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Hart, acusado de financiar ilegalmente su campaña presidencial de 1984

Francisco G. Basterra

Gary Hart, todavía en defensa de su moralidad privada, que se ha convertido en el chiste nacional se enfrenta a nuevas acusaciones de presunta financiación ilegal de su tormentosa campaña para la presidencia que arrojan serias dudas sobre su moral pública. Un productor de vídeos californiano pagó gastos de campaña de Hart en 1984 y tiene a un hombre suyo en su nómina trabajando con el candidato, en un aparente intento de saltarse las limitaciones federales a los gastos de los políticos que aspiran a la presidencia.

El nuevo golpe a Hart, que puede acabar con su renovado intento electoral, ha sido propinado por el Miami Herald, el mismo periódico que el pasado mayo le forzó a retirarse al re velar su flagrante adulterio con la modelo Donna Rice. El ex senador por Colorado, que no consigue remontar las extendidas dudas sobre su carácter y credibilidad, aseguró ayer que cree que no hay nada ilegal en la forma con que ha pagado sus gastos políticos. "Pero, obviamente, no puedo conocer todos los detalles", añadió.Stuart Karl, que hace dinero produciendo los vídeos con los ejercicios de aerobic de la actriz Jane Fonda y también trabaja para Playboy, es el amigo de Hart cuya ayuda está siendo cuestionada. Karl pagó 15.000 dólares en cuentas de la campaña de Hart en 1984, puso a su disposición reactores privados, helicópteros y coches, y en 1986 colocó a un empleado suyo, Dennis Walto, en la campaña de Hart con un sueldo mensual de 3.000 dólares.

En EE UU, el dinero en grandes cantidades es indispensable para realizar un campaña nacional. Pero la ley es muy minuciosa y exige las cuentas muy claras a los candi datos. Por eso los detalles que Hart afirma desconocer son muy importantes. Las donaciones que pueden realizar las personas individuales están limitadas a 1.000 dólares, y las empresas no pueden contribuir y sus fondos no pueden ser utilizados para pagar servicios electorales.

La vuelta de Hart a la campaña no ha despertado demasiado interés ni ha sepultado -como algunos pronosticaban- al resto de los candidatos demócratas. Una vez extinguida la sensación provocada por su sorprendente reaparición, Hart es visto como un candidato vulgar y sus famosa nuevas ideas no prenden. Continuamente tiene que defenderse de los chistes que se hacen a costa de sus pantalones y de su incontinencia sexual. Ahora, después de las faldas, le llega el turno a la cartera.

Al regresar a la lucha electoral, Hart era, con mucho, el aspirante demócrata más conocido, pero también el que más antagonismos despertaba. Dieciocho días antes de la primera prueba electoral -el 8 de febrero, en los caucuses de Iowa-, parece claro que los norteamericanos no consideran a Hart un candidato elegible. Existen grandes dosis de recelo y desconfianza hacia su compleja personalidad de llanero solitario que lucha contra los poderes establecidos, acompañado de su resignada esposa, Lee, un puñado de amiguetes, 60 dólares en la cartera y los acreedores en los talones.

Él se empeña en exponer sus ideas y afirma que "todos somos pecadores", pero el electorado no parece escucharle. "Ha habido también anteriormente grandes presidentes adúlteros", explica Hart, en un intento de recuperar una estatura que los observadores estiman definitivamente perdida. Antes de la aparición de estas nuevas acusaciones financieras ya se pronosticaba su doble derrota en Iowa y en las primarias de New Hampshire, el 16 de febrero. Para el hombre que quiere que "los americanos decidan, por encima de la Prensa y del establecimiento político" ' el final definitivo puede estar próximo.

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Walto viaja estos días por Iowa y New Hampshire con los Hart. Confrontado con las alegaciones del Miami Herald -apoyadas en pruebas documentales-, Walto afirma que es un voluntario que aprovecha la campaña para ver cómo se venden los vídeos que produce Karl.

Ex ayudantes de Hart realizaron ayer nuevas acusaciones, denunciando que en la actual campaña ha recibido también ayuda en servicios y donaciones, no en metálico, que no han sido registradas con la comisión federal que vigila los gastos electorales. En algunos casos, afirman, ciertas empresas presentaban facturas por servicios prestados que sabían que no serían pagados. Oficialmente, la empresa de Karl suministró al candidato servicios, por producción de televisión, por valor de 96.000 dólares en 1984, y dos años más tarde aceptó cobrar sólo el 10%.

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