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37º FESTIVAL DE CINE DE BERLÍN

La película soviética 'El tema', de Panfilov, fue galardonada con los principales premios

'El año de las luces' de Fernando Trueba ganó un Oso de Plata

ENVIADO ESPECIAL, El tema, película soviética de Glev Panfilov, fue premiada anoche por el jurado internacional de Berlín 87 con el Oso de Oro, máximo galardón oficial del concurso, además de los dos más prestigiosos premios no oficiales. El Premio Especial del Jurado fue para la japonesa El mar y el pez. El italiano Gian Maria Volonté y la brasileña Ana Beatriz Nogueira ganaron los Osos de Plata al mejor actor y a la mejor actriz. Oliver Stone fue considerado el mejor director por Platoon, y el español Fernando Trueba ganó con El año de las luces uno de los restantes Osos de Plata.

El año de las luces ganó merecidamente un Oso de Plata -compartido por Crónica de mis amores, de la húngara Marta Meszaros- por la mejor aportación individual", justificación que nadie entiende bien y cuya confusión completa algunos otros disparates cometidos por el jurado internacional, presidido por el actor austriaco Klaus Maria Brandauer.Graves ausencias

Hay tres flagrantes meteduras de pata en la lista oficial de premios. Las dos primeras hay que buscarlas fuera de ella, en dos incomprensibles ausencias: la del director francés Claude Chabrol, que, con Máscaras, ha realizado una excelente película, y, sobre todo, la de Philippe Noiret, protagonista de este filme, en el que hace un alarde de facultades y de imaginación.

La interpretación de Noiret en Máscaras es mucho más meritoria que la de Volonté en El caso Moro. Éste compone con buena técnica y con veracidad física un personaje monocorde y fácil para un actor de su experiencia, mientras que Noiret afronta en Máscaras una tarea mucho más. compleja, de la que muy pocos actores saldrían airosos, pero en, la que él se desenvuelve con un dominio sorprendente y en la que alcanza alturas de creatividad muy superiores que las de Volonté en El caso Moro.

El tercer absurdo del jurado sí que está dentro de su lista de premios: la concesión de un Oso de Plata al filme norteamericano de Randa Haines Hijos de un dios menor, otorgado, según el jurado, "por la sensibilidad con que trata un tema frágil en forma espectacular".

Estamos ante otra confusa justificación, en la que la palabra sensibilidad debería haber sido sustituida por la de sensiblería, para así hacer justicia a la verdadera naturaleza de este mediocre filme, producto de puro consumo, en el que sólo hay que destacar -y el jurado no lo hace- la buena técnica de su protagonista, William Hurt, que, no obstante, está aquí muchísimo menos inspirado que otras veces.

Otro aspecto muy discutible de la lista de premios es la concesión del segundo, el Oso de Plata Especial, a El mar y el pez, dirigida por Kei Kumai, película japonesa que cuenta un suceso real y estremecedor, pero que lo hace con recursos forma les mucho más limitados que lo que exigían las posibilidades del contenido argumental de la película.

El mar y el pez es el mejor relato de todos los presentados a concurso en Berlín 87, pero, sin duda, es también uno de los peor relatados. Se trata de una película que cuenta una terrible verdad, en ocasiones mediante la mentira, y esto deteriora seriamente un proyecto cinematográfico de altura, que baja muchos quilates por su planteamiento moralista y a veces incluso falsario.

Otros premios

Los restantes premios son lo siguientes: Oso de Oro al mejor cortometraje para Curriculum vitae, del checoslovaco Pave Koutsky, y Oso de Plata al mejor director de cortometraje para los norteamericanos John Lassiter y Bill Reeves, por su Luxo Jr.

Finalmente, el recién creado Premio Alfred Bauer, en honor del recientemente fallecido fundador de este festival, con el que se quieren destacar los trabajos de vanguardia o las innovaciones en ellenguaje cinematográfico, que fue concedido a la película francesa Mala sangre, del joven Leos Carax.

Es un premio justo, pero lo cierto es que Mala sangre no tenía otra oposición que la de La muerte de Empédocles, de JeariMarle Straub, y las innovaciones que este último aporta ya las hizo, y muchísimo mejor, hace 20 años. Por su parte, Carax tampoco trae en Mala sangre ninguna novedad seria, pero hay en la plícula una sensación de esfuerzo y de camino abierto que contrasta con la estéril, agresiva y petulante encerroria de Straub dentro de sus limitaciones.

Vodkacola

Desde que se proyectó El tema nadie dudaba de que el Oso de Oro iría a parar al excelente filme del soviético Glev Panfilov. Inesperadamente se anunció que Panfilov se había marchado anteayer de Berlín y esto cambió los pronósticos iniciales. Pero estos al final se cumplieron y el cineasta ruso volvió anoche a Berlín a tiempo de recoger su estatuilla en el escenario del Zoo Palast. Junto a él estuvo Klimov, cabeza indiscutible del movimiento de democratización que ha emprendido el cine soviético.De esta manera, el gran premio de Berlín se ha convertido en un signo político: el de la solidaridad de los cineastas occidentales con la gran aventura de la libertad que los cineastas soviéticos están emprendiendo y en la que no parecen estar dispuestos a dar marcha atrás.

El gesto político de Panfilov de compartir simbólicamente su premio con el representante de todos sus colegas en la URSS fue inteligente. Klimov gano también anoche su Oso de Oro he hizo así que esta victoria no lo sea sólo de un cineasta libre de su país, sino una victoria de la libertad de los hombres del cine soviético.

Aunque sólo sea porque en él se ha gestado este signo de solidaridad, el festival Berlín 87 -al que se ha llamado el "festival de la vodkacola"- ha merecido la pena y pasará a la historia del cine europeo como aquel en que se demolió un muro invisible, precisamente aquí junto al otro muro, el de ce mento armado y alambre de espinos, mucho más dificil de derribar.

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