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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El luminoso espíritu de Erice

Que Erice haya permanecido en silencio durante 10 años, "por razones que ni yo mismo sé", según declara, no ha alterado aquel exquisito testimonio con el que nos emocionó en El espíritu de la colmena. Durante la espera, en su encierro, Víctor Erice ha elaborado una historia que se cuenta en imágenes, recreando en la luz, en las miradas, en los pequeños gestos el mundo íntimo de una niña que transcurre hacia la adolescencia, que se desprende del mito.La fascinación y el dolor son sus primeras experiencias. El viaje al sur, lugar mágico en el que se encierran las respuestas que quiere, es la perspectiva más soñada, el camino a su orden. Si el protagonista de La Luna necesitaba aunar la identidad de sus padres, Estrella, la muchacha de El sur, debe vivir el proceso de su desmitificación. Víctor Erice no la enfrenta a violencias físicas; sino que la contempla en su intimidad, siguiendo el proceso de sus emociones, de su fascinación y lento desencanto.

El sur

Guión y dirección: Víctor Erice, basado en un relato de Adelaida García Morales. Fotografia: José Luis Alcaine. Música: Granados. Intérpretes: Omero Antonutti, Sonsoles Aranguren, Icíar Bollain, Lola Cardona, Rafaela Aparicio, Germaine Montero, Francisco Merino, José Vivó. Española, 1983. Locales de estreno: Amaya y Tívoli.

Melancolía y objetividad

Una Estrella ya madura va narrando el cuento. Con melancolía y objetividad, aportando el detalle que ignoraba de niña, su voz coloca el énfasis en matices distintos a los que la imagen crea, enriqueciendo la poesía de toda la película, aunque su descripción sea a veces innecesaria. La imagen prevalece y la película comienza con un amanecer, es el recorrido por un despertar.Lo vivo es la Estrella de ocho años, la Estrella que crece y se transforma en una adolescente vivaz, sus amaneceres, sus observaciones del padre, al que quiere, sobre el que proyecta su curiosidad por la vida. En El sur importa la luz, no sólo en la espléndida fotografía de José Luis Alcaine, sino en su conjunto. La luz y la sombra, puesto que en penumbra transcurre la historia. Y es penumbra en el cine donde ponen películas que hablan de sombras, donde el padre recuerda el pasado que inquieta a la niña.

En negro empiezan y acaban todas las secuencias. La protagonista se llama Estrella y la gaviota que da nombre a la casa es una referencia a la luz mágica del mar, del sur.

Obra interrumpida, la película de Erice no ofrece esa otra cara del padre con la que el autor hubiera redondeado su reflexionada emoción. El sur real será, quizá, estímulo para una posible próxima película, pero en la que ahora vemos es sólo el sueño de madurez de Estrella. Un sueño fascinante, emotivo, que no se interrumpe para el espectador. Cuanto Erice pensaba filmar no es una frustración en lo que ahora nos ofrece.

Una pequeña ciudad de provincias en los años cincuenta, en el norte. Un hombre callado, médico y zahorí, y su esposa, maestra depurada, que acompaña a Estrella, la niña que se recuerda en su búsqueda del padre. Al final, el sur, la posibilidad para ella de descubrir la vida al completar la imagen de ese hombre solitario que ocultaba en silencio su debilidad por un primer y sureño amor. Entre tanto, la complicidad, el misterio, la soledad. Historia con unidad propia, que deja abierta la esperanza de una continuación.

Las edades de Estrella

Sonsoles Aranguren e Icíar Bollaín interpretan a Estrella en dos edades distintas. El talento de Víctor Erice para dirigir a actrices muy jóvenes fue ya demostrado en El espíritu de la colmena, pero aquí se amplía, se hace más complejo. La secuencia que interpreta Icíar Bollain hablando por última vez con su padre es asombrosa, como en la que Sonsoles Aranguren se oculta bajo la cama recibiendo a lo lejos el mensaje sonoro de un padre que comprende su soledad. Omero Antonutti compone un personaje sobrio, sensible, mientras Lola Cardona se ve condicionada por la brevedad de su papel, insinuando más que realizando. La aparición momentánea de Rafaela Aparicio es uno de los mejores momentos de la película, y probablemente de los más brillantes de la actriz.

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