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La 'larga marcha' de Deng Xiaoping para modernizar China

China continúa su proceso de modernización y apertura, en una nueva larga marcha, que dirige el hombre fuerte del régimen, Deng Xiaoping, de 81 años, con la aplicación de reformas y medidas que van cambiando lentamente la vida de los 1.003 millones de ciudadanos chinos. Las contradicciones de la reforma entre la doctrina maoísta y los ideales capitalistas no parece que vayan a detener un proceso generalmente apoyado por la población y acompañado de un lento desplazamiento de la vieja guardia ortodoxa, tanto entre los dirigentes del Partido Comunista de China como del Ejército.

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Deng Xiaoping, el líder de la reforma, está dispuesto a aplicar a rajatabla la máxima que se le atribuye: "Qué importa si el gato es blanco o negro, con tal de que cace ratones".La reforma y el aperturismo se traducen por la presencia de manadas de hombres de negocios de los países industrializados que invaden los escasos hoteles de Pekín -cuyas plazas hay que reservar con meses de antelación- o por la casi desaparición de las citas de Mao Zedong, en las vallas publicitarias. Abundan más los anuncios de automóviles o televisores en color japoneses.

Al lado de los monumentos milenarios se edifican rascacielos y las grúas forman parte del horizonte de Pekín, una ciudad con unos 10 millones de habitantes que ya no se visten, en su gran mayoría, con las tradicionales camisas azules de cuello Mao y donde los jóvenes, las mujeres en especial, se adornan con faldas y blusas coloridas. Todo ello en medio de un desfile de cinco millones (le ciclistas, con un tráfico de automóviles cada vez más denso.

Fin de la autarquía

En el congreso del Partido Comunista de 1978, Deng impuso la línea de reformas basada en el fin de la autarquía a que había sometido el país la banda de los cuatro, encabezada por la viuda de Mao Zedong, la señora Jiang Qin, junto con Zhang Chun Giau, Warig Hong Wen y Yanoi Wen Yuan, apoyados en la revolución cultural de los célebres guardias rojos del maoísmo, que aplicaron un sistema de economía autárquico y una depuración intelectual desde mediados de los sesenta hasta 1976.Deng -depurado dos veces por los guardias rojos- fue el hombre clave de la operación de cambio, tras la muerte de Mao y la radicalización de sus seguidores. Logró convencer al partido de la necesidad de modernizar, por ese orden, la agricultura, la industria, la tecnología y el Ejército.

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"La reforma se ha traducido por la triplicación de la producción agrícola", dice Keke Ming, subdirector del Diario de los Agricultores. Las tradicionales comunas populares se desplazaron en el campo a unidades de producción familiar, con mayor iniciativa para los agricultores y con un sistema de incentivos basado en el principio de un cupo de la producción para el Estado y la posibilidad de venta libre para los excedentes.

"Nació el principio", añade Keke, "de que hay que dar a cada uno según su capacidad". Hoy la población agrícola china, con unos 800 millones de personas, es la más próspera en un país con una media de 350 dólares anuales de renta per cápita (unas 60.000 pesetas) y con el objetivo de llegar a los 800 antes del año 2000. Los mercados libres de productos del campo, bastante bien abastecidos, proliferan en las grandes ciudades.

El problema es que, a fin de adoptar los precios a la realidad, el Gobierno decidió hace unas semanas dejar de subvencionar los precios, hecho que se tradujo en aumentos considerables y el consiguiente malestar entre una población urbana que en el sector de los servicios o en la industria todavía no recibe los frutos de la reforma del sistema económico financiero.

En el paquete de medidas de apertura económica, el equipo dirigente chino decidió abrir zonas comerciales en 14 ciudades portuarias, a fin de estimular el comercio, y crear cuatro "zonas económicas especiales", con privilegios para la inversión extranjera.

La reforma no está exenta de tensiones. Han aparecido algunos casos de corrupción - y el incentivo del aumento de la producción repercute en la calidad de unos productos made in China de difícil comparación cualitativa con sus directos competidores asiático del área. "Hay también problemas de equilibrios en el desarrollo entre las regiones más ricas del litoral, o las fértiles del interior, con las más alejadas y montañosas", dice el subdirector del Diario de los Agricultores.

También cada una de las 26 provincias o regiones autónomas de China ha entrado en una especie de competencia, atrayendo a veces tecnología o capital en forma desordenada.

Los inversores extranjeros ven un poco mermado su entusiasmo inicial para ese nuevo mercado de una capacidad de consumo teórico ilimitado, debido al ligero frenazo dado por los dirigentes políticos chinos a ciertos proyectos industriales -por descenso en las reservas de divisas- y por las nuevas normas, poco claras, de sistema de impuestos para las inversiones extranjeras.

"Yo creo que hoy en China todos estamos de acuerdo en que hay que modernizar", concluye Keke Ming. Una modernización iniciada, dirigida y controlada por un cazador de ratones, Deng Xiaoping.

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