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Euromisiles y opinión pública

Mientras crecen en Europa los movimientos pacifistas, Estados Unidos y la Unión Soviética -interlocutores en la mesa de Ginebra sobre el desarme- parecen dirigirse más a la opinión pública que dedicarse a negociar en profundidad. Sin embargo, y según el autor de este trabajo, el pacifismo, fracasará no por falta de ideales, sino por su falta de conexión con los políticos.

Parece como si los dos principales actores en la cuestión de los euromisiles prefiriesen convencer a la opinión pública occidental de la bondad de sus posiciones, en lugar de convencer el uno al otro en la mesa de negociaciones de Ginebra. Se repiten las propuestas públicas de los dirigentes soviéticos y norteamericanos -hasta ahora rechazadas todas y a veces seguidas por amenazas-, mientras las actitudes en Ginebra aparentemente no se han desplazado un milímetro de sus lugares iniciales. Es curiosa tal disociación, creciente pese a los muchos meses de negociaciones y a las pocas semanas que quedan para que los nuevos misiles sean desplegados.A medida que en la cuenta atrás nos acercamos al punto cero, que la tensión de los movimientos pacifistas aumenta, que, por si fuera poco, chinos y japoneses expresan su temor a que los SS-20 pudieran apuntarles y surgen nuevos elementos preocupantes en Líbano y la isla de Granada, la negociación entre soviéticos y norteamericanos adquiere complicación tal que, aunque hubiera clara voluntad de acuerdo, con seguridad no le díspondrá de tiempo para concluir antes de que el año acabe.

En estas circunstancias, la opinión pública occidental se ha convertido en un. agente de primera importancia. Las grandes movilizaciones pacifistas de 1981 y 1982 indudablemente influyeron en la iniciación de las negociaciones. Sus últimas actitudes a favorde que en el cómputo se incluyan los misiles británicos y franceses, de que no se proceda al despliegue y la negociación siga aún después de diciembre de 1983, etcétera, parecen configurar el tránsito desde las aspiraciones a las posturas concretas que, todo hay que decirlo, apoyan hoy las tesis soviéticas.

Malos presagios

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Por el sentido y el lugar que soviéticos y norteamericanos escogen para sus declaraciones -desprovistas de cualquier discreción, para ser conocidas por todo el mundo-, se deduciría,.una preferencia por la actividad propagandística a costa de la diplomática propiamente dicha. Si esta preferencia existe realmente, es decir, si norteamericanos y soviéticos se dirigen a terceros universales porque han renunciado a entenderse y a evitar a gusto de todos la nueva siembra de misiles que se avecina, los malos presagios no, podrá suprimirlos el auge pacifista, ni las demostraciones masivas conseguirán impedir el despliegue.

Aunque sólo fuera por la amplitud de las movilizaciones en días pasados, no es este el momento de descalificar el pacifismo surgido precisamente de un problema internacional sin precedentes, la más grave confrontación entre el Este y el Oeste desde la crisis de los misiles en Cuba. Sí es quizá el momento de señalar de qué modo puede desviarse un proceso esencial de aproximación de posiciones, tanto por la fácil condena de la doble decisión de la OTAN como por la vinculación directa que todavía algunos establecen entre la acción pacifista y la política exterior de Moscú, todo ello con una estrategia destinada a influir prioritariamente en la opinión pública. La. contradictoria presencia de la opinión pública occidental en la polémica de los euromisiles -contradictoria porque coincide con la pobreza de los resultados en la negociación- puede ser la causa y el efecto de la desorientación en que han caído tanto Occidente como la Unión Soviética, sumergidos por la ola de crispación de la posibilidad cercana de un conflicto nuclear.

Desorientación

Nunca, y hoy menos que nunca, el estudio de las relaciones entre Estados ha podido asumir la complejidad de los fenómenos internacionales; las relaciones internacionales comprenden el conjunto de los intercambios, públicos y privados, que se desarrollan por encima de las fronteras. Pluralidad de intercambios y creciente interés por los sucesos internacionales, de conocimiento generalizado gracias a la aceleración de las comunicaciones y al desarrollo de los medios de comunicación de masas son, pues, características destacadas de una sociedad internacional en cuyos países los acontecimientos externos influyen de modo progresivo por medio de las mentalidades colectivas. Al estar éstas soliviantadas por el riesgo nuclear, los análisis diplomático-estratégicos han demostrado su patética insuficiencia. Sin embargo, ocurre que de su uso exclusivo puede haberse pasado, y de ahí la desorientación, al uso, también exclusivo, de ciertos análisis de la opinión pública occidental en tomo al proyecto de despliegue de euromisiles.

Ambos análisis deben completarse mutuamente. Primero, porque, como muy bien-han explicado los tratadistas, en política exterior la opinión pública es una fuerza con elevadas dosis de inconsistencia y versatilidad que la hacen relativamente ineficaz en los procesos de decisión. Segundo, porque el pacifismo también empieza a llegar a la Europa del Este, y en determinados países del área la preocupación ante el despliegue es, con distintas formas por supuesto, comparable a la que existe en algunos países occidentales. En definitiva, a estas alturas parece claro que el despliegue se realizará pese al incremento de las acciones pacifistas y que también se cumplirán las amenazas del general Ustinov, si la: presencia pacifista no va acompañada de. progresos en las conversaciones entre soviéticos y norteamericanos, si unos y otros no recobran la capacidad de prescindir de la propaganda y hablar directamente.

Un análisis diplomático tradicional del problema es insuficiente, pero un análisis social desajustado, como el que ahora padecemos, que infravalora los datos de la política que se utiliza entre el Este y el Oeste, no impedirá una situación de gravísima inseguridad mundial en la que además se registraría de nuevo el fracaso Jel pacifismo. Un fracaso que, como en otras ocasiones, estaría motivado no por la debilidad o equivocación de sus ideales, sino por su falta de conexión con la actitud negociadora de los políticos.

Ignacio Rupérez es diplomáfico y periodista.

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