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Algo más sobre la 'teología de la liberación'

El autor, sacerdote, vuelve a reflexionar en este artículo sobre el concepto de liberación, la causa de los pobres, el papel de la Iglesia y la actitud y tren de vida de lo que califica como nuevos liberadores. Una anécdota con una niña, hija de cristianos y comunistas comprometidos, culmina y explica su reflexión.

Otra vez algo, pero ésta con más perplejidad, más inseguro que hace unos meses. Digamos que lo de hoy va como un desahogo -algo ahoga- que pide respuesta, corrección, lo que sea...El caso es que entonces escribí en EL PAÍS sobre las dos cristiandades, la clásica, diríamos de derecha; la nueva y flamante, de izquierdas. Y no me respondieron -no tenían por qué hacerlo- Sin embargo, el mismo Leonardo Boff en carta el pasado 4 de mayo al cardenal Ratzinger escribió: "... de nuevo bajo la invocación de '¡Dios lo quiere!' se abre esta nueva cruzada...". Es decir, quiero entender, la convocatoria a una nueva cristiandad cuyo lema y grito siempre ha sido el mismo. Y añade nuestro nuevo y brillante profeta: "Tal es, señor cardenal, la acogida de su última instrucción por teólogos cuyo título mayor es querer servir al pueblo de Dios... pueblo mesiánico, pueblo del Libertador".

Y vuelvo a interpretar: el pueblo también de Bolívar, por ejemplo, otro libertador, el de la cruzada política de liberación también. Por algo nos dolía y nos duele la más que posible confusión, el cristianismo penetrando, penetrando en el ámbito de los liberadores de la polis como una bandera más. No voy a repetir lo ya escrito, el asombro, y más ante lo que por lo menos origina como una falta de respeto a la obra y misión de los hombres como tales; ellos, protagonistas de la historia, quienes tienen que combatir por la sociedad y mundo justos en sí mismos sin apelación alguna a ideologías por altas que sean, en la misma llamada de la gracia de salvación que trasciende lo pedestramente histórico. Falta de respeto, falta al Creador, que decimos los creyentes, algo más que confusión y Ramada a cruzada de una nueva cristiandad.

Pero de tal sospecha y malestar ya dije, se dijo, se discutió un tanto y se silenció más. Vamos a por otras preocupaciones acerca de la teología de la liberación.

Cáritas con cartuches

Ella se apunta, y ¡con qué acierto!, a una promoción no solamente de los llamados pobres, sino de su causa y futuro. Alguien, creo, ha salido entonces con la fácil chispa: "La teología de la liberación, una como Cáritas con cartucheras...". Bien, sonriamos no más, porque ya era hora de que la Iglesia y los cristianos superaran la vieja y consabida estampa proteccionista, como colonialista de la caridad y sus limosneos. "Los pobres siempre los tendréis con vosotros", decían o dicen todavía los; otros, apoyándose en el dicho de: Jesús para sus actitudes y faenas.

Bien por esta contra que ha brotado ahora como trigal nuevo en la era eclesial, bien. Y lo mejor de tal salida y manera ha sido, sin duda, lo de los pobres no como objeto, sino como sujeto de la misma liberación. (Para decirlo todo, recuerdo a quien entonces opina que lo de los pobres-sujeto incluye una contradicción, porque precisamente el pobre es el que no pasa de objeto. Mas lo del pobre-sujeto, añaden, huele un tanto a lo de cierta llamada dictadura del viejo marxismo.) Bien, sin duda y de todos modos, aunque a quienes nos da por reducirlo todo a Jesús desde nuestra carne e historia recordemos que habiendo él tenido indudablemente por preferidos a dichos pobres, como a todo marginado y doliente, también lo fue y desconcertadamente de Leví el publicano; de Simón y de Zaqueo, bien situados; de Lázaro, el tranquilito y amigo... Es decir, que el llamado hoy caso Jesús resulta muchísimo más complejo que el de un mero y exclusivo liberador de pobres.

Pero vamos a más, a lo que más duele, a la actitud y tren de vida de los nuevos liberadores. Conozco personalmente a pocos, aunque nos lleguen a todos aires, vientos de muchos. De todas formas, he de limitarme muchísimo cuando hablo de tal problema. Porque en verdad lo que se vive, o lo que vivimos, desde tal generosa ideología o como quieran llamarla, es aquello clásico de toda la clerecía de siempre, la aurea mediocritas como nivel de vida, como peana -en parte aquello entonces de "por las obras les conoceréis"- de los que, sin duda, honradamente y más nos pregonan la nueva cruzada.

Estamento levítico

Algo sé del caso porque es el mío propio, el de quien superado el ayer difícil hoy vive a una altura más áurea que mediocre, que por cierto es la del estamento levítico mejor que hemos conocido nunca los de la ex sotana, bajo un Gobierno llamado socialista, con su jubilación, sus pensiones por ancianidad, sin paro alguno, por supuesto, y todavía con capellanías pingües... ¿Perdón? Quizá no, porque soy, es este viejo el que lo disfruta con relativa buena conciencia. Y sin derecho, por tanto, a señalar a teólogos de liberación o de conservación. Señalar no; acusar, menos, ¿llamarnos mutuamente la atención sobre lo que tenemos nosotros de ser liberados?

Y dice mi maestro Schillebeeckx: "El cristianismo solamente se mantendrá vivo si cada época se pronuncia claramente a favor de Jesús de Nazaret". Así de elemental y de extraño, porque añade: "Habrá que preguntar si no será más perjudicial que beneficioso el excesivo afán por precisar teóricamente quién es Jesucristo... corremos el peligro de añadir una ideología más a las muchas con que cuenta ya la humanidad... A fin de cuentas pese a lo que conocemos sobre Él, no sabemos quién es Dios...". Perdónenme, que yo también me perdono cuando reduzco todo lo dicho, pero temblorosamente, a una llamada a la fe desnuda desde la carne no menos desnuda.

("Y ¿a qué viene todo lo que usted ha escrito aquí?". Me lo pueden o deben preguntar. Respondo tan sólo con lo que me sucedió ayer, determinándome a romper con mi silencio. Había venido a visitarme un matrimonio de trabajadores bien situados, con su hija de 14 años. No eran, no son vecinos del Pozo -para que nadie se sienta aludido-.

Ellos, ejemplares en toda línea, pertenecientes a una comunidad cristiana y al partido comunista, militantes en ambas esferas, ¡maravillosos! Les invité al final a venir a participar conmigo en una cena del Señor, la que diariamente vivo a solas. Y me dirigí a la niña, que acaba de venir de un campamento en un país del Este, muy rojo él y muy folclórico: "¿Tú vendrías también?". Pues claro, yo soy de la teología de la liberación.)

es sacerdote.

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