo lo que, siendo de temer que ocurra, se ha de luchar para que no ocurra. Los que se oponen a la guerra y al tráfico internacional de armas, a la contaminación y destrucción de la naturaleza, al surgimiento de un cuarto mundo de marginación en el seno mismo del nuestro, entienden lo que quiero decir.

Las modas cambian, el estilo juvenil de vida permanece. A los que, habiendo sido jóvenes en 1968, permanecen fieles a lo mejor de su espíritu, y a los que nos rejuvenecimos en él, puede reconocérsenos por nuestro aire y hasta por el pelo largo, aunque algunos nos lo hayamos dejado así tal vez para contrarrestar el efecto de nuestra burguesa calvicie. En estás días acabamos de pasar el carnaval. Ya se sabe, sin embargo, que en nuestro tiempo, y cuando menos desde Larra, todo el año es carnaval. Pues bien, creo que el de joven del 68 sigue siendo un no mal disfraz.

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