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Tribuna:Día Mundial del Medio Ambiente
Tribuna
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El compromiso ambiental

Anualmente se generan en nuestro país 10 millones de toneladas de residuos. Ocho aglomeraciones urbanas densamente pobladas tienen índices de polución atmosférica que pueden considerarse peligrosos para la salud. Aproximadamente el 40% de nuestros ríos y embalses están contaminados. Y en una situación similar de degradación se encuentra una parte importante de las áreas de montaña del litoral o de los espacios naturales protegidos.La agresión al medio natural, como un cáncer, se ha introducido en nuestras sociedades, afectando de un modo directo a las condiciones de vida y el entorno de cada individuo. Como reacción lógica, la atención hacia la evolución del medio ambiente ha roto los estrechos márgenes de los círculos académicos, ha dejado de ser una preocupación de minorías más o menos ilustradas para convertirse en el fermento de una nueva sensibilidad social, en un aún incipiente factor de cambio, que en los üItimos años ha ido arraigando gradualmente entre amplios sectores de la población. Eso tan difuso que se ha dado en llamar conciencia ecológica ha dejado de ser el elemento de prestigio o el artículo de lujo con cargo a la exportación que puede permitirse un reducido número de países ricos. La naturaleza se resiste a aceptar privilegios, y mucho menos a justificar la discriminación que a menudo se establece entre naciones de primera y de segunda clase. En adelante, desde una perspectiva de progreso, la protección del medio y el respeto de los equilibrios naturales están llamados a ocupar un lugar destacado en los planteamientos políticos y económicos.

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Pero frente al creciente grado de comprensión que se manifiesta ante la problemática ambiental, se encuentran aún ciertos grupos que; aferrados egoístamente á unos intereses particulares, se desenvuelven con la seguridad del ignorante, despreciando las características dediversidad y fragilidad del medio, así como la condición de éste de patrimonio común de toda la humanidad.

En la actualidad, después de un largo proceso de relación entre el hombre y el medio, no se puede dejar de admitir que el desarrollo científico y técnico ha posibilitado, en líneas generales, la elevación de la calidad de vida, entendida ésta como el conjunto de bienes materiales y de otro tipo tendentes a satisfacer las necesidades básicas.

No obstante, ofrecer hoy una solución adecuada a los problemas ambientales exige sobre todo el desarrollo individual y colectivo de unos principios morales basados en la responsabilidad. y en la solidaridad, que se impongan sobre aquellos procesos y acciones cuyos inconvenientes para el, medio son mayores que las supuestas ventajas que producen. Ahora bien, encontrar las salidas que requieren los problemas ambientales precisa de algo más que de los espectaculares avances de la tecnología.

Una vez restituido el hombre a, su lugar en la naturaleza, integrado en la misma y controlada esa inmensa capacidad transfórmadora que posee y que, como al aprendiz de brujo, a veces amenaza con devorarle, se podrá contemplar el porvenir con algo más de optimismo.

La especie humana debe constituir un elemento más del planeta que habitamos y debe aprender a insertar su capacidad de conocimiento en un marco correcto de interrelación con el resto de las especies animales y el territorio en que todas ellas viven. Lejos de ser así, el hombre de nuestro tiempo es un ser que vive mayoritariamente en la ciudad, que actúa parasitariamente con respecto a la naturaleza, y que, en demasiadas ocasiones, desconoce las cuestiones, que sobrepasan su realidad más inmediata.

Considerada la relación entre el hombre y la naturaleza, es. necesario abordar una segunda contradicción, la establecida entre economía y ecología, y de cuya superación en gran medida depende el que se pueda llegar a una sociedad más equitativa y más justa, más creativa y más libre o, por el contrario, se tienda hacia una nueva forma de barbarie, más opresiva por más acabada.

Economía y medio ambiente no pueden ser dos realidades enfrentadas, en donde el segundo quede relegado a las medidas de corrección de la planificación interesada en un crecimiento desordenado e inútil.

La experiencia de los últimos años hace ver que es más difícil y más costoso económicamente proceder a descontaminar un determinado río o área atmosférica que planificar atendiendo a la vocación ecológica del territorio y al uso racional de los bienes ambientales. Hoy, es necesario insistir en ello, resulta inviable planificar la economía sin atender a las preocupaciones científicas y sociales por el futuro médioambiental del país y, por extensión, del planeta.

Es imprescindible analizar lo que en términos no sólo monetarios refleja la creciente pérdida del suelo fértil, la progresiva contaminación de aguas y atmósfera, la desapariciión de espacios naturales privilegiados, la desaparición de especies de fauna y flora y la paulatina degradación de las formas de vida que nos son propias. Todo ello nos debe dar la medida y la conciencia de lo que significa la pérdida, a veces irrecuperable, del medio ambiente.

Frente a ello es preciso desarrollar la acción decidida de los poderes públicos y la actividad perseverante y sostenida de los grupos sociales preocupados por el medio ambiente. La integración de las consideraciones ambientales en la economía pueden hacer que la calidad de vida de todos los ciudadanos pueda seguir el camino ascendente que la sociedad requiere y que nuestras posibilidades de su pervivencia en la tierra exigen. Al tiempo que se recupera un cierto horizonte utópico que permita, como ha señalado Lewis Mumford, que las ciudades y mansiones que soñamos sean las que acabemos por habitar.

La educación ambiental, la descontaminación atmosférica de ciudades como Avilés o Madrid, la regeneración del régimen hídrico del parque de Doñana, la salvación de la Albufera, las medidas preventivas del tipo de los estudios de impacto ambiental recientemente puestos en marcha son, entre otros, algunos de los compromisos que desde la Administración se pueden emprender en la tarea de hacer de España un pais limpio y habitable. Pero eso es sólo una parte. Que esto, finalmente, se pueda conseguir, de todos y cada uno de los ciudadanos depende.

Julián Campo es ministro de Obras Públicas y Urbanismo.

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