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SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Bertín Osborne

A mí no me parecen porno Las Vulpes, a mí no me parece porno la Loles. A mí quien me parece porno es Bertín Orbone.

Será cosa de ingle, claro. A mí me gusta que unas jais se expresen -llevan cinco siglos de prudencia en la mujer-, y me interesa saber lo que les pasa a las chicas de ahora mismo (sociología de barrio, aunque se cabreen los no leídos ni en su barrio). A mí lo que no me interesa nada, o sea, es lo que le pasa a Bertín Osborne. Bertín Osborne me parece pomo porque vende el coñac (en este periódico suelen poner coñá, son unos vulpes) de su clase, de su casta, de su familia, de su educación, e incluso el coñac de sus bodegas de coñac (lo cual que es muy bueno y a mí me sube la hipotensión). Las Vulpes nos comunican un mensaje caliente (sigue estando caliente el mensaje teatral de mi entrañable Mihura, después de treinta, años, como ha señalado aquí maestro Haro). Las Vulpes son lo que uno entiende por lenguaje/conducta. Un hablar que equivale a un obrar. Bertín Osborne no es que nos comunique un mensaje frío, sino que no nos comunica nada, no nos vende nada, y cobrar por nada es porno. A mí me ha traído mi santa, de Casablanca, un John Red de caja fastuosa, pero que viene sin tapón irrellenable y es un whisky/bencina. (Me lo he bebido, a pesar de todo.) El coñac de la familia Bertín es irrellenable e insuperable.

Bertín Osborne (variante señorita de Julio Iglesias) responde al arte por el arte, como Juan Ramón Jiménez, que era de un poco más abajo: sólo que JRJ es un genio y Bertín es un chico que mola cantidad en los bares/chaflán de Serrano. Al hablar de mensaje, naturalmente, no me estoy remitiendo al coñazo socialrealista de los cuarenta/cuarenta (del que no eran culpables los socialrealistas, sino también Francisco Franco, naturalmente).

Con esto del mensaje se refiere uno, a ver si me entiendes, a la corporalidad de un texto musical o escrito, pintado o despintado, a la cosa de que el hombre o la vulpe estén en su obra expresados como acontecimiento (no me cansaría de repetir la vieja frase de Jung). Bertín Osbome no puede ser acontecimiento, aunque sus actuaciones sean "sucesos" (en seguida le ten dremos en la prestigiosa Sala Windsor), porque no tiene nada que decir, o lo que tiene que decir no lo dice, pues que piensa, como Raphael/Iglesias/folklóricas varias, que la canción se canta y ya está. Pues claro que está, pero hace falta que en la canción esté el cantante o la Loles, hoy embaulada, con sus compañeras, por el señor Burón. Bertín Osborne es pornográfico, lascivo e inmoral porque, no expresando nada, expresa una clase, un capricho, un ocio, un hobby, un juego, un calderón de casta y dominio largamente sostenido en la ópera de nuestra Historia, que en sí -tal como la enseñan- es un poco operística. Decía Azaña que los Reyes Católicos parecían haber sido citados por el autor del texto de estudio para hacer lo que hicieron. Un mal escritor puede crear la escuela del aburrimiento o volver de plastilina los personajes históricos que estuvieron vivos, y que datan. lepala convoca una mesa sobre los presos políticos en Uruguay. Los latinochés han creado un boom y ganado un Nobel porque se expresan en un castellano/conducta, o sea la revolución. A Bertín Osbome pueden darle el Nobel cualquier día, pues. que a veces el Nobel es proclive a lo impersonal, descomprometido y glasofonado.

Así las cosas, Bertín Osbome es la flor macho de los "señoritos de Jerez", mayorales de Domecq (en este caso Osborne, dos grandes marcas, y les hago publicidad a ver si mandan una caja). No tiene nada que comunicar porque nunca le ha pasado nada y todo le ha sido donado.

La Loles, en cambio, comunica angustia, represión de la mujer, desesperación y miedo. Mi exigencia no es ética, yes, sino estética. Un abstracto o un Bertín sólo me nutre cuando en él está el que lo hizo. O sea la Loles.

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