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La 'internacional' liberal se reúne en España

De León XIII al Opus Dei

El comunismo y la Iglesia católica tienen de común su mutua aversión hacia la masonería. En el caso de los comunistas, el origen de esta postura se funde con el suyo propio. Fue la III Internacional la que, a sugerencia de Lenin y Trotski, propuso en 1921 la prohibición de que los comunistas pertenezcan a la masonería.Uno de los elementos que caracterizaban a los comunistas de entonces eran sus proclamas agnósticas, radicalmente opuestas al principio fundamental de los masones, que consiste en venerar y rendir culto a Dios, el Gran Arquitecto del Universo. Sin embargo, no es desde esta perspectiva como se conjuga la comunión ideológica entre católicos y comunistas.

La actitud de la Iglesia católica, señala el acreditado experto Ferrer Benimelli, se remonta a una causa estrictamente política, derivada de la reunificación italiana.

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Como se mostraba en la emisión de la biografía de Verdi emitida por TVE, la intervención de las sociedades secretas -a las que asistía con frecuencia el músico- como elementos conspiradores en la articulación del nacionalismo italiano frente al Imperio austrohúngaro fue decisiva.

El único Estado de la península que no participaba de esa corriente era el Pontificio. De esta manera, todo aquel que conspirara en favor de la reunificación italiana, donde quedaría subsumido el Estado Vaticano, era enemigo potencial de ese Estado y, por extensión, de la Iglesia católica.

Fue así como se inició la gran proliferación de documentos -hasta 200, apunta Ferrer Benimelli- difundidos por los papas Pío IX y León XIII en contra de las sociedades patrióticas italianas, unos documentos que, si bien no lograron evitar la reunificación italiana, sí provocaron la condena de la masonería y la gestación de una fantástica leyenda en torno suyo.

La mayoría de estas naciones ha sido de confesionalidad católica, como la España de Franco, el Portugal de Salazar o la Italia de la Democracia Cristiana. Por otras razones, también está prohibida en países del área socialista; lo estuvo durante los regímenes fascistas de Mussolini, Pétain y Hitler, y lo está bajo las dictaduras de Pinochet, en Chile, y Jomeini, en Irán.

El caso de la Iglesia católica es singular. Al quedar derogado el viejo Código de Derecho Canónico de 1917, cuyo artículo 2.335 condenaba a la excomunión a cuantos católicos pertenecieran a la masonería, parecía que el Vaticano ofrecía su reconciliación. Pero cuál sería la sorpresa de quienes así lo creían cuando la víspera de entrar en vigor el nuevo Código -el 26 de febrero de 1983-, que no menciona a la masonería, el cardenal Ratzinger sei apresuró a comunicar a todos losl fieles católicos que incurrían en pecado si compartían su fe con la comunión masónica. Para abundar aun más en esta postura, en clara oposición al espíritu tolerante del Concilio Vaticano II, L'Osservatore Romano, portavoz de la Santa Sede publicaba el pasado 23 de febrero un artículo sin firma -atribuido al influyente lobby del Opus De¡- donde se insistía en que "la masonería es contraria a la doctrina católica y pecan gravemente los fieles que la profesen".

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