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El sentido de la historia

Sartre, en sus dos Críticas, exige que la razón dialéctica se critique a sí misma para impedir la estratificación a la que le conducía un marxismo dogmático y poder desarrollarse libremente en el mundo. En suma, Sartre reclama a esta razón que no se cierre en su racionalidad, que sea verdaderamente dialéctica y constituya la posibilidad siempre abierta de comprender la historia. Para ello es necesario buscar en la pasión de los hombres el fundamento último de la historicidad. El hombrees, pues, una pasión dialéctica que se manifiesta históricamente, ya que "no hay más que hombres y relaciones; entre hombres".Sartre parte de un materialismo, subjetivo, humanista, histórico frente al "materialismo del exterior", como él llama a "esa dialéctica de la naturaleza, ensayo genial, pero abortado, de Engels". El hombre, impulsado por la necesidad, trabaja, crea y produce; es acción pensante o pensamiento que se expresa en actos cori otros hombres, en serialidades o fusiones efimeras que mantienen la alteridad recíproca, y en grupos o uniones más sólidas ligados por objetivos comunes, hasta llegar a constituir esa materialidad concreta que es la historia. En este primer volumen de Crítica de la razón dialéctica, Sartre explicaba cómo se va constituyendo la historia en el seno de la acción de los hombres, pero no se planteaba el problema de. su sentido. En un artículo publicado en La Estafeta Literaria el 15 de octubre de 1961, sobre el primer tomo de Crítica de la razón dialéctica (precedido de un comentario que recriminaba a Sartre su inhumanismo y ateísmo, condición exigida por la censura para su publicación), decíamos que esta obra parte de una crítica de la razón dialéctica que, al constituirse como única razón, anticipaba un tipo de estructura móvil del ser. El tema básico del segundo tomo es llegar a encontrar inteligibilidad a la historia.

Verdad es que ante una sarta de acontecimientos que se suceden sin aparente razón ni causa que los, explique, y también por el fracaso de ciertas esperanzas revolucionarias, han surgido fundadas dudas sobre si la historia tiene un sentido, si es verdaderamente racional. Por ejemplo, Cioran le niega todo sentido, mientras Spengler y Toyribee le atribuyen un sentido local, limitado a las diferentes culturas que, cual organismos vivos, nacen, se desarrollan, alcanzan su brillante cúspide y perecen definitivamente. Veamos qué es el sentido para Sartre.

Sentido es lo que vive el hombre interiormente y en profundidad. En otras palabras, es una pasión en tanto se realiza por el trabajo, una acción que se propone alcanzar un fin. Así, el sentido de la historia nace de la razón-pasión del agent, autor de la misma mediante proyectos concebidos por "cette passion de la pensée". ¿Cómo se realizan estos proyectos subjetivos del honibre? La inteligibilidad dialéctica, para Sartre, surge necesariamente de un proceso temporal que llarna "totalización en marcha"'. Mientras Lukacs, en Ontología del ser social, entiende la acción. humana teleológicamente -es decir, se realiza por un plan mental previo y su ejecución práctica-, Sartre estudia la acción en todos sus actos sucesivos, como una serie de complejos o proceso de temporalización que constituye la historia. El pensamiento original u objetivo a lograr sólo puede realizarse en el curso de una "totalización en marcha" que se desarrolla mediante contradicciones múltiples. Esta totalización es el resultado de la lucha entre adversarios, del conflicto que divide la unidad de la sociedad. Sartre explica este desgarramiento en el seno de la identidad social porque el trabajo relaciona al hombre con objetos no humanos, y la rareté o escasez de éstos lleva a la. lucha de los hombres entre sí. Las conflictivas relaciones necesidad-trabajo originan la historia humana. Ahora bien, si la sociedad, como totalidad, se desgarra en pugnas sin cuento y desaparece la unidad sintética que la sustenta se corre el peligro de que la historia se descomponga en una pluralidad de historias (tipo Spengler). Sin embargo, esta amenaza de desintegración y pérdida del sentido de la historia se desvanece cuando comprendemos que estos conflictos están conexionados por la temporalización, sucesividad de hechos que salva al tiempo histórico de su mera fácticidad. De esta forma, la totali-

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zación temporalizada aparece como la serie de actos de una acción-pasión humana para realizar el fin que se ha propuesto alcanzar.

Hemos explicado cómo, para Sartre, el hombre es el agente creador de la historia y de, sus desgarradores conflictos. Luego para comprenderla así es preciso que se exprese en sujetos concretos, y dice: "Incarnation: par là, nous entendons signifier que la totalisation est individuée". Pero este individuo no es una singularidad atomizada ni está separado del combate de la sociedad como totalidad, de ese todos para uno y uno para todos. Cada hombre pertenece a una comunidad, de cuyos intereses participa y defiende con la violencia intrínseca a toda organización. Así llega Sartre al concepto de individualidad universalizada. En este estadio no puede todavía aparecer el sentido de la historia, debido a que los conflictos internos constituyen un límite infranqueable para la totalización y poder comprender el proceso histórico en marcha. El sentido de la historia hay que buscarlo en el seno de grupos organizados que re presentan, cada uno, el afán y pretensión de reestructurar unitariamente la sociedad dividida en conflictos. Es cierto que en el interior de un grupo cualquiera primero se origina una contra dicción que acaba en la dialéctica fraternidad-terror y que se ex plica, según Sartre, por la oposi ción de los subgrupos. Y aquí aparece de nuevo "el individuo común", que, aun socializado, corroe por dentro la unidad del grupo social, al constituir los subgrupos que establecen sus fines parciales o "contrafinalidades", dice Sartre, que ponen en peligro el proyecto unificador de voluntades. Sin embargo, pese a esta oposición de los subgrupos, permanece la unidad del grupo, y aun cuando uno de ellos pueda liquidar a los otros, el vencedor asunae los fines parciales de los vencidos. Llega así Sartre a la conclusión spinozista: "No hay que llorar ni indignarse, sino entender". No seamos pesimistas ni optimistas: el conflicto es inteligible a partir de la praxis totafizante que restablece la unidad histórica desgarrada por los subgrupos.

A través de desviaciones y deformaciones, originadas por lo que llama Sartre "lo prácticoinerte", pasividad que arrastra toda acción creadora del hombre., aparece un sentido de la* historia en proceso de construcción. Hay que vivir la historia, realizarla en actos para que adquiera inteligibilidad. Es preciso descubrir el sentido de la historia en el seno de la acción misma para reencontrar el movimiento del proyecto que unifica a los hombres. Vale decir, hay que adentrarse en el hombre creador, el sujeto histórico, para cerciorarse de si el proyecto original subsiste por encima de las luchas y antagonismos que pueden haberlo cambiado. Por esta razón, Sartre analiza la historia de la URSS para buscarle un sentido a su desarrollo.

Descubre que en el curso de este proceso, y debido a las «contrafinalidades de la praxis", se han producido modificaciones en el proyecto original de la sociedad soviética, estratificaciones sociales, estructuras prácticoinertes. La adaptación de esta realidad a las nuevas exigencias será larga, difícil y compleja, afirma Sartre, y se sitúa en el cuadro de una praxis reformista. Pero la idea esencial, el proyecto revolucionario original, ha sido salvado y no se puede hablar de fracaso ni de éxito histórico. Sartre no cierra los ojos a las desviaciones y errores cometidos, pero afirma que la praxis-proceso es inteligible, porque su historia sigue avanzando para realizar el proyecto que dio origen a la Revolución de Octubre.

De todo ello no se puede deducir que la historia sea simple ni se desarrolle armoniosamente. Naturalmente que se operan regresiones, involuciones, desviaciones del proceso histórico. Sin embargo, pese a todo, sentimos que la historia tiene un sentido, progresa hacia un fin, sin anticipaciones proféticas ni seguridades dogmáticas, marcha hacia el futuro, guardando intacta la probabílidad incierta y azarosa del porvenir. Éste es el sentido, que Sartre nos descubre, del sentido de la historia.

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