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Reagan asume el fracaso de su política hacia Irán en el discurso sobre el 'estado de la Unión'

Francisco G. Basterra

Ronald Reagan, en el discurso sobre el estado de la Unión pronunciado en la madrugada del miércoles (hora peninsular) ante el Congreso, lamentó el fracaso de su política hacia Irán, pero no se arrepintió de haber intercambiado armas por rehenes ni pidió perdón por los "serios errores cometidos". El presidente, que rompió un silencio de varias semanas en una intervención calificada de histórica, para salvar los dos últimos años de su presidencia de la parálisis provocada por el Irangate, pidió a los norteamericanos que olviden el escándalo y miren hacia adelante, sin "dejarse obsesionar por el fracaso".

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El contenido de su discurso arroja, sin embargo, serias dudas sobre su capacidad para dar la vuelta a la situación de crisis en la que se halla sumida la presidencia."Lo que más siento", dijo Reagan, "es que el trato con Irán no resultara". Admitió que asumió un riesgo y fracasó, y aceptó "toda la responsabilidad", pero reiteró que los objetivos merecían la pena. "Y no era un error intentar asegurar la libertad de nuestros ciudadanos mantenidos en una cautividad bárbara".

El presidente no se refirió para nada al desvío ilegal de fondos procedentes de la venta de armas á Jomeini para los rebeldes nicaragüenses ni a los nuevos secuestros de norteamericanos en Beirut. El presidente prometió no permanecer impasible ante las amenazas de lo que denominó "intereses y amigos" en Oriente Próximo.

El Pentágono ordenó ayer a una flotilla de cinco buques de guerra (destructores portamisiles y fragatas), a los que apoyará un portaviones, que se encamine al golfo Pérsico. Se trata de un gesto de apoyo a los países árabes moderados de la región frente a los avances iraníes en la guerra contra Irak, irónicamente aprovechándose de las armas que le ha vendido. Washington. El secretario de Estado, George Shultz, ha advertido a Teherán que "la extensión del conflicto será considerado como una amenaza importante para los intereses norteamericanos". Es también un gesto de política interna para manifestar que la fortaleza de la superpotencia líder del mundo occidental no está en duda por el escándalo iraní. El portaviones Nimitz -que debía visitar puertos de Francia, España e Italia- navega hacia la costa de Líbano, y el Kennedy y su grupo de apoyo, compuesto por 12 barcos, ha recibido órdenes de permanecer indefinidamente en el Mediterráneo.

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Reacción negativa

La oposición ha reaccionado negativamente al discurso afirmando que Reagan ha perdido la confianza del país y elude los verdaderos problemas: los déficit del presupuesto y de la balanza comercial y el deficiente sistema educativo. Las explicaciones sobre el Irangate son consideradas insatisfactorias y no le evitarán a Reagan un calvario de investigaciones públicas en el Congreso. La respuesta al discurso presidencial presagia un rumbo de colisión entre el Ejecutivo y el Parlamento, que retomará la iniciativa, sobre todo en política exterior, haciendo muy difícil la vida a la Casa Blanca en los próximos dos años.

El presidente no presentó ideas nuevas para negociar con la URSS, uno de los pocos caminos que le quedan libres para escaparse de la pesadilla del Contragate, y se limitó a decir que "este es un momento de rara oportunidad para una reducción de armas nucleares". Pero, al mismo tiempo, atacó la "terca determinación de la Unión Soviética por extender su poder".

Reagan utilizó el púlpito del Congreso, en una intervención optimista y retórica, para demostrar que continúa siendo un hombre vigoroso y capaz de continuar dirigiendo la nación, disipando en gran medida los recelos sobre su supuesta senilidad surgidos en las últimas semanas, especialmente tras su nuevo paso por el quirófano para operarse de próstata.

El presidente estadounidense apareció en buen estado físico, aunque se le quebró la voz al final del discurso, y volvió a ser el optimista impenitente al afirmar: "América no está acabada, sus mejores días están por llegar". Más que el estado de la Unión, trató de presentar el estado de Reagan.

Pero el discurso, el primero que realiza ante un Congreso dominado por la oposición demócrata, demostró también que Reagan no tiene ningún tema en su agenda de final de mandato capaz de ilusionar a los norteamericanos. Excepto un vago llamamiento a la "búsqueda de la excelencia", a través de una mejora del sistema educativo y de la competitividad perdida por Estados Unidos de cara al siglo XXI, el presidente aparece a la defensiva repitiendo viejos, programas y ofertas.

Reagan reiteró el apoyo a la contra, pero sin ir todo lo lejos que desearían los conservadores, y al desarrollo del sistema de defensa espacial, pero sin anunciar, como le presionan los radicales, un despliegue anticipado de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), conocida como guerra de las galaxias. "Ni ahora ni en el futuro", afirmó, "permitiré que los soviéticos mutilen la SDI". El presidente declaró asimismo que "no puede haber una cabeza de playa soviética en Centroamérica".

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