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La OTAN no está muerta, sino que vive en permanente crisis

Andrés Ortega

Tras la invasión de Afganistán y la imposición de la ley marcial en Polonia, el futuro de la Alianza Atlántica ha sido puesto en entredicho con la lenta y dudosa reacción occidental, especialmente europea, ante estos acontecimientos. Cuatro políticos occidentales -Willy Brandt, Zbigniew Brzezinski, Maurice Couvé de Murville y James Callaghan- han abordado este tema esta semana en las páginas del diario británico The Times. De sus artículos se desprende una idea fundamental: la OTAN no está muerta, aunque por su naturaleza viva en permanente crisis interna, siempre que prosiga su doble política de defensa y distensión, expresión esta última que suena a palabrota en los Estados Unidos de Ronald Reagan.

Para el ex canciller alemán Willy Brandt, el arquitecto de la ostpolitik, hay que dejar de hablar de forma derrotista sobre la OTAN, cuyo futuro en la República Federal de Alemania no es puesto en cuestión por las personas con influencia política. Lo que ocurre, en opinión de Brandt, es que los europeos quieren que la OTAN prosiga su tradicional política dual: defensa y distensión, con un énfasis especial en la búsqueda de un desarme equilibrado. La disputa para Brandt, versa sobre los principios políticos de la Alianza Atlántica.Esta es una tesis similar a la mantenida por el ex primer ministro británico James Callaghan, quien no prevé que la Alianza Atlántica se vaya a romper, aunque teme que la organización haya perdido un "propósito político común", sin el cual "la estrategia militar existe en un vacío". Para Callaghan, los sovieticos no permitirán nunca que Polonia vuelva a convertirse en un. camino para atacarles. "No tenemos ninguna razón para discutir esto", indica Callaghan, señalando que la política occidental debe formarse en este contexto.

Brandt, por su parte, insiste en la solidaridad del pueblo alemán con los polacos, pero "la gran mayoría de los alemanes no valora gran cosa las negociaciones con amenazas ni las grandes moralizaciones". Que no resultarían útiles a los polacos y pondrían en peligro la paz. ¿Es esto una traición a los polacos? "No", dice Brandt, "pues la distensión -basada en la reciprocidad- es tan vital para los polacos como para nosotros, y el interés común en el mantenimiento de la paz es también beneficioso para Polonia". En este orden de cosas, no resulta sorprendente que el canciller alemán, Helmut Schmidt, señale que "Polonia es un caso diferente" del de Checoslovaquia o de Hungría.

Con todo, el único que habla claramente de la necesidad de superar el sistema europeo que surgió de Yalta y de la posguerra es el consejero nacional de Seguridad del ex presidente James Carter Zbigniew Brzezinski, para el cuai la respuesta occidental a lo ocurrido en Polonia "ha sido la adecuada en un sentido limitado, negativo", con gestos que han indicado costes punitivos para los soviéticos.

Castigos e incentivos

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Brzezinski señala que hay que pensar de forma más sistemática sobre la necesidad de combinar acciones punitivas con incentivos positivos que lleven a Moscú a cambiar de rumbo. El asesor de Carter insiste en el papel que podría desarrollar Occidente para mejorar las condiciones económicas de los países del Este y sobre la necesidad de volver a la mesa de las negociaciones SALT sobre armamento nuclear estratégico, y Brandt postula un feliz desenlace de las negociaciones en Ginebra sobre armas nucleares en Europa. Brcezinski añade la necesidad de volver a reflexionar en voz alta sobre el futuro del sistema de las alianzas en Europa, esquivando, sin embargo, el bulto de definir la alternativa.

El que fuera primer ministro francés en 1968-1969, Maurice Couve de Murville, se refiere a la crisis de la Alianza Atlántica como algo de lo que ha oído hablar constantemente en los treinta años de existencia de la OTAN. La propia ambigüedad de la OTAN sobre la naturaleza de la garantía nuclear norteamericana es un factor permanente de esta organización.

"La Alianza Atlántica sigue siendo, en el mundo actual, el cimiento irreemplazable de un equilibrio general, sin el cual la paz se encontraría inmediatamente en peligro", escribe Couve de Murville ' y aunque "necesitamos a los americanos, también somos adultos". Couve, explicando el ejemplo francés, que no duda en hacer sacrificios presupuestarios piara asegurar su defensa, apela a las responsabilidades nacionales en materia de seguridad, si bien se queja de la falta de consultas y de la política de hechos consumados de Estados Unidos hacia sus aliados.

Simplismo norteamericano

En este aspecto, el ex primer ministro francés sq ve apoyado por el británico, proyectando así el malestar europeo. Callaghan, opinando que la Unión Soviética no es la raíz de todos los males del mundo, acusa a Estados Unidos de simplismo y exhorta a los aliados europeos a estar de acuerdo en tiener puntos de vista diferentes. Couve de Murville, por su parte, recuerda que, a pesar de los ataques verbales de Washington contra sus aliados por su poco entusiasmo a favor de una respuesta contundente ante los acontecimientos polacos, Estados Unidos no ha cancelado, por el momento, las negociaciones de Ginebra.

En estos debates entre europeos y norteamericanos siempre está subyacente la cuestión económica y los recelos, claramente expresados, hacia la política econórnica del Gobierno Reagan. Por último, todos los políticos europeos que han colaborado en esta serie de artículos publicados en The Times prestan un apoyo de palabra a la legítima meta alemana de una reunificación de las dos Alemanias.

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