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Reportaje:

Un explorador belga diferencia la costa de Marruecos de la del Sahara

Desde el año 1900 hasta 1902, Tacquin, a bordo del costero «Federico» especialmente construido para su misión en Las Palmas, surca en todas direcciones las costas saharianas y, gracias al apoyo que obtiene de los tripulantes canarios que le acompañan y de los saharauis que encuentran en las costas del desierto, elabora una completísima carta de la zona, en la que anota las grandes posibilidades de pesca que ofrece el Sahara occidental y recoge gran cantidad de informaciones de todo orden. El resultado de sus trabajos está recogido en dos importantísimas obras editadas en Bélgica en 1903 y 1904, así corno en diversos artículos aparecidos en revistas científicas y económicas parisienses.Poco antes de morir, en 1966, el científico belga escribe a un amigo:

«Desde antes de 1897 he llamado la atención de los pescadores belgas sobre la riqueza en peces de las costas de Marruecos y, sobre todo, del Sahara. El príncipe Alberto -futuro Alberto I- se interesaba vivamente en esta cuestión. He tenido conversaciones con él a este respecto. El príncipe aconsejó a los grandes armadores de pesca de Ostende ir a pescar a estos parajes. Ninguno respondió a su llamamiento. La rutina tiene una potencia colosal. Recibí el encargo de hacer el estudio oceanográfico de los parajes de pesca canarios. La Sociedad Real Belga de Geografía publicó los resultados de mi campaña. Fue una revelación en el mundo pesquero, exceptuado el de Bélgica...»

En otra misiva anterior, Tacquin revelaba haber sido «encargado por el rey Leopoldo II de proceder al estudio oceanográfico de la costa sur de Marruecos y de la del Sahara. He sido el primero -agrega- en señalar la presencia en estos parajes de bancos de sardina por explotar, también he sido el primero en señalar la (presencia) de la langosta y del bogavante. No me querían creer, y tuve que llevar muestras a Bruselas porque mis antiguos profesores de zoología declaraban que la langosta y el bogavante eran crustáceos de agua fría y no podían encontrarse en los mares del Sur».

«Es a mí -dice más adelante el oceanógrafo belga- a quien se debe la creación de Port Etienne (actual Nuadibu, en Mauritania, frente a La Güera). Durante una conferencia que di en París en presencia del ministro Etienne y de otros personajes del Gobierno, he comunicado a estos señores los resultados de mis estudios en estos parajes: planos, mapas, sondeos, emplazamiento de los bancos de pesca, la climatología de estos lugares, las corrientes marinas, en fin, todas las informaciones necesarias para establecer pesquerías allí. Fui felicitado calurosamente; se creó Port Etienne, dándole el nombre del ministro al que yo había comunicado mi proyecto...»

Tacquin, en efecto, había demostrado que en las aguas del Sahara se daban en enorme abundancia más de 180 especies de pescado comestible y que esta zona era mucho más interesante para los pescadores que la de Terranova.

Costas diferentes

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El explorador belga diferencia en cada cita las costas de Marruecos y las costas del Sahara, pero, por si subsisten dudas, he aquí algunas aclaraciones suplementarias: «Los bancos de pesca a los que vamos a hacer alusión -escribe Tacquin- se extienden a lo largo de la costa Oeste Sahariana, desde Marruecos hasta Senegal.» O esta otra: «Una salida comercial que no podemos silenciar debido a su importancia es la venta del pescado a los moros, es decir a los nómadas que habitan la parte del Sahara vecina de los campos de pesca. Esta comarca totalmente desconocida está mucho más poblada de lo que se imagina y su riqueza es muy considerable. Nos proponemos no sólo vender a los árabes los productos de nuestra pesca, sino también traficar con ellos.» En efecto el explorador ha comprobado «la presencia en esta zona de caravanas de varios centenares de cameIlos, cargados de lanas, goma, marfil, cueros, pieles, plumas de avestruz e incluso polvo de oro».

«Estos nómadas -afirma el doctor Tacquin- que van a vender sus productos al Senegal, a Marruecos y a Argelia no pedirán ciertamente nada mejor que encontrar una salida que les evite estos largos viajes a través del desierto. En muchos lugares se encuentran incluso inmensos rebaños de ganado, corderos, caballos, camellos...»

Los nómadas citados por el explorador y oceanógrafo belga no son otros que los saharauis independientes de siempre, predecesores sin duda de los que hoy siguen luchando por la recuperación de los territorios que les han ocupado esta vez marroquíes y mauritanos, ayudados -como es público- por «consejeros militares» y la aviación franceses. Tampoco para Tacquin, y esto parece evidente, los nómadas saharianos eran marroquíes, ni las costas saharianas pertenecían al reino de Marruecos.

Los trabajos científicos de Tacquin, en cualquier caso, constituyen un material valiosísimo para examinar detenidamente otros aspectos de la historia de las relaciones entre canarios y saharauis y, en particular, sugieren serías reflexiones sobre el curso de la política pesquera española.

Conclusiones

A modo de conclusión urgente se puede reafirmar que existe una muy vasta documentación internacional en base a la cual puede establecerse que el Sahara occidental colonizado -aunque muy superficialmente- por España no ha pertenecido ni pertenece al reino de Marruecos. Parece claro incluso que ni siquiera al norte del río Draa los marroquíes poseían derechos de soberanía sobre la totalidad de los territorios, Ahora bien, son muchos los especialistas que coinciden en afirmar que la clave del asunto saharaui-marroquí hay que buscarla precisamente en Londres y que tiene mucho que ver con la carta del sultán marroquí que, según el coronel Lahure, «está depositada en los archivos del Foreign Office». En efecto, hay que, volver de nuevo a la «casa mar» de Tarfaya y a la aventura de Donald Mackenzie. Esa aventura terminó con la firma del tratado anglo-marroquí de 1895. Por ese tratado, Marruecos compra a los ingleses las instalaciones de Tarfaya por 50.000 libras, en virtud de una cláusula que está redactada en los siguientes términos:

«Si el Gobierno (marroquí) compra a la compañía (inglesa) los inmuebles situados en el lugar indicado (Tarfaya), nadie podrá emitir pretensiones sobre las tierras comprendidas entre el río Draa y el cabo Bojador, denominadas Tarfaya como se dice más arriba, así como las que constituyen la parte posterior del país, porque forman parte del territorio de Marruecos.»

Esto significa simplemente que el Gobierno británico, para impedir que Francia (instalada en Argelia) encuentre salida al Atlántico por cabo Juby y/o que España remonte desde Río de Oro hasta el río Draa, decreta el corrimiento, hacia el sur, de la frontera marroquí. Parece evidente que para el almirantazgo británico la aproximación, tanto de españoles como de franceses, al estrecho de Gibraltar, penetrando por el sur de Marruecos, era un riesgo que había que evitar a toda costa.

Sólo así tiene explicación el ulterior reparto del Tekna libre (denominación que recogió Lahure) en zonas de influencia de España y de Francia (la mitad para cada uno) mediante el acuerdo de 1912, la «retrocesión» de Ifni y de Cabo Juby a Marruecos (por parte de España) en 1957 y, en fin, la «marcha verde» y la nueva invasión del Sahara Occidental, al final del año 1975. El Sahara Occidental, para la mentalidad anglosajona de la OTAN, es todavía demasiado importante para ser independiente. Y el Gobierno de Madrid, paralizado por el temor del momento y por los contradictorios intereses que pugnaban en su seno, se limitó a firmar el papel que le pusieron delante y a repercutir a El Aaiun las órdenes: retirada inmediata.

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