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Crítica:El cine en la pequeña pantalla
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gary Cooper y Pedro Masó

Sargento York fue la película más comercial de 1941, y su protagonista, Gary Cooper, el actor que más dinero ganó el mismo año. El conflicto de ese objetor de conciencia, al que convencen con la lectura de un libro sobre la historia de Estados Unidos de que la violencia puede ser necesaria, caló en el público norteamericano, sensible a la guerra que entonces se vivía en Europa y dispuesto ya a participar en ella. Los críticos señalaron el acierto del filme al mostrar "todo el sabor realmente americano, el encanto de ese humor cortante y simple de los leñadores y la intrepidez peculiar de la gente sencilla" (The New York Times).Coincidieron, sin embargo, en que el desenlace era erróneo. Aunque la película se inspiraba en la vida real de Alvin C. York, el soldado más condecorado durante la primera guerra mundial, Hollywood impuso su norma del glamour. Ello irritó tanto a los franceses Raymond Borde y Etienne Chaumeton que consideraron Sargento York como una de las peores películas del director Howard Hawks. Sin duda exageraron, pero coincidieron en parte con las opiniones de Gary Cooper, que, aunque consideraba esta película como su favorita (obtuvo con ella el Oscar de interpretación de aquel año), también se manifestó en contra del final: "Las primeras partes del filme son más gratificantes..., al menos para mí. Coincido con el auténtico Alvin York en que ambos crecimos en las montañas y aprendimos a cabalgar y a disparar como formas de nuestra educación".

El sargento York, efectivamente, fue un modesto campesino que disparaba con enorme precisión pero que se negaba a hacerlo contra personas. Sólo cuando en el campo de batalla ve morir a su amigo, se lanza en expedición solitaria, matando a 25 enemigos y capturando a otros 132.

Transformado en héroe, fue condecorado, y, a partir de entonces, para sus conciudadanos fue un héroe nacional. Al margen de su carga nacionalista, que quizá hoy produzca cierto sonrojo, la película sigue conteniendo las muy bellas imágenes del principio, cuando Alvin York quiere contraer matrimonio y para convencer a la familia de la novia trabaja sin descanso día y noche. Más tarde las secuencias de batalla muestran de nuevo el talento narrativo de Howard Hawks y su sensible capacidad para el espectáculo.

Cuplés y cupleteras

Pedro Masó dirigió en 1977 La Coquito, una nueva incursión del cine español en el mundo del cuplé, arrinconado desde que en los últimos sesenta se agotara el filón de Sara Montiel y de las canzonetistas en general. Recuperar el género en el primer año de democracia permitía un tratamiento más sensual de aquellas Charitos, Chelitos y Coquitos, y hasta bucear en algunas cuestiones políticas. No quiere ello decir que el resultado tuviera rigor o que el breve lucimiento físico de Iliana Ross, la exótica actriz que Masó contrató para este caso, estuviera a la altura del cine erótico que durante la ley seca española se había filmado en Europa, pero supuso en todo caso una cierta novedad, que el público premió convirtiendo la película en un éxito.Algunos cantables tienen gracia, muy especialmente en los que Iliana Ross se cimbrea en libertad, y la secuencia de la manifestación en la que La Coquito conoce al estudiante que la enamora tiene un sentido del espectáculo poco frecuente en Masó o en el cine español de consumo. La historieta, sin embargo, se pierde en tópicos, siguiendo la trayectoria de la artista y de su madre, el mosaico de amantes -que comprende aristócratas, núllonarios y estudiantes pobres- y la retahíla de canciones conocidas -¿Quién no se ha buscado la pulguita?-, que parecen imprescindibles en el cine de época.

Esta época del cine español será buena materia de estudio para sociólogos futuros. Desorientados entre la represión y las nuevas libertades, acostumbrados a la censura como forma habitual de trabajo, los cineastas sin compromiso personal, sin claridad en sus planteamientos, y sujetos, por tanto, a los avatares de la moda, daban palos de ciego en temas y tendencias, en la esperanza de conectar con públicos mayoritarios: algo de lo que ocurría a su alrededor debe estar presente en sus películas, al menos por omisión, como lo está en sus predecesores de los años cuarenta, tal como televisión nos muestra semanalmente. Encontrar el techo de la permisividad de cada momento y, al tiempo, algo de lo que al público podía interesarle, no debió ser tarea fácil.

Sargento York se emite hoy a las 16.05 horas y La Coquito a las 22.40 horas, ambas por la primera cadena.

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