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Flores para los muertos del 'caso Almería'

Familiares de los tres jóvenes, asesinados reclaman justicia a los cinco años del suceso

El 9 de mayo se cumplían cinco años del hallazgo de los cadáveres de Luis Cobo, Luis Montero y Juan Mañas Morales. Los tres fueron confundidos por el teniente coronel de la Guardia Civil Carlos Castillo Quero y sus hombres con los etarras autores del atentado en Madrid contra el teniente general Joaquín Valenzuela -herido muy grave-, jefe del cuarto militar del Rey, que costó la vida a sus tres acompañantes. María Morales, de 50 años, madre de Mañas, explica con lágrimas, desde su cortijo de Pechina, que no comprende a la justicia. "No digo que los maten, pero que al menos cumplan la condena".

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De hecho, el principal condenado por el asesinato, el exteniente coronel Carlos Castillo-Quero, disfruta en estos momentos de un permiso de una semana concedido por el juez de vigilancia penitenciaria competente en la prisión de Guadalajara, donde el ex guardia civil cumple, condena, de 24 años de prisión. Un grupo de jóvenes, especialmente de signo izquierdista, se dieron cita, a las seis de la tarde de ayer, en la carretera de Gergal para expresar su repudio por los hechos y depositar, como viene siendo habitual en los aniversarios del suceso, unas flores en homenaje a los jóvenes.

Los hechos

Tarde del 9 de mayo de 1981. Un Ford Fiesta matrícula de Ciudad Real aparca en la avenida principal de la urbanización de Roquetas de Mar. Juan Mañas Morales (24 años de edad), joven de la localidad almeriense de Pechina, acompaña a sus amigos y compañeros de trabajo en Renfe de Santander Luis Cobo (29) y Luis Montero (33). Los ha invitado para que acudan a la primera comunión de su hermano Francisco Javier, que ahora acaba la Educación General Básica y, por falta de medios económicos, no sabe si éste podrá realizar el bachillerato o hacer como su hermano: trabajar de camarero o de emigrante.Juan Mañas quiso mostrarles a sus compañeros que Almería no es sólo tierra de lagartos y de sequía, sino que también hay un mar de plásticos para darle de comer a media Europa, y que: además se puede ligar en toda la costa de Almería. Ellos de política no sabían nada; quizá Luis Montero comprendía algo del movimiento sindical. Los tres jóvenes ignoraban que un día antes de que ellos partieran de Santander el teniente general Valenzuela, jefe del cuarto militar del Rey, resultó herido muy grave y perdieron la vida sus tres acompañantes en un atentado perpetrado por ETA.

Luis Cobo, Luis Montero y Juan Mañas son detenidos en Roquetas de Mar. Les esperaba una noche incierta. Carlos Castillo Quero y sus hombres de confianza, hasta un total de 11 guardias civiles, no los identifican debidamente, sino que se obsesionan en los tres etarras. Hasta el alba todo fue una incógnita que nadie ha podido explicar.

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Cuando las primeras luces del domingo, la familia Mañas estaba intranquila en su casa de Pechina y se preguntaban si su hijo y los santanderinos habrían tenido un accidente de tráfico o si se habrían demorado por los preparativos de la fiesta. Pero los preparativos de la primera comunión nada tenían que ver con el hecho real de que los jóvenes se encontraban con los cuerpos calcinados y cosidos a balazos. Francisco Javier, en su primera comunión, pidió a Dios que su hermano regresara a casa pronto.

"¿Podemos ayudar a evacuar a los heridos?", interrogan los pescadores del club El Palmeral. "No los heridos han sido evacuados a hospitales", responden guardias civiles de paisano. Los pescadores denuncian al día siguiente lo sucedido. Surge así lo que será el caso Almería. La historia real comienza a imponerse a la oficial. Unos pocos periodistas comienzan a hilvanar y comprobar contradicciones. Ya no se paró.

Dos de la tarde del domingo. La Comandancia de la Guardia Civil está cerrada a cal y canto. Una diminuta cuartilla explica en tono lacónico: "Para más información, diríjanse al Ministerio del Interior". Y desde aquí remitían a una nota oficial que insistía en que los jóvenes se abalanzaron sobre los guardias civiles que los trasladaban a Madrid para identificarlos.

Hacía mucho viento. En el cementerio de Almería, sobre las seis de la tarde, se les practicó la autopsia ante media docena de inspectores de policía, el juez y algún funcionario más. Allí estabamos dos periodistas. Con muy malas maneras se nos prohibió observar la operación por una de las ventanas, pero tuvimos la oportunidad de atisbar el primer enfrentamiento entre policías y guardias civiles debido a las contradicciones que contribuyeron a darle argumentos al hombre clave de todo el proceso, el abogado acusador particular, Darío Fernández Álvarez. Un dato no muy conocido es que Carlos Castillo Quero y sus hombres tenían intención de contratar los servicios de Fernández Álvarez, como había ocurrido en otras ocasiones. Faustino Montero, venido desde Santander para trasladar el cuerpo de su hermano, golpeó en la puerta del despacho del letrado media hora antes que la Guardia Civil.

Muertos tres veces

María Morales, que ahora tiene 50 años, seguía en Pechina sin saber lo que ocurría. Su ignorancia se ,convirtió en una losa definitiva que pesó sobre el caso. "A mi hijo Juan lo mataron por tres veces: a palos, a tiros y quemado". La madre continúa con un inevitable riguroso luto. Explica a este periódico que a una de sus hijas, el otro día, cuando venía del trabajo, la Guardia Civil le preguntó por la documentación. "Y mi niña se uso muda y reventó en lágrimas". Todavía, cuando observan a guardias civiles, se tienen que reprimir los recuerdos de lo vivido en los 45 días que duró el juicio.A lo largo de estos cinco años la familia Morales, con el marido con un solo riñón e inútil para el trabajo en el campo, ha tenido que soportar, entre otras muchas cosas, campañas de la derecha recalcitrante de Almería. Que si su hijo era etarra; luego, homosexual; que ingresaba fuertes cantidades de dinero; incendios inventados en despachos de abogados; 1.250 folios de sumario que permitieron pasar por alto datos probados; libro del periodista Antonio Ramos; agenda que aparece en Mojácar y que se relaciona con etarras relacionados con Almería; controvertido estreno de la película El caso Almería; solicitud de indulto de los tres guardias civiles condenados por triple homicidio; declaraciones de Carlos Castillo afirmando que nunca le ha puesto la mano encima a nadie; miles de historias en revistas y periódicos; recurso ante la Audiencia Nacional de los condenados por su expulsión de la Guardia Civil, y ahora el permiso carcelario del principal condenado por el caso Almería, Carlos Castillo Quero.

Tenía que ocurrir algo histórico. De no haber sido así hoy Carlos Castillo Quero, de 52 años, que se quedó huérfano cuando era un niño, continuaría siendo el teniente coronel de la Guardia Civil. Los informadores almerienses conocían algunos aspectos de su personalidad que avalaban su reputación de hombre duro.

De hecho, unos meses antes de producirse los sucesos de Almería, en un pueblo de la provincia una mujer de 29 años, María Asensio Morales, que encabezaba una manifestación de agricultores que se oponían al control, del agua que pretendía una empresa catalana, falleció al parecer de un culatazo. La versión del entonces teniente coronel, ofrecida a varios periodistas, es que se trataba de "un objeto contundente que podría ser una pieza metálica de arado cuando la mujer corría de espaldas".

Más adelante, durante la vista del juicio por el caso Almería, Castillo Quero dió muestras de algunas contradicciones de las que sacó partido el abogado de la acusación, Darío Fernández.

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