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La izquierda francesa contiene su retroceso

Un voto 'contra" el Gobierno y no en favor de la oposición

En estos tiempos de crisis, las elecciones, en los países democráticos, son más perdidas por los vencidos que ganadas por los vencedores. Quiere decirse que, en las municipales francesas, como ya ocurrió en las presidenciales de 1981, se ha votado mucho más contra el Gobierno que por la oposición. Hecha esta salvedad, hay que establecer e Ilustrar la enseñanza primordial de los comicios galos: la coalición gobernante, socialista-comunista, pierde por méritos propios.La simiente del fracaso municipal de ahora fue desparramada aquella noche histórica del 10 de mayo de 1981 en la que François Mitterrand ganó las elecciones presidenciales.

Su victoria fue consecuencia de dos hechos rotundos. Primero: la crisis económica y un hombre, Giscard d'Estaing, que, a fuerza de creerse rey sin serlo perdió todo contacto con la sociedad que presidía. Segundo: Mitterrand, el profesional político con cuarenta años de experiencia, apuntando siempre a, la misma diana, el palacio del Elíseo, y que, en el momento oportuno estaba en el sitio justo para el asalto triunfante.

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El 'milagro'

Más simple aún: las elecciones presidenciales las ganaron Mitterrand y las circunstancias Pero, instantáneamente, se produjo el milagro ideológico-sentimental, la sofisticación, el gran equívoco histórico: la victoria de Mitterrand era la victoria del socialismo. Francia era socialista El ministro de Cultura pontificaba: "El día 10 de mayo es la frontera entre la luz y la oscuridad"El Partido Comunista, víctima en aquellas elecciones del batacazo anunciante de su declive, se transfiguró en vencedor con los cuatro ministerios que Mitterrand le regaló para taparle la boca al potente sindicato CGT, de tendencia comunista.

A partir de este escamoteo fantástico, la lógica de los hechos ha sido aplastante durante los casi dos años de desarrollo del socialismo a la francesa. El patriotismo de la izquierda se ha manifestado como una ley nacional. Cualquier crítica de la oposición sólo ha merecido una respuesta: "Eso es el revanchismo incurable de la derecha". El binomio derecha-izquierda ha explosionado de nuevo en Francia, cuarta potencia del mundo, como si se tratase de un país al borde del subdesarrollo.

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Ilusionismo

El ilusionismo ideológico-político se ha traducido, sobre el terreno, en el retrato que hoy representa el resultado de los comicios municipales: desprecio o ignorancia, bien intencionadas sin duda, de la realidad. Es decir, de los hechos económicos y sociales de un país concreto. Dicho de otra manera: la crisis económica y los 56 millones de franceses han sido suplantados, en gran medida, y también, con las mejores intenciones, por los partidos socialista y comunista.Pero Francia, como acaban de probarlo otra vez las municipales, de entrada es algo mucho más simple: un poco más de un 40% de la población es conservador. Otro poco más del 40% es de izquierdas. Y un porcentaje del 6% o 7%, Incalificable, vota según le conviene en circunstancias concretas, y así hace y des hace mayorías gubernamentales.

Esto es exactamente lo contrario de lo que emitió como verdad del futuro el propio Mitterrand, con motivo de su victoria presidencial en 1981: 'La mayoría sociológica de izquierdas se ha convertido en mayoría política".

Una cosa es teorizar sobre la generosidad y otra cosa es practicarla, sobre todo en tiempos duros de crisis. Giscard, fundándose en la idiotez del pueblo para ganar las elecciones, prometía a diario "la salida del túnel de la crisis". Después, el triunfalismo ideológico de la izquierda alcanzó una de sus cumbres el otro día, cuando el primer ministro, también para ganar las elecciones, afirmó que "todo lo peor ya está detrás".

En sus dos primeros años de gobierno, la izquierda francesa ha perdido la ocasión de decirle la verdad a los ciudadanos.

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