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La herencia literaria de Drummond de Andrade

Ha muerto este verano, en el mes de agosto, y ha muerto con 84 años, a pesar de haber estado hablando de la muerte y del suicidio en todos sus libros de poemas. Tal vez se llegó a familiarizar con la muerte, la incorporó necesariamente a la desesperación que le inspiraba la vida cotidiana, a su sentimiento del mundo. Este gran poeta brasileño, nacido en Itabira (Minas Gerais), apenas ha sido conocido entre nosotros. De sus numerosos libros sólo ha sido traducida al castellano una brevísima muestra. Renovó la poesía en lengua portuguesa, dándole un tono directo, conciso, exquisito, y supo expresar el desconsuelo del vivir de una forma escueta, sin concesiones, tan cerca de la más absoluta desesperanza como del humor.Poeta moderno

Como todos los grandes poetas, es moderno. "La razón está siempre con la juventud", escribió en uno de sus primeros ensayos sobre la tradición en la literatura. Su público, su lector, es el hombre desconcertado, inseguro y perdido en un mundo sin sentido, sin amor. "No sé sí estoy sufriendo / o soy alguien que se divierte" confiesa en el 'Soneto de la esperanza perdida', del libro Brejo de las almas, su segundo libro de poemas. Publicado en 1934, incluye ya los temas que Drummond irá desarrollando, perfilando. El estoicismo: "De nada vale gemir o llorar" (Cosa miserable), el humor: "Lo mejor es ser pornográficos" (En vista de los últimos acontecimientos), y, sobre todo, el diálogo con el sufrimiento y con la muerte: "Amigo mío, vamos a sufrir,/ vamos a beber, vamos a leer el periódico, / vamos a decir que la vida es ruin" (Convite triste). "Inútil es resistir / o incluso suicidarse. / No te mates, oh, no te mates" (No te mates).

El amor

Al otro lado de su invitación al dolor, a la queja, al relativismo, al distanciamiento (porque en sus poemas se engloban todos los extremos del sentimiento), está la frustración del amor, su gran sueño.

El amor está presente en la obra de Drummond de Andrade como una emoción irremediable, una necesidad que no tiene respuesta y como algo que hay que mantener por destiño: "La voluntad de amar, que paraliza mi trabajo,/ viene de Itabira, de sus noches blancas sin mujeres y sin horizontes" ('Confidencia de itabirano'), escribe en el libro Sentimiento del mundo (1940).

Pero la noche acaba siendo más fuerte que el amor y los poemas están impregnados de un fuerte pesimismo: "La noche lo entristece todo... / El mundo no tiene remedio. / Los suicidas tenían razón" (La noche disuelve a los hombres). Y: "Amas a la noche por el poder de aniquilamiento que encierra / y sabes que, durmiendo, los problemas te dispensan de morir" (Elegía 1938).

A través, en fin, de sus 25 libros de poemas, Carlos Drummond de Andrade nos ofrece diferentes variaciones de esta fundamental tristeza, de este determinismo hacia el amor y hacia la muerte.

Puede que al final se vaya configurando una solución: rescatar lo que queda, lo poco que queda, porque "siempre queda un poco de todo" (Residuo) y existe la posibilidad de salvar algo: "Vamos, no llores... / La infancia está perdida. / La juventud está perdida. / Pero la vida no se perdió".

Carlos Drummond de Andrade alcanzó la categoría de poeta universal porque supo dar forma a las emociones de un hombre que no sabe si rescatar la emoción que lo llevará a la muerte, de un ser humano confuso, lleno de dudas, que a veces se compadece de sí mismo y que, pese a todo, opta por el amor, aunque consista en amar la misma falta de amor. Hace del amor un principio, consciente de que no es un principio sólido, pero se empeña en apoyarse en él para enfrentarse al mundo hostil y deshumanizado.

Pesimismo

Pero prevalece el pesimismo. Y el Drummond que nos atraviesa el corazón (ese corazón tan reclamado y rescatado) es el de las palabras duras, crueles, el Drummond desgarrado e irónico que, tal vez con la distancia que le confiere su profesión de periodista, de cronista, se observa a sí mismo, a todos nosotros, y (en 'Los hombres sostienen el mundo', del libro Sentimiento del mundo) nos dice implacable: "En vano las mujeres llaman a tu puerta; no abrirás. / Te quedaste solo, la luz se apagó, / pero en la. sombra tus ojos resplandecen enormes. / Es todo certeza, ya no sabes sufrir. / Y nada esperas de tus amigos".

Soledad Puértolas es escritora, autora de Una enfermedad moral (relatos) y de la novela Burdeos.

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